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Buenos Airesitos

Por Carmela Fischer Diaz

Pipo Pescador es el nombre artístico de Enrique Fischer, nacido en Gualeguaychú, Argentina, en 1946. Escritor, músico y autor teatral, Pipo Pescador se dedica a los niños desde hace treinta y cinco años. Su obra se caracteriza por la originalidad en la forma de entender el arte y por su estilo de comunicación con la infancia. Ha sido pionero en ofrecer al público infantil un hecho artístico (literario, televisivo o teatral) de calidad, en el cual el niño no se limita a contemplar, sino que participa activamente como protagonista. Esta concepción del arte para niños, que ya había sido difundida desde la pedagogía, fue revolucionaria en los medios de difusión públicos latinoamericanos, cuando Pipo Pescador comenzó a trabajar, a comienzos de los años setenta.
Su canción del Auto de papá es famosa en España a través de Los Payasos, que se apropiaron de ella, después de trabajar junto a Pipo Pescador en la televisión argentina.
A pesar de su enorme éxito, de su originalidad y de ser el autor de una obra infantil grabada a fuego en el corazón de dos generaciones de argentinos, Pipo Pescador sigue siendo un gran desconocido en los ámbitos académicos. La comunicación que hoy presento en este V Congreso de Literatura Infantil y Juvenil, está enmarcada en un estudio de la totalidad de la obra de este autor, que estoy desarrollando como tesis doctoral, en la Universidad de Castilla-La Mancha. Me referiré al libro Buenos Airesitos, del cual existen dos ediciones. Una de 1990, por Paulinas y otra de 2007, que acaba de publicarse, a cargo de la Municipalidad de Buenos Aires. A lo largo de este comentario, veremos ilustraciones originales de Pipo Pescador para estas dos ediciones.

Buenos Airesitos es el nombre con el que Pipo Pescador bautiza un Buenos Aires literario, que él ha imaginado. Buenos Airesitos es una ciudad en pequeña escala, idealizada y hondamente poética, por la que se desplazan Pipo Pescador y los niños. Esta calidad escenográfica, de ensueño, de vacío, que confiere el autor a la ciudad, detiene la turbación cotidiana, para permitir una percepción plena de aquello que, habitualmente, es territorio vedado.
Al contemplar la ciudad, distinguimos en ella un conjunto de elementos que actúan entre sí. El paisaje se aprende como se aprende a leer. Hay que empezar por educar los sentidos, para absorber cada detalle. Un paisaje no se deja captar al primer vistazo. Hace falta tiempo y numerosas miradas, para distinguir las diferencias y las permanencias.
La obra está configurada por una serie de capítulos sueltos, en los que el autor propone a los niños, recorridos, metáforas y reflexiones sobre Buenos Aires. Las ventanas, los parques, los mercados, las guarderías, las estatuas... conforman el universo cotidiano, que comparten los habitantes de la gran ciudad.

Ninguna historia sirve de hilo conductor entre los capítulos, más allá de la que, implícitamente, hace referencia a la condición de la escritura: alguien que camina y que mira. Pipo Pescador transita Buenos Aires y acumula sensaciones que más tarde convierte en texto. El libro se despliega, entonces, como descripción, celebración, crítica o nostalgia de la ciudad.
El poeta-narrador (Pipo Pescador) y los niños son los flâneurs de Buenos Airesitos, al igual que Baudelaire, lo fue de París. El flâneur es aquel que se desplaza por la ciudad y la observa desde la orilla. Forma parte de la cotidianeidad, pero permanece fuera de los circuitos que la configuran. Como no está inmerso en la rutina, posee el tiempo y la distancia necesaria para poder interpretar lo que ve. Se permite disfrutar los espacios que los demás sólo utilizan. Si para el trabajador, el metro supone: calor, prisas, amontonamiento, para el poeta y para el niño, es “un hormiguero iluminado” o  “el bolsillo de la ciudad, secreto y misterioso”.
La lectura simbólica de la ciudad es una tarea reservada a los poetas y a los niños, porque ambos comparten la percepción asombrada y lúdica de la realidad. Ellos son los únicos capaces de transformar Buenos Aires en Buenos Airesitos.

