volver

 

Por qué elegí a Pipo Pescador:

  • Porque guarda celosamente envuelto en papel barrilete rojo un secreto que comparten solamente y sin saberlo todos los chicos.

  • Porque quiero descubrirlo.

  • Porque es un misterio fabuloso y conservo aún la curiosidad por los misterios no revelados.

  • Porque lo merecen los chicos de todas las generaciones y no sé si alcanza con mis ganas.

  • Porque me gustaría poder meter las narices en algún proyecto suyo, lícitamente y a modo de ayuda.

  • Porque es inteligente, porque es creativo, porque sabe lo que hace y porque lo hace bien.

  • Porque lo quiero con amor amarillo.

  • Porque todo lo que no se me ocurre no se me ocurre.

 

Resultado del trabajo:

Pipo Pescador apareció de un disco amarillo justo el día en que yo cumplía la edad de la vergüenza, pero sin descumplir la edad de las ganas. Con este trabajo comprobé que todavía hay muchas tubutacas sin estrenar y que ya no soy mayor que mi hermana.

Qué impresión me causó el entrevistado:

Es inteligente, culto, melancólico, coherente y respetuoso. Profundamente profundo. Exigente y no muy fácil. Seductor, estéticamente lindo y prolijo. Su cara “se parece a la definitiva que tenía prometida cuando vino”, con sonrisa deslizable.
Cocina muy bien, tiene una tina en la terraza y bebe vino blanco francés en Durax fumé sin inmutarse. Vive en un laberinto organizado para recorrer con más de dos ojos, donde nada es casual.
Brindo por su mirada triste y por la etimología de sus palabras. Me enamoró.

 

 

Pipo Pescador: Historia de vida:

Una casa antigua. Un patio oscuro con glicinas. Un ascensor de rejas. Una puerta con llamador. Una sala amplia con olores ancestrales. Un piano de cola. Alfombras persas. Y silencio, por sobre todas las cosas silencio. Silencio a libros, a biblioteca, silencio en tonalidades de grises. Cirila duerme su sueño de acordeón. Pero es sólo una pausa, el intervalo lógico entre una función y otra. Porque allá arriba, en el escenario, todo es distinto.

I- Hasta el disco amarillo, por el disco amarillo:

Nací en un pueblo resfriado de la provincia de Entre Ríos llamado Gualeguaychú. Soy nieto de inmigrantes alemanes por parte de padre y de vascos e italianos por parte de madre. Soy el producto en algún aspecto de una cosa que estudiaba Freud y que era la diferencia importante entre el estrato social de la madre y el estrato social del padre como un factor de neurosis positivas, creativas; porque mi madre es de una familia afianzada en el lugar donde nací de muchas generaciones, y mi padre de una familia de inmigrantes que traía toda la tristeza, toda la melancolía que tienen las primeras familias de inmigrantes. Mi padre se dedicaba remates de hacienda, ese fue su trabajo. Yo viví lo que vendría a ser el final de un estilo de vida post-romántico que se conservaba en ese tipo de pueblos alejados de la capital, con pocos medios de comunicación, y cuando yo nací, en el ´46, todavía alcancé a formarme en ese mundo de un culto muy exacerbado de la persona, un mundo muy individualista como ha sido el mundo romántico y, por ende, el post-romántico. Por otra parte tuve en mi formación un gran encuentro con la naturaleza, porque desde chico fui a un campo que tenía mi madre, me crié y pasé veranos en ese campo y combiné una vida en un pueblo provinciano, de mucha lectura, de mucho encuentro con lo que eran en ese momento las potencias culturales del pueblo, combinado con una vida bucólica, una vida de encuentro con la naturaleza muy enriquecedora para mí.

         Yo desde chico fui muy atraído por el arte, por la lectura, concurrí a una escuela de pintura, a un taller de dibujo y pintura que se llamaba "Academia"; tocaba el piano desde muy chico, tocaba de oído, tocaba en orquestas siendo un niño, mi padre tuvo que pedir permiso a la policía para que yo pudiera quedarme a tocar en los bailes en verano a la noche.

 

Habla pausadamente, como tratando de describir las imágenes con los sonidos exactos, con sus olores, con su textura, con sus matices. Lo logra. Las fotos sepia de la pared se emocionan estirando los silencios.

