El profesor de vuelo o la  poética de la cotidianeidad 
        Ideología de  infancia en la obra literaria infantil de Pipo Pescador-Enrique Fischer  
        
                                                              Carmela  Fischer Díaz 
                                                              Director:  Matías Barchino Pérez 
      Universidad de Castilla-La  Mancha 
        2008 
      La  niñez es eterna, pero nadie debe habitarla para siempre. Los niños tienen que  crecer. 
                                                                       Enrique Fischer 
        
      Índice 
      Introducción   5 
      
      1.1. Objetivo e hipótesis  8 
  1.1.1. Conceptos de Ideología e Infancia   8 
  1.1.2. Literatura infantil   11               
  1.2. Marco teórico     12 
      1.2.1. La  propuesta de análisis de Gemma Lluch     12 
      1.2.2.  Análisis pragmático de valores     13 
      1.2.3.  Análisis multimodal    14 
      
        
          - Pipo Pescador en la Literatura  infantil argentina   15
 
          
            - María Elena Walsh como  precursora   15
 
            - Pipo Pescador, artista  infantil   16
 
           
          - Años 60 y 70: Primeras obras   18
 
         
       
      3.1 Colección: Los libros de Pipo Pescador (1975)   20 
      
        
          
            
              - El libro amarillo   de Pipo Pescador   22
 
              - El libro azul de Pipo Pescador   23
 
              - El libro rojo de Pipo Pescador   25
 
              - El libro blanco de Pipo Pescador   27
 
             
           
          - Los años 80. La  experiencia española y el retorno de la democracia   28
 
         
       