Desde el punto de vista narrativo, el texto tiene una estructura muy simple: un narrador adulto, identificado con el personaje Pipo Pescador (reconocido por los niños argentinos), que escribe en primera persona y se dirige a un público infantil, implícito en el texto. “Yo te escribiré algunas cosas sobre la ciudad que, estoy seguro, alguna vez pensaste.” El narrador actúa como guía y acompaña al niño en un paseo imaginario, iniciándolo en la flânerie y mostrándole el espíritu lúdico, mágico e histórico de la ciudad.
La voz adulta y la infantil se confunden por momentos. El autor habla de sí mismo como de un niño. Al hacerlo, recuerda su propia niñez y entreteje su experiencia infantil con la de los demás. Hace de la infancia un espacio compartido.
En el capítulo “Saludo”, Pipo Pescador reflexiona sobre las limitaciones de la escritura: “No esperés encontrar todas las fuentes, los edificios, las plazas y las calles, porque son tantos que solo cabrían en un libro infinito; en un libro abierto que se agrande cada día; un libro-planta al que constantemente le crezcan hojas nuevas.”
A lo largo de su obra, Pipo Pescador recurre una y otra vez al árbol como símbolo del crecimiento. Una de sus canciones más famosas, “Semilla chiquita”, narra la expansión vital de una semilla, hasta convertirse en árbol. Y son los niños quienes, partiendo de una posición fetal,  mueven sus brazos y se van incorporando hasta alcanzar su máxima altura. Crecer significa perdurar y fructificar. Implica abrirse a la amplitud del cielo y al mismo tiempo, permanecer arraigado a la tierra. En Buenos Airesitos, la metáfora del árbol se extiende al libro, que multiplica sus hojas en una extensión física, que es, al mismo tiempo, extensión espiritual.
El autor invita a los niños a pasear, a conocer Buenos Aires y a narrarla. “Vos mismo podés continuar escribiendo esta obra.”-afirma Pipo Pescador desde la primera página. La ciudad se convierte así en pre-texto cambiante, que pide ser constantemente leído e interpretado. En este sentido, y siguiendo una célebre tradición borgiana, el autor es lector y el lector se convierte en escritor por medio de la lectura. Como señala Roland Barthes en El susurro del lenguaje “Cada lectura vale por la escritura que engendra, y así hasta el infinito”.
Cuando Pipo Pescador afirma: “Vos mismo podés continuar escribiendo esta obra”, hace explícita una de las  bases fundamentales de toda su producción: dejar siempre un espacio abierto para que el niño ingrese en la corriente artística propuesta y despliegue su propia creatividad. De esta manera, el niño no es sólo espectador del hecho estético, sino que se anima a prolongarlo.
“Yo sigo caminando por Buenos Airesitos. (...) No será difícil que un día nos encontremos vos y yo en algún parque o trajinando calles. Si esto ocurre, acércate a mí y marcharemos un rato juntos. Cambiaremos impresiones sobre este libro. Podrás mostrarme algo que descubriste y yo no conocía o, simplemente, contemplaremos en silencio la ciudad.” 
La infancia es la encargada de continuar el mito literario y de desarrollar y cuidar una sensibilidad que le permita habitar la ciudad, en el sentido de sentirse parte de ella, para poder, luego, hacerse cargo de su futuro.

En su Poética del Espacio, Gastón Bachelard afirma que, para el conocimiento de la intimidad, es urgente la localización de nuestra intimidad en los espacios. Las imágenes del lugar feliz (topofilia), aspiran a determinar el valor humano de los espacios de posesión. “Los espacios amados son espacios ensalzados”.
Dentro de estos lugares amados, de estos “rincones”, el barrio ocupa, junto a los edificios patrióticos, un lugar privilegiado dentro del imaginario de Buenos Airesitos. El barrio funciona como micromundo perteneciente a un sistema mayor. Es la ciudad en miniatura. En esa zona de relativa protección, el niño experimenta nuevos retos, atreviéndose poco a poco, a ampliar su recorrido. Andar por el barrio es similar a viajar en tiovivo: el reconocimiento constante de lo que nos rodea y la distancia corta, que nos permite divisar, al instante, la figura familiar.