Parece ser la historia de un niño prodigio, muy alejada de la niñez, ¿Esto influyó en su profesión?

 

Seguramente, fui un niño muy distinto de los demás, que sufrió mucho por ser distinto y que tuvo un encuentro muy fluido con los adultos que le dieron cultura, información, erudición, experiencias de vida, y un desencuentro muy grande con los otros niños. Luego vine a estudiar a La Plata; primero iba a hacer abogacía de acuerdo con lo que se estilaba, porque ya cuando vine a estudiar, mi familia por parte de mi padre había adquirido una posición más importante y de alguna manera ya se habían equiparado, por así decirlo, los dos estratos: paternal-maternal y entonces claro, las ambiciones de ese momento eran que todos los chicos fueran profesionales. Ambición que coincide con todo un esquema de vida argentino que ahora se ha diluido pero que en ese momento era un esquema de vida muy valioso y muy auténtico para la gente, que consistía en que los hijos de quienes más o menos habían logrado integrar una clase media acomodada tuvieran títulos profesionales con el propósito de quedar protegidos y dignificados.

        La abogacía se diluyó y terminé estudiando escenografía. En los últimos años de escenografía empecé con mi acordeón, que ya tocaba desde niño, a animar cumpleaños infantiles; estaba de moda en ese momento María Elena Walsh, que recién había sacado sus "Canciones para mirar". En el año ´62 hicimos un viaje a dedo con unos compañeros a Asunción del Paraguay y fuimos a la televisión en esa ciudad que era muy incipiente, ya con canciones mías también, como "Romance de la sandía Pía y el melón Simón", que era una historia de amor entre frutas representaba con títeres.
        Hice el servicio militar e inmediatamente después -yo ya estaba muy entusiasmado con el mundo de niño- pusimos una pequeña temporada de teatro con compañeros de La Plata, ahí me conoció un señor que llevaba su hijo y que le gustaba mucho lo que yo hacía, utilizó unas conexiones que tenía con el Banco Ciudad de Buenos Aires, me pagaron unas presentaciones en el Auditorio Río de la Plata, que era en Figueroa Alcorta y Pueyrredón, y de ahí fue la televisión, y de ahí fui tapa de la revista La Nación, y de ahí fui el boom de los años ´72. Fue rápida la subida, digamos no rápida en cuanto a todo el tiempo que tardé en ser yo mismo, en configurar esta personalidad, pero sí fue rápido el trámite de llevarme a ser conocido: de desconocido a conocido no tardó más de dos años.

Primer bocanada de aire, las comas no representan más que cortes instantáneos en una veloz carrera por llegar al escenario, a las luces. Ahora entre las fotos sepia inquisitivas, estáticas, aparecen otras llenas de color, rebeldes e irrespetuosas, fotos con pelo largo. Se despertó Cirila...

¿Por qué se llamó Pipo Pescador?

 

Yo me llamo Enrique Daniel Fischer, Pipo era mi sobrenombre, porque en provincia, por lo menos en Entre Ríos es ley tener nombre y sobrenombre, es como reglamentario. Y Pescador es la traducción al castellano de la palabra alemana Fischer, mi apellido.

¿Por qué la vestimenta psicodélico-hippie que usaba?

 

Bueno, la vestimenta yo ahora la he cambiado, no es más que un pantalón común y un spencer de lentejuelas. Pero originalmente mi vestimenta era muy rica, muy llamativa, no te olvides de que era la época de los hippies. Recuerdo una anécdota graciosa, en el ´69 yendo yo por la calle con mi pelo hasta los hombros y vestido de mil colores, con escuditos y con cosas como andábamos los adolescentes de la época, que era todo un modo de expresarse, una mujer le dijo a otra "estos son los que mataron a la Sharon Tate". Nunca olvidaré eso como símbolo de la época. Ahí salió mi ropa de Pipo: chaleco de lentejuelas, y en época de muchas posibilidades también pantalón y zapatos de lentejuelas.

¿Y la boina?