      4.1. Canciones  de oro (1985)   29 
  4.1.1. Tareas  cotidianas   32 
  4.1.1.1. “Tender la mesa”   32 
  4.1.1.2. “Canción para  bañarse”   33 
  4.1.1.3. “El auto nuevo”   34 
  4.1.1.4. “Zapapatopato”   36 
            4.1.2. Culturales    37 
                     4.1.2.1  “Canción de Carlitos Chaplín”   37 
                     4.1.2.2.  “Pájaro inventor”   38 
                     4.1.2.3.  “Guapo tanguito”   39 
                     4.1.2.4.  “Milonga del fideo fino”   40 
                     4.1.2.5.  “Túnel subfluvial”   41 
                     4.1.2.6.  “La piedra de la luna”   42 
                     4.1.2.7.  “El profesor de vuelo”   43 
            4.1.3. Canciones de protesta   44 
                     4.1.3.1.  “Marcha de los antisopas”   44 
                     4.1.3.2.  “Receta para hacer una mariposa”   45 
            4.1.4. Canciones para jugar con los padres   47 
                     4.1.4.1. “Mamá pianito”   47 
                      4.1.4.2.  “El eco”   47 
                     4.1.4.3.  “El canguro”   48 
                     4.1.4.4.  “Ha llegado el momento”   48 
            4.1.5. Canciones para dibujar   49 
                      4.1.5.1“Canción  del melón”   49 
                      4.1.5.2.  “Canción del caracol”   49 
4.1.6. Canción sobre el crecimiento   50 
       4.2. Libro de Cabecera (1986)   52 
                        4.2.1. Las tres ediciones   52 
                        4.2.2.  Análisis de la edición de 1997   53 
                        4.2.3.  Relación con Infancia en Berlín de Walter Benjamín   57 
                        4.2.4.  Fragmentos   57 
       4.3. Atento al cuento (1987)   62 
5. Los años 90. Madurez creativa   66 
       5.1. Buenos Airesitos (1990)   66 
                        5.1.1. La  lectura del paisaje. De Buenos Aires a Buenos Airesitos 66 
                        5.1.2. Las  ilustraciones   68 
                        5.1.3.  Identidad porteña e identidad argentina    70 
        5.2. Cuentos para  contar en el ascensor (1990)   72 
                        5.2.1.  Apuntes sobre los minirelatos   74 
        5.3. Libro loco (1997)   77 
        5.4. María Caracolito (1997)   82 
                        5.4.1. El  tiempo y la infancia   89 
                        5.4.2.  Últimos capítulos   89 
        5.5. El libro de los  chicos valientes (1997)   90 
        5.6. La magia de leer.  Cuentos triquiñuelas, poesías, obras teatrales, enigmas, adivinanzas y otros  trucos para atrapar lectores perezosos (1997)   93   
                        5.6.1. Las poesías   94 
                        5.6.2. El teatro   96 
                        5.6.3. Cómics   98 
6. Conclusiones   99 
7. Bibliografía  102 
            7.1. Obra literaria  infantil de Pipo Pescador   102 
            7.2. Bibliografía  citada   103 
      -Anexo 1 
      Entrevista a Pipo Pescador    
      -Anexo 2 
      Lámina 1. Primer disco de Pipo Pescador 
  Lámina 2. Portada de El libro amarillo 
  Lámina 3. Portada de El libro azul 
  Lámina 4. Portada de El libro rojo 
  Lámina 5. Portada de El libro blanco 
  Lámina 6. Portada de Canciones de oro 
  Lámina 7. Portada Libro de Cabecera (1986) 
  Lámina 8. Portada Libro de Cabecera (1992) 
  Lámina 9. Portada Libro de Cabecera (1997) 
  Lámina 10. Portada Atento al cuento  
  Lámina 11. Portada Buenos Airesitos (1990) 
  Lámina 12. Portada Cuentos para contar en el ascensor 
  Lámina 13. Portada Libro loco 
  Lámina 14. Portada El libro de los chicos valientes 
  Lámina 15. Portada María Caracolito 
  Lámina 16. Portada La magia de leer 
  Lámina 17. Portada disco Luces de mis zapatos, perteneciente a  la película del mismo título, dirigida por Luis Puenzo (1972) 
  Lámina 18. Portada disco amarillo 
  Láminas 19 y 20. Interior de Disco amarillo 
  Lámina 21. Portada del disco Zapapatopato 
  Lámina 22. Portada del disco Te veo veo. La foto muestra la  escenografía del programa de televisión del mismo nombre que se emitía a diario  
  Lámina 23. Portada disco El regalo 
  Lámina 24. Portada disco El mar. La foto muestra una escena de  la obra teatral del mismo nombre.  
  Lámina 25. Portada disco Canciones de oro 
  Lámina 26. Afiche del espectáculo “Cantijuegue” 
  Lámina 27. Programa de mano de temporada en el teatro Astral (1975) 
  Lámina 28. Pipo Pescador firmando autógrafos en Buenos Aires (1975) 
        Prensa 
      ______________________________________________________________________________________________ 
      Introducción   
                  El tema de esta investigación nace  como respuesta a un vacío existente dentro de la crítica literaria argentina  respecto de la obra de Enrique Fischer, conocido como Pipo Pescador. Su  producción (teatral, musical y literaria) es inmensamente popular entre el  público de Argentina y, junto a María Elena Walsh, es un referente indiscutible  dentro del espectáculo infantil. Su canción “El auto de papá” viaja en las  voces de los niños de varios países y sus propuestas de trabajo han inspirado a  maestros y profesores. Durante su carrera ha sido distinguido con numerosos  premios, entre ellos, el premio Ace de la Asociación de Críticos de Espectáculos, el Premio  María Guerrero por su obra “Teatro chupete” y el Premio Carlos Gardel.  
            El arte infantil posee en Argentina  un espacio reconocido dentro de la cultura, que otorga a determinados artistas  para niños como Walsh, Pipo Pescador o Carlitos Balá, una repercusión social y  una importancia mediática que en España resulta poco habitual. Podríamos citar,  a modo de ejemplo, dos casos similares: Los Payasos de la Tele, cuyas canciones ya  forman parte del acervo infantil y Gloria Fuertes, que ha entrado en el canon  literario y es respetada como una escritora de calidad.  
            El personaje Pipo Pescador triunfó  en los años sesenta de la misma manera en que lo hicieron algunos cantautores  del rock como Charly García o Lito Nebia, sólo que su público no estaba  compuesto por jóvenes, sino por familias. Era tal el fervor con que los niños  se acercaban a él, que tuvo que contratar a un guardaespaldas para que le  abriera camino a la salida de sus funciones en el Auditorio de la capital.  Aquella época fue campo fértil para las nuevas propuestas artísticas, que los  porteños vivían con entusiasmo y que fueron creando el pulso cultural de Buenos  Aires.  
            Aunque Pipo Pescador es reconocido  en todo el ámbito nacional, se encuentra profundamente ligado a la cultura  porteña y a la manera en que la clase media ha ido configurando la relación con  sus hijos. La importancia de este autor no radica sólo en la calidad poética de  su obra literaria y musical, sino en haber sido el fundador de un estilo de  comunicación artística, que caló hondo en la idiosincrasia argentina. Así  define al personaje Susana Itzcovich, periodista argentina, en una nota de la  revista Claudia: 
      Pipo  Pescador 72: un poeta que canta 
      Cuando  la música empieza a desparramarse, rítmica y bulliciosa, entre el sol que cae  sobre las gradas del Auditorio Río de la Plata, tres mil espectadores saben que el hechizo  va a comenzar. Desde el ángulo derecho aparece Pipo Pescador con su acordeón  –“Cirila”- y una larga fila de chicos que lo siguen como al legendario  flautista de Hamelín. 
  Pantalones  amarillos, casaca naranja –“mi color”- con mangas abullonadas y boina, hacen  suponer que retornamos a la   Edad Media y que delante nuestro hay un trovador. Inventa las  letras, compone la música y canta las canciones mientras dirige, en calidad de  showman, la populosa platea (1995:85). 