Las dos ediciones de Buenos Airesitos

En 1980 la dictadura militar argentina levantó el programa de televisión de Pipo Pescador, alegando que “no les gustaban las mariconadas”. Fue entonces cuando Pipo decidió exiliarse con su familia a España, donde vivió hasta 1984. En Madrid, comenzó a redactar las primeras páginas sobre Buenos Aires. Ya de regreso a la Argentina, continuó escribiendo y en 1990, la editorial Paulinas publicó Buenos Airesitos. Esta primera edición, presenta un Buenos Aires altamente idealizado y estático, como una estampa. El tono emocionado y pleno de metáforas evoca un Buenos Aires sublimado, que el autor recuerda, pero no experimenta a diario. El humor sutil e inteligente de Pipo Pescador otorga al texto una calidad festiva, que conecta rápidamente con la percepción lúdica que tiene la infancia. Dice en “Lluvia”: “Los caminantes se comportan de manera distinta los días de lluvia. Corren de un portal a otro, saltan como acróbatas los ríos de mentira, que surgen de las esquinas, o pasan lentamente cobijados bajo sus paraguas, que son amapolas negras florecidas en las calles.”
De todas las imágenes posibles de Buenos Aires, elige aquellas que enriquezcan el mito. Aporta una mirada de la ciudad como pura energía estética y literaria, formada por miles de presencias que la han configurado. No se trata pues de un recorrido superficial, sino de un mapa íntimo. El autor acompaña el camino con un plano de sus lecturas e inquietudes artísticas, que regala a los niños como herencia cultural. “Jorge Luis Borges, el escritor, inmortalizó una manzana de Palermo Viejo, nombrando las cuatro calles que la rodean en una bella poesía. Es la manzana comprendida entre Paraguay, Gurruchaga, Guatemala y Serrano. (...) Benito Quinquela Martín, el pintor, descubrió que el agua puede ser verde, azul, amarilla, roja y violeta y que los viejos barcos olvidados atesoran belleza y emoción.”
La edición de 2007 a cargo de la Municipalidad de Buenos Aires, es más extensa. Incorpora poesías y tiene un tono más irónico y chispeante. Sobre la calle Florida, Pipo Pescador escribe: “Hace mucho tiempo, las peatonales eran calles como las otras, de calzada y acera, pero los automóviles transitaban cada vez menos y los peatones, cada vez más. La calle empezó a estrecharse, porque la usaban poco, y las veredas a ensancharse, porque las usaban mucho, hasta que las dos veredas se juntaron y la calle desapareció. Durante mucho tiempo, los automóviles distraídos intentaban meterse en la peatonal, pero tenían que hacer marcha atrás y salir, porque los caminantes los miraban con cara amenazadora, mientras les golpeaban el techo con los nudillos de los dedos.”
En la edición de 2007, la metáfora continúa siendo la figura fundamental que estructura toda la expresión, pero el lirismo desbordante de la versión de 1990, toma ahora un carácter más social y crítico. Sobre todo, lo hace en los capítulos dedicados a nuevas costumbres, en las que el autor percibe un vaciamiento de la identidad, un simulacro pretencioso y descorazonador. “También se puede practicar inglés en los “shoppings” (centros comerciales). Los carteles ponen “for sale”, en lugar de “en venta”, out-let” en lugar de “liquidación” (...) Los panchos se llaman “hot dogs”, y “lo siento”, se dice “sorry”. Cuando entra un turista norteamericano y se dirige en inglés a la vendedora, ésta pone cara de terror, porque nació en Villa Crespo y no entiende ni una palabra.” Refiriéndose a la pulsión que lleva a los argentinos a querer expresarse en inglés, dice Ivonne Bordelois: Se tiene la impresión de que acudir al término “anglo” exime en cierto modo del sentimiento de fracaso total: seremos desdichados, pero nos redime, en cierta medida, la inmersión en la lengua del imperio”.
La edición de 2007 agrega capítulos dedicados a edificios públicos de reciente construcción o a nuevas profesiones (como el paseador de perros), que configuran el paisaje urbano. También se quitan partes que han quedado obsoletas, en el constante ir y venir de la ciudad. 