 

A la boina yo la elegí como un signo que me distinguiera de los demás, yo supongo que tiene su raíz en la boina típica entrerriana; el paisano entrerriano, el gaucho de Entre Ríos usa boina e inclusive usa boina con pomponcito o con un adorno tipo macramé hecho con lana. Esa boina, muy pegadita, debe tener su origen en las boinas vascas, dado que en Entre Ríos el país vasco está altamente representado. Pero no hay un motivo exacto, estricto, por el cual yo me pusiera la boina.

Usted está trabajando actualmente en obras de teatro, ¿Cuáles son los cambios que nota en el público infantil del disco amarillo y el de ahora?

 

La época del disco amarillo, en el ´72, era el gran resurgimiento de la expresividad en el niño, había toda una euforia de la expresividad, todo un cuidado de la relación entre el niño y su cuerpo. Eran niños tal vez más relajados, menos preocupados por cosas que no son inherentes a la niñez. Hoy el niño está aterrado por la situación económica, abandonado totalmente en una educación mediocre, mala, inorgánica. No digo con esto que fuera maravilloso el año ´70, pero en estos aspectos era mejor.

Sin embargo parece que hubiera una preocupación educativa por el niño, por ejemplo, hay mucha más literatura infantil y mejor que en el ´70...

 

Sí, si bien en algunos aspectos en la configuración de los programas educativos, que son más positivos de lo que eran en los años ´70, si querés hilar fino, si bien es verdad que ahora hay cosas más positivas en cuanto a los conceptos, a los criterios, también es verdad que en este momento hay un día de clase y un día de huelga, que en este momento en la mesa no se habla más que de dinero, que el padre y la madre corren enloquecidos para mantener la casa en medio de una inseguridad y un caos absolutos, es verdad que las escuelas están empobrecidas, que no tienen elementos, que los paseos se han vedado, las idas al teatro se han vedado, las constantes huelgas desarticulan cualquier programación coherente con el niño.  Todo esto ha dado un niño como el que tenemos ahora que no confía en su cuerpo, ansioso, desesperado, inseguro en todos los extremos, afectivamente abandonado, desesperado por ser grande para poder entender un mundo complicado al cual no tiene acceso pero que le vuelca toda su negatividad encima. O sea, éste es el juego: es como si la sociedad no dejara que el niño entrase en ella por la puerta grande porque lo considera niño, pero por otro lado se permite volcarle toda su basura encima y lo deja en un estado de impotencia total porque él no tiene cómo defenderse. Y me recuerda un poco a la vieja historia de Vietnam, cuando los hippies de mi generación decían: si tenemos edad para morir en la guerra por qué no tenemos edad para hacer el amor. Y es lo que pasa con esto, si los niños tienen edad para enterarse de todos los desastres económicos, de la falta de cosas de la casa, de la angustia del padre por el trabajo, si tienen edad para participar de todo eso también tendrían que tener edad y armas para defenderse, pero como eso no lo pueden lograr porque es imposible darlo, el niño tiene como consecuencia un estado de angustia brutal, un estado de impotencia brutal. El niño de los años ´70 eso no lo tenía. El niño de los años ´70 podía jugar mejor, el niño de hoy prácticamente no juega.

Pero ¿eso no sería consecuencia de que el desarrollo del chico hoy apunta hacia el intelecto y no hacia el físico?

 

Sí, el niño de ahora confía más en su mente que en su cuerpo, cosa muy mala porque el niño no tiene que confiarse en su mente, tiene que estar con su mente; el niño vive la etapa mítica y lo mítico no usa de la mente para un exceso de razonamiento sino que usa de la mente para poder darle alas a su imaginación. O sea, el niño tiene que tener una mente imaginativa, mítica y no racional, porque sino lo que tenemos son niños tan racionalistas, tan desencantados, tan desmitificados que realmente yo me pregunto si son niños y con qué bagaje de misterio van a ir a la edad adulta. Porque si la niñez no es una etapa oscura, misteriosa, mítica, rica, cómo va a ser luego la edad adulta, es como si fuera un árbol que no tiene raíz bajo la tierra. La niñez tiene que ser en sí misma una etapa donde el hombre elabore sus propios mitos en paz.

¿Es bueno fomentar la rebeldía en los chicos?

 

Bueno, según qué rebeldía...

La mariposa vuela y no va a la escuela; no quiero la sopa y voy a protestar...