                  A principios de los años ochenta,  Fischer abandonó Argentina para radicarse en España. En Madrid trabajó durante  cuatro años en el emblemático programa infantil “La cometa blanca” de la Primera Cadena de Televisión  Española, dirigido por Lolo Rico. Cuando regresó a su país en 1985, continuó su  carrera centrado en el teatro y la producción literaria.    
  Enrique Fischer no es un  escritor para adultos que decide experimentar con la Literatura infantil,  sino un artista que encuentra su cauce expresivo natural en la infancia. Su  dedicación a los niños parte de una necesidad vital y no de un desafío  intelectual o comercial. Lo identifica también su necesidad de conocer la niñez  y estudiar sobre ella, para fundamentar el trabajo que realiza. La obra de  Fischer combina la creatividad con una reflexión sociocultural, que lo ha  llevado a convertirse en palabra autorizada en el ámbito infantil. Es frecuente  que los medios de comunicación acudan a él para consultarle sobre temas  relacionados con los niños.  
  El interés en torno a la infancia  ha crecido en la Argentina  de la última década. Es posible encontrar estudios del tema abordados desde la  filología, la pedagogía u otras disciplinas humanísticas. Al parecer la  infancia es el centro de todas las miradas y la situación en la que se  encuentra permite diagnosticar el estado del país. La mayoría de estos enfoques,  que también se están llevando a cabo en España, especialmente de parte de  organismos estatales o fundaciones para la promoción de la Literatura infantil, se  ocupan de un gran corpus de obras, tomando como referencia un tema específico como  la discapacidad o los valores. En el caso de la presente investigación  llevaremos el procedimiento contrario, pues la trayectoria de un solo autor nos  permitirá sacar conclusiones sobre una manera de entender la infancia que  atraviesa la cultura argentina desde la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento  (1811-1888) hasta mediados de los años setenta.  
  Sarmiento fue presidente de la República Argentina  de 1868 a  1874. Entre su obra como escritor se hallan dos de los libros más importantes  de la literatura argentina: Facundo.  Civilización o barbarie (1845) y Recuerdos  de provincia (1850). La escuela pública, basamento de la argentina  ilustrada, fue introducida en el país gracias a un proyecto que Sarmiento  fraguó junto al famoso educador norteamericano Horace Mann y su esposa Mary,  con la que durante años, el político argentino mantuvo una correspondencia.  Esta relación dio como resultado la puesta en marcha de un tipo de escuela  denominada “normal”, que comenzó con la llegada de sesenta y cinco maestras  norteamericanas que, entre 1869 y 1898, fundaron diciocho centros. Refiriéndose  a su enemigo Juan Manuel de Rosas, y con intención de precisar la diferencia  entre sus ideales y los de aquel, Sarmiento escribe: 
      El primer acto administrativo de Rosas fue quitar de  las escuelas de hombres y mujeres de Buenos Aires, las rentas con que las halló  dotadas por el Estado: haciendo otro tanto con los profesores de la Universidad, no  teniendo pudor de consignar en los mensajes el hecho de que aquellos ciudadanos  beneméritos continuaban enseñando por patriotismo y sin remuneración alguna.  Los estragos hechos en la República Argentina por aquel estúpido malvado,  no se subsanarán en medio siglo; no sólo degolló o forzó a expatriarse a los  hombres de luces que contaba el país, sino que cerró las puertas de las casas  de educación, porque tiene el olfato fino y sabe que las luces no son el apoyo  más seguro de los tiranos. 
  He creado escuelas donde no las había, mejorado las  existentes y la escuela normal me debe su existencia. Tal es el cuadro modesto  de mis esfuerzos a favor de la libertad y del progreso de América del Sur, y  como auxiliares poderosos, la educación de todos y la inmigración europea  (1967:188-189). 
                  Sarmiento pretendía abrir el camino de la soberanía a  través de la educación de las masas. Compartía ideales con la llamada  Generación del 37, que intentaba recuperar la tradición liberal de la Revolución de Mayo y  superar la dicotomía entre Unitarios y Federales, que se había convertido en  una lucha feroz. Las ideas políticas de este grupo, entre los que se  encontraban Esteban Echeverría, José Mármol o Juan Bautista Alberdi, provocaron  la inquina de Rosas, caudillo federal de Buenos Aires, que los persiguió hasta  que muchos de ellos debieron exiliarse. 
            A finales de los años  setenta, comienza a desvanecerse el proyecto ilustrado de democratización de la  sociedad a través de la educación infantil, debido principalmente a las  dictaduras militares y al empobrecimiento general de la nación argentina.  
Este trabajo de investigación exigió el uso de un aparato crítico  heterogéneo y la aplicación de una mirada social y cultural en la que encuadrar  la aparición y características de la obra de Pipo Pescador. Como señala Marc  Soriano: 
      Cuando  se trata de libros infantiles, es prácticamente imposible limitarse a su texto.  Uno se ve obligado a remitirse de inmediato a su contexto, al mundo adulto  cuyas vigencias y contradicciones expresan: la situación jurídica que se  reserva a los niños de uno u otro grupo social, los métodos pedagógicos en  vigencia, la “imagen oficial del niño” que se corresponde con la teoría  y con la praxis de esa sociedad, etc. (2005:  213). 
                  Teniendo en cuenta la complejidad a  la que hace referencia Soriano, he llevado a cabo este análisis con todo el  rigor que me ha sido posible, pero soy consciente de las debilidades y  dificultades que presenta. Aunque es posible encontrar referencias sobre Pipo  Pescador en diccionarios o en la prensa, no existen estudios anteriores de su  obra que pudiera consultar. Ante mi se presentaba entonces, una gran cantidad  de material bibliográfico sobre Literatura infantil producido desde áreas  culturales diferentes y, a menudo, no excesivamente conectadas. Detectar las  aportaciones clave entre ese alud de publicaciones, localizar libros editados  en Argentina o hallar los puntos de confluencia entre todas las aportaciones, a  fin de establecer un criterio para el análisis, ha supuesto una tarea enriquecedora,  pero laboriosa y arriesgada desde el punto de vista teórico.  
  Soy licenciada en Letras por la Universidad de Buenos Aires. Me dediqué  especialmente a la Teoría Literaria  y a la   Sociolingüística, concretamente al análisis del discurso y el  estudio de la ideología. Me interesa el enfoque social y cultural de la  literatura, por lo que me siento afín a las disciplinas que posibilitan un  acercamiento interdisciplinario al fenómeno artístico.  
            No habría podido llevar a cabo este  estudio sin la ayuda inestimable de las siguientes personas a quienes agradezco  sinceramente: al Dr. don Matías Barchino Pérez, por su apoyo, sus consejos, sus  años de estudio, su buen humor y la posibilidad que me ha dado de compartir con  él mis inquietudes; a mi familia por su cariño y a mis padres, que han  inspirado mi amor por las Letras. También agradezco a la Universidad de Buenos  Aires por unos años maravillosos dedicados al aprendizaje y a la Universidad de  Castilla-La Mancha por permitirme crecer y continuar desarrollándome en el  camino que he elegido. 
        