Buenos Airesitos mantiene el tono nostálgico de una edición a otra. Las antiguas costumbres, son narradas a los niños, con la esperanza de evitar su desaparición. “Los restaurantes que tienen mantel de papel blanco son una preciosidad. Lamentablemente quedan poquitos, pero quedan. Los chicos pueden comer tallarines con pesto y dibujar bichos raros en la mesa.”

Identidad porteña e identidad argentina

Buenos Airesitos es una obra escrita y re-escrita en consonancia con los cambios de la ciudad y con la evolución personal del autor, pero siempre conserva ese espíritu de crónica costumbrista, a caballo entre la inmediatez y la permanencia, que identificó durante mucho tiempo a la literatura sobre Buenos Aires. Este estilo le imprime un carácter fuertemente localista. Es posible leer Buenos Airesitos sin conocer la ciudad, pero parte de la magia se diluye en la traducción de los vocablos o en la narración de hechos que los habitantes conocen y pueden recuperar rápidamente. En este sentido, es un libro con una fuerte impronta pragmática. Tanto en el ámbito lingüístico, como en el gráfico.
En Buenos Airesitos la identidad porteña y la argentina, se perfilan a través de un recorrido por los símbolos, físicos y lingüísticos, conceptuales y gráficos, que avalan la pertenencia a un grupo. Como señala Julio Ortega: “la literatura es el lugar donde la identidad cultural se imprime, se organiza y se expresa como una experiencia viva. En ella se teje el acontecer personal con el colectivo, la subjetividad con la realidad externa.”

Hablar de Buenos Aires y de sus costumbres es hablar de la cultura e identidad rioplatense (tango, malevos, pizza, pastas italianas, asado), que difiere mucho de la cultura andina, incaica o patagónica, pertenecientes a otras partes de Argentina y que, a menudo, quedan relegadas. Margarita Gutman y Jorge Hardoy explican: “La ciudad (Buenos Aires) era desde 1776 la capital del más pobre y menos poblado de los cuatro virreynatos de España y América, pero muy pronto se convirtió en el centro de uno de los movimientos revolucionarios que lograron la independencia. Desde entonces, la historia de Buenos Aires y de Argentina quedaron interconectadas y lo que ocurría en ella atraía la atención de todo el país.”  En este sentido, Buenos Airesitos es un libro de cultura porteña, con telón de fondo argentino.
El sentimiento patriótico es tratado en el libro como uno más, dentro del universo infantil, pero mantiene el lugar privilegiado, que se le ha otorgado en la educación pública argentina, desde Sarmiento. Como señala Ignacio Irazuzta “el nacionalismo argentino edificado sobre la impronta de la inminente heterogeneidad cultural, encontró en los símbolos patrios un medio idóneo, pero fundamentalmente raudo, para la construcción de una identidad abarcadora, capaz de resolver aquella heterogeneidad”.

La presencia de El Cabildo (edificio emblemático argentino en donde se declaró la independencia de España) o La Plaza de Mayo, en el centro de la ciudad, refieren un Buenos Aires unido históricamente al nacimiento de la nación argentina. Ignacio Irazuzta  afirma: “la ciudad proyecta sobre su terreno un tiempo (historia) y un espacio (territorio) significantes de una totalidad social (nacional). Buenos Aires se erige así como lugar del encuentro entre el orden inclusivo de lo nacional y la singularidad de lo local.”
Sobre El Cabildo, escribe Pipo Pescador, “es el tatarabuelo de los otros edificios, pero no tiene ni una arruga, ni una mancha, ni un rayón en la pared. Las vísperas de los días de fiesta, iluminado, parece una fogata, una montaña nevada, o la Luna, posada como una paloma sobre la Plaza de Mayo. (...) Tiene campanas, y a veces canta a coro con la Catedral, y con los otros colosos vecinos de la plaza, compañeros del tiempo, hermanos de la familia de la Historia.” Aquí el autor juega con la mitología en torno a El Cabildo, que lo imagina siempre de un blanco inmaculado. (La realidad es que un férreo mantenimiento, obliga a pintarlo continuamente para que no proliferen en él los graffiti).

La ilustración porteña

Ambas ediciones fueron ilustradas por el autor, a partir de fotografías decoradas por encima. Pipo Pescador ha comentado al respecto: “Tuve especial cuidado en quitar de las fotografías la gente, los coches y cualquier vestigio temporal. Después pinté los edificios del color que me gustaría que tuvieran, coloreé el cielo, dibujé más palomas, más árboles. Hice gráficamente, lo mismo que con el texto: transformé el Buenos Aires real en un Buenos Aires fantástico, liberado del desencanto”.