 

La rebeldía de volar, ojo que yo digo que la mariposa vuela y no va a la escuela, la mariposa no va a la escuela como una manera de expresar su grado de libertad. Sería una imagen comparativa de ser libre, cuán libre es que no va a la escuela; yo en ningún momento digo que no hay que ir a la escuela...

Pero termina diciendo "la mariposa está adentro tuyo, abrí tus alas y salí por el mundo"...

 

De todos modos es la mariposa la que no va a la escuela, son las ganas las que no van a la escuela. Y con respecto a la sopa sí, es como una rebeldía de  juguete. No creo que sea necesario explicar racionalmente una obra, la obra es como es, de todos modos yo creo que la rebeldía que al niño se le puede dar es aquella rebeldía que luego le libere actos que él pueda controlar. Lo que no se le puede al niño mostrar o fomentar es una rebeldía cuyas consecuencias él no pueda prever. A ver si está claro: yo no le puedo decir ahora vas a tu casa y le decís a tu padre que es un hijo de su madre y te vas; ¿qué va a hacer el niño?, ¿adónde se va a ir?. O sea, toda rebeldía que no pueda ser controlada por quien la ejerce da como resultado un caos que se le vuelve en contra, es una autodestrucción y no quiero niños destruidos, entonces le mando rebeldías controlables.

 

II- Actualidad; del exilio obligado al viaje de placer:

El aire retoma su grado lógico de solemnidad. El disco amarillo vuelve a su sobre, amarillo de vergüenza por tanto color. Ahora las páginas vuelven a ser de adultos, no más viajes a dedo, no más efusividad, como si el traje gris le hubiera reclamado cordura:

Yo viví en España desde el ´81 hasta el ´85. Me fui en el ´81 cuando el gobierno militar porque me habían levantado un programa que yo había hecho con un personaje nuevo que se llamaba Rocky Rock que fue toda una búsqueda para mí de un nuevo camino de expresión. Y a raíz de eso yo quedé muy enojado, me sentí muy mal, quise hablar con la gente para saber qué había pasado y me encontré con que no tenía con quién hablar, que era muy difícil el manejo dentro del medio, que estaba completamente dominado por personas ajenas a él que no entendían, entonces aproveché una vieja invitación que tenía de España y me fui. En el ´85 volví, desde entonces he hecho teatro pero mucho menos importante desde el punto de vista de la puesta, no de la calidad de lo que yo diera, sino de los recursos publicitarios, escenográficos, de vestuario.

       El año pasado para diciembre recibí una invitación de los soviéticos para ir a hacer televisión allá. Estuve en Rusia durante nuestro verano, filmé el Circo de Moscú y algunos lugares que podían ser de atracción para el niño. Y luego regresé con las cintas grabadas con el fin de montar un espectáculo aquí. Pero regresé con la suba del dólar, con los cortes de luz, con la problemática del cambio de gobierno; y prácticamente ahí descansan en mi depósito de videos esas cuatro horas de televisión que ya tendrían que haber estado en el aire y que no puedo en este momento poner.

En este panorama tan alentador, ¿cuáles son sus proyectos?

 

Me voy nuevamente, ahora a Ucrania, invitado por Yury Jerback, un diputado de la perestroika que estuvo hace poquito para la Feria del Libro. Iría a los teatros de jóvenes espectadores de Ucrania si Dios quiere para fines de agosto, a montar mi espectáculo y a mostrar a los actores rusos el estilo de trabajo que yo he hecho todos estos años, y traduciríamos muchas de mis obras al ruso y actores rusos, intérpretes rusos, actuarían en esas obras. De paso aprovecharía para quedarme algún tiempo en Europa y visitar algunas cosas que tengo ganas.

¿Qué repercusión tiene Pipo Pescador en Europa?