      1. Metodología 
      1.1. Objetivo e hipótesis 
                  Establecimos como objeto de análisis  los libros publicados por Enrique Fischer (Pipo Pescador) entre 1975 y 2000.  Escogimos este período de tiempo, porque en él se encuentra la obra literaria  más representativa de este autor. Nuestro objetivo es analizar la ideología de  infancia que aparece en la producción de Fischer y, al mismo tiempo, realizar  un catálogo crítico que pueda ser utilizado en una investigación futura, de  mayor profundidad, sobre este autor u otros.  
  Partimos de la hipótesis de que la ideología de infancia  que despliega Fischer en su obra para niños está configurada principalmente por:  a) el discurso de un proyecto ilustrado de país de corte sarmientino, fundador  de la escuela pública y b) por las corrientes de modernización educativa,  cultural y estética que tuvieron lugar en los años sesenta y setenta en  Argentina. Fischer es un exponente claro de la fusión de estas dos  concepciones, de inspiración romántica, para quienes la infancia es primordial.  Para la primera, porque los niños representan el futuro de la nación y es  necesario transformarlos en ciudadanos; para la segunda, porque la infancia es  el territorio mágico, inmaculado y libre que aún queda por explorar y  reconocer.  
  Resulta primordial para este estudio el presupuesto según el cual, la Literatura infantil  tiene dos funciones: literaria y educativa, o lo que es lo mismo, que se puede  educar a través del arte.  
      