No es la primera vez que Pipo Pescador utiliza la ilustración como medio expresivo. Quiero mostrarles un ejemplo de su trabajo en la televisión argentina de los años setenta, en donde puede verse cómo combina la música con el dibujo, por ejemplo.  VIDEO
En Buenos Airesitos, Pipo Pescador fusiona su propio estilo de dibujo y de fotografía, con la tradición de los pintores filetistas, que decoraron la Buenos Aires de principios de siglo veinte, tan cercana al tango. El fileteado porteño es un arte decorativo popular que nació espontáneamente, para alegrar los grises carros municipales, que circulaban por la ciudad.
Esta práctica, que comenzó a estudiarse como fenómeno artístico en los años setenta, nace de la convergencia de diferentes culturas, en particular la gitana y la siciliana.  Horacio Ferrer definió al filete con estas palabras: “Tradición plástica y elegancia humilde de la Buenos Aires popular, el filete es el ornamento cariñoso y altivo de carros y camiones, de carteles de almacén y de ventanitas floridas. Un arte que ha pasado de maestro en discípulo, dándole originalidad argentina a antiguos modelos decorativos europeos.”  De manera que Pipo Pescadorincorpora a su trabajo sobre Buenos Aires, diferentes tradiciones de la cultura argentina y porteña, que están en el ambiente y que el autor pasa por su tamiz creativo.
La inmigración

Buenos Aires, la gran urbe, es de una diversidad tan apabullante que en sí misma parece contener, a la manera de un aleph, todo lo existente. Buenos Airesitos  “es pura magia, un teatro vivo con millones de actores e infinitos telones que siempre cambian”. La heterogeneidad cultural, la multiplicidad, es la marca de Buenos Aires, de la identidad porteña y de la identidad Argentina. Así lo recuerda  Pipo Pescador en su “Saludo” de presentación. “Atravesando la puerta del Museo Larreta, (...) estarás en una casona de España. En Barracas, un edificio multicolor te recuerda un templo egipcio: es la Logia Masónica de la calle San Antonio. (...) Un león cazador de enorme porte, ruge en Plaza Holanda.” La presencia simbólica de la inmigración se despliega por todo Buenos Aires. Edificios, comidas, acentos, lenguajes, que configuran una forma de ser típicamente porteña. “Gran parte de Europa-recuerda Pipo Pescador- ingresó por su puerto y se instaló en sus calles viejas, que aún guardan vestigios de la colonia, de la inmigración del siglo diecinueve y de la fabulosa vida francesa del siglo veinte.”  Como señala Beatriz Sarlo, “la ciudad es el espacio donde los intelectuales descubrieron la mezcla que define la cultura argentina”.

 