 

Yo hice televisión en Europa. No, no tengo mucha repercusión porque sólo puedo trabajar en España por el idioma, y en España relativamente, porque el encuentro con el niño requiere un manejo legítimo y completo no sólo de la lengua sino también del idioma porque niño está en una etapa de alta valorización de la palabra. Quiero decirte con esto que el niño todavía no puede prescindir del significado exacto que las palabras tienen en un idioma determinado si es que llamamos idioma al modo de hablar privativo de grupos humanos dentro de una lengua que sería el modo de hablar general, así la lengua española tiene el idioma argentino, el idioma mexicano, entonces esa serie de giros idiomáticos, de conceptos, de modos de tratar las palabras, todo eso configura un modo de comunicación que no es fácil pasar por alto. Porque una señora puede ver una novela sin ningún problema donde los personajes digan "vamos a la recámara" y todas esas palabras, porque en última instancia hay como una abstracción implícita de la palabra. Puede no escuchar la específica palabra y más o menos entender el significado de todo lo demás pero en el caso de niño no se debe trabajar así porque el niño está muy unido al idioma, al significado de cada palabra y entonces resulta un poquito aculturizante para el niño tratarlo diariamente y durante mucho tiempo en un idioma que no le es propio. Es por lo que lucho aquí contra el Chapulín Colorado y todo eso. Yo creo que al niño hay que buscarle todo tipo de encuentros que le hagan homogénea su cultura, no que se la hagan heterogénea; no se puede empezar disgregando su cultura. Este es el motivo por el cual yo no podría inventar hablar en italiano por fonética o hablar en francés por fonética, sería muy superficial. Podría cantar algunas canciones, hacer alguna cosita, pero no podría ser Pipo Pescador plenamente frente a un niño de un idioma que no fuera el mío.

Si de Argentina se fue con Rocky Rock, ¿por qué volvió con Pipo?

 

Sinceramente porque estoy un poco cansado de correr riesgos; un poco cansado de apostar cambios peligrosos para mí profesionalmente en un país donde el cambio aterroriza y donde la gente no se permite cambiar ni permite a los demás cambiar. Primero no quiero correr riesgos a mi edad, segundo no sé si estoy en condición física; ya no tengo treinta y pico de años y me parece que ya no daría el personaje por un lado, pero por otro lado no correría riesgos. Por eso sigo haciendo un personaje que está consagrado para la gente y que me permite discretamente vivir en este momento.

Usted dice que está consagrado para la gente, pero ¿cómo lo siguen los chicos de hoy sin haberlo vivido?

 

La respuesta estaría en tu misma pregunta, yo creo que siguen a Pipo Pescador porque les gustará, porque lo que hace será efectivo. Yo creo que hay muchos motivos por los cuales pueden seguir a Pipo Pescador. Primero que yo personalmente creo en mí, creo que lo que hago es bueno y es distinto y es importante para el chico. Por eso lo he seguido haciendo.

Si, pero yo me refiero al principio, a cómo lo conocen los chicos sin que su imagen esté vendida...

 

Yo creo que me conocen porque mi personaje es como una tradición que pasa de boca en boca. Porque obviamente como todo personaje querido, respetado, valorizado, no estoy en los medios de comunicación. Romano Guardini* decía que la sociedad aísla a sus personajes elegidos para protegerlos de la propia corrupción que la sociedad tiene y para mantenerlos en un estado de pureza. Es una cosa interesante. Yo no me considero un genio, simplemente me considero un artista de este país, significativo, con mucha trayectoria, con ganas de hacer cosas bien, que es víctima por una cantidad de manejos muy complejos y de muy difícil quebramiento, manejo que hace que los medios de comunicación no le ofrezcan espacio.

¿Cuáles son sus estudios relacionados con infantil?

 

Veinte años de escenario por un lado y muchos años de ocuparme de las cosas que le pasan el niño, leyendo, estudiando, entendiendo con otras personas.

Pero eso es experiencia, yo hablaba específicamente de sus estudios...

 

Soy bachiller, escenógrafo recibido en La Plata y nada más. De todos modos yo soy un artista, no soy un técnico en la educación del niño, ese trabajo no es mío, es de los maestros. Digamos: mi trabajo es crearle al niño magia y prestarle ojos para que vea las cosas con la mirada del artista, mi trabajo es un trabajo de artista, mi trabajo es transfigurar la realidad y hacerla nueva, no es ni educarlo, ni formarlo, ni enseñarle nada.

Entonces es lícito montar un espectáculo sin fundamento, sin que cumpla ninguna finalidad, sin responsabilidades...