Lenguajes porteños

Las pocas personas que aparecen en Buenos Airesitos, actúan como extras cinematográficos y se los identifica sólo por el trabajo que realizan. Son personajes arquetípicos y sus diálogos, lugares comunes que ya forman parte de la cultura popular de la ciudad.  “Damas y caballeros, me sabrán perdonar si distraigo su caracterizada atención por unos instantes o interrumpo su pensamiento grato, su descanso mental o simplemente la lectura de su periódico preferido...” Este es el discurso que pronuncian textualmente una y otra vez los vendedores de lapiceras, encendedores, calcetines o peines, que trabajan en los colectivos (autobuses). Igual de prototípico es el diálogo entre los conductores, que hablan de ventanilla a ventanilla y que Pipo Pescador reproduce fielmente: “-¿Venís bien de horario Cachito? ¿A qué hora largás papá? Fijate si no te patina el embriague porque a mí, ayer, ese coche me volvió loco...me volvió.”
En una reciente entrevista Pipo Pescador comentaba: “Tengo una influencia de las letras de tangos que hablan sobre Buenos Aires; que la evalúan, que la adoran. El cantar o hablar sobre Buenos Aires es una tradición de trovadores. Buenos Airesitos es un tango para niños”. Y efectivamente el libro incluye un tango, que habitualmente Pipo Pescador canta en sus espectáculos infantiles: “Buenos Airesitos la ciudad/donde nací y estoy creciendo/quiero “chamuyarte” del amor/del “metejón” que con vos tengo./Cuando yo camino por tus calles/me parece que te beso con los pies...”
 “Chamuyar” (Susurrar al oído, normalmente palabras amorosas) y “metejón” (enamoramiento) pertenecen al lunfardo, que es el lenguaje arrabalero del tango. El verso “Cuando camino por tus calles me parece que te beso con los pies”, retoma la tradición tanguera del caminante enamorado de su ciudad. Como en ese tango de Gardel que dice: “que el rodar en tu empedrao es un beso prolongao que te da mi corazón” .
La situación socieconómica argentina está muy presente en el texto, como “bajo continuo”. La falta de dinero, el oficio lumpen, los ingenieros que trabajan de taxistas, los paseadores de perros... son realidades cotidianas propias de una sociedad en crisis, sobre las que Pipo Pescador propone una reflexión, acorde a la sensibilidad infantil. 
En “Hoteles y pensiones” escribe: “En las puertas siempre hay gente tomando mate. El encargado prefiere gastar litros y litros de agua, barriendo con la manguera, mientras charla con el portero de la casa vecina, que hace lo mismo. Muchas personas ya comprendieron que el agua es un tesoro que no podemos despilfarrar, pero otros continúan sordos a toda advertencia.”

Participación de los adultos

Buenos Airesitos es un libro que permite diferentes lecturas. Una eminentemente literaria, en la tranquilidad de una habitación. Otra curiosa, con un diccionario y un mapa en la mano. También vale la verificación y observación “in situ” de lo narrado. Buenos Airesitos es un libro para niños, pero no cae en tópicos que garanticen asépticamente esta pertenencia genérica. Los adultos también pueden disfrutarlo y constantemente se los incorpora como lectores posibles. A este respecto escribía Andersen: “...atrapo una idea para grandes que cuento después para los niños, recordando que a menudo mamá y papá están escuchando y que también hay que entregarles algo a ellos”.
Este libro y el libro en general, es entendido por Pipo Pescador como lazo de unión entre el niño y los adultos, como invitación a un tiempo compartido.

Bibliografía

Bachelard, Gastón. (1991) Poética del espacio. México: Fondo de Cultura Económica

Barthes, Roland (1987) El susurro del lenguaje: más allá de la palabra y la escritura. Barcelona: Paidós.

Gutman, Margarita, Hardoy, Jorge Enrique (1992) Buenos Aires. Madrid: Ed. Mapfre

Irazuzta, Ignacio (2001). Argentina, una construcción ritual: nación identidad y clasificación simbólica en las sociedades contemporáneas. Bilbao: Servicio Editorial, Universidad del País Vasco/Euskal Herriki Unibersitatea.

Manen, Max van, Levering, Bas (1999) Los secretos de la infancia. Intimidad, privacidad e identidad. Barcelona: Paidós Educadora

Ortega, Julio (1988) Crítica de la identidad. La pregunta por el Perú. México: Fondo de Cultura Económica.

Remedi, Gustavo. Ángel Rama y la especialización del análisis cultural en Moraña, Mabel (ed.) Ángel Rama. Estudios Críticos. Pittsburgh: Univ. of Pittsburgh-Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana (IILI), Serie «Biblioteca de América»

Rovira, José Carlos, Navarro, José Ramón (eds.) (1994) Actas del I Coloquio: Literatura y espacio urbano (Alicante 1993). Alicante: Fundación cultural CAM.

Sarlo, Beatriz. Modernidad y mezcla cultural en Vázquez-Rial, Horacio. (1996) Buenos Aires 1880-1930. La capital de un imperio imaginario. Madrid: Alianza Editorial.

Sebreli, Juan José. (2003) Buenos Aires, vida cotidiana y alineación seguido de Buenos Aires ciudad en crisis. Buenos Aires: Sudamericana.

Suárez Muñoz, Ángel Martos Núñez, Eloy (coord.) (2000) Identidad cultural del niño, tradiciones y literatura infantil. Badajoz: Servicio de Publicaciones Diputación Provincial de Badajoz.

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