 

No, no es lo que quise decir. Es enseñarle, pero no desde el punto de vista didáctico, sino enseñarle a ver otras cosas. Eso no quita que el trabajo de todo artista infantil tiene responsabilidades formativas; eso sí tiene. Nadie puede salir a hacer para niños una cosa sin que eso responda a un criterio ideológico, porque sino se le presenta un caos espantoso, que es lo que hacen los dibujos animados por ejemplo, que da lo mismo, cualquier gato hace cualquier cosa, el que es ladrón es ladrón sin ningún tipo de basamento.

Entonces ¿los dibujos animados son perjudiciales para el chico?

 

Sí, porque es una hilación de imágenes esquizofrénicas, quebradas, que al niño no le permiten entender ni hacerse frente a lo que ve; obviamente el niño no tiene carácter selectivo porque no tiene edad para tenerlo, ve todo lo que se le presenta, y el adulto debe tener responsabilidad y debe por lo menos hacerse cargo personalmente de lo que da al niño. Todo artista tiene que ser responsable de lo que ofrece. Tiene que saber que además de haciendo una obra está siendo MODELO, por lo menos saberlo y cuidarse.

Usted habló del artista como modelo. Cuando un chico idealiza a un adulto ¿le da poderes sobre él?

 

Todos, ahí reside el peligro de ofrecer algo sin criterio ideológico. Y lo de los poderes te lo respondo con una anécdota cortita, pero que simboliza la responsabilidad enorme que tenemos quienes trabajamos con chicos: mi sobrino dijo una vez en el colegio "mi tío es Pipo Pescador", y un compañerito le respondió "y mi papá Superman".

*     Romano Guardini: Sacerdote teólogo alemán creador de un nuevo modo de hacer Teología como cultura y pensamiento cristiano. Falleció en Munich en 1968.

 

 

 

Perfil de Pipo Pescador

Tiene la agenda ocupada en bloques de dieciséis minutos. No quince; dieciséis, diecisiete o diecinueve, porque en el redondeo siempre quedan dos o tres minutos que también son de vida. Para qué desperdiciarlos.

     "Soy el producto de algo que estudiaba Freud como un factor de neurosis positivas, creativas: una diferencia importante entre el estrato social de la madre y el del padre. Mi madre es de una familia afianzada en Gualeguaychú, que es el lugar donde nací, y mi padre de una familia de inmigrantes, con toda la tristeza y la pobreza que eso implica. El se dedicaba a remates de hacienda..."

Una biblioteca oscura con aires intelectuales interfiere toda conversación. Habla pausado, exageradamente formal, con temor a que algo no quede claro o se malentienda.

     "Fui un niño muy distinto de los demás, que sufrió mucho por ser distinto y que tuvo un encuentro muy fluido con los adultos que le dieron cultura, información, erudición, experiencias de vida, y un desencuentro muy grande con los otros niños".

Nacido en el ´46, pasó los años de adolescencia pintado por los hippies, recorriendo el mundo a dedo con sus cabellos largos y su acordeón a piano a cuestas. Fue el boom de los años ´72, su disco amarillo es síntesis de la niñez de esa década.

     "Fue rápida la subida, digamos no rápida en cuanto a todo el tiempo que tardé en ser yo mismo, en configurar toda esta personalidad, pero sí fue rápido el trámite que me llevó a ser conocido. De desconocido a conocido no tardó más de dos años".

La magia está en el escenario, acá abajo sólo hay trajes grises. No están la boina, ni Cirila, ni el chaleco de lentejuelas. No hay auto feo ni olor a sopa para poder protestar. Hay calma, hay mucha paz, hay quizás algo de tristeza. Falta Pipo Pescador haciendo sufrir a los asientos porque Tubutaca es una hamaca.

     "Pipo es mi sobrenombre, porque en provincia, por lo menos en Entre Ríos es ley, toda la gente tiene nombre y sobre nombre, es reglamentario; y Pescador es la traducción al castellano de Fischer, mi apellido, que es de origen alemán".

Las paredes con recuerdos color sepia de retratos estáticos, una sala amplia con pocos muebles, una larga alfombra persa y una vitrina con adornos antiguos que no se ve pero se intuye. Una ronda familiar de marcos con olor a épocas pasadas encierran la rebeldía, el color, el apogeo de una foto con boina, acordeón y chicos que permanece en el centro juzgada, acusada por tanto descaro. Y él parece orgulloso de todo eso, sin embargo pide perdón.

volver