        
          
            
              - Conceptos de ideología e infancia
 
             
           
         
       
        
                  Entendemos por ideología “el conjunto de conceptos,  creencias e ideales que propone y sustenta una manera de ver el mundo. La  ideología es un efecto de sentido que está en los textos y que aparece, hacemos  emerger, en el proceso de interpretación de elementos diversos” (Lluch 2003a:33-34).  Cuando hablamos de “ideología de infancia en la obra literaria infantil de  Enrique Fischer”, nos referimos a las ideas, normas, valores, creencias,  opiniones o prejuicios, etc. que configuran lo que este autor entiende por  infancia y que se encuentran diseminados en su literatura, como espacio  discursivo privilegiado de manifestación. 
            En el caso de la Literatura infantil  interesa especialmente estudiar esta concepción, porque condiciona el mensaje  literario a las características que se atribuyen al receptor-lector. Esta  atribución no está dada sólo por el autor, sino por la estructura social,  cultural y comercial que legitima (o no) una determinada visión, en este caso  la de Fischer, y otorga el beneplácito para su difusión. En este sentido, la  decisión de agrupar las obras en base a un criterio cronológico (y no temático,  por ejemplo) se encuentra motivada en la idea de que “los discursos literarios  están siempre –y únicamente- segregados desde (y determinados por) las  necesidades específicas de una matriz ideológica históricamente dada”  (Rodríguez 1974:15). Cada obra que Enrique Fischer produce y edita se halla  condicionada por su situación biográfica y artística y por el contexto  sociocultural en el que se halla inmerso.  
                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                        El siguiente concepto  al que nos referiremos es el de infancia. Por supuesto, se trata de una construcción  histórica que ha pasado por diferentes configuraciones según la época, las  clases sociales y los países en los que nos detengamos. Sin embargo, parece  claro que la modernidad es el punto de confluencia en el cual surge una imagen  acabada de la niñez que se proyecta hasta nuestros días, en los que comienza a  advertirse cierto quiebre en esta construcción (Caldeiro 2005:1). La explosión  de 
                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                       
                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                        información  tan característica de nuestra era contemporánea ha debilitado la idea  tradicional de infancia. Las nuevas tecnologías, los medios masivos de  comunicación y las multinacionales del entretenimiento han desempeñado un papel  decisivo en la reformulación de esta etapa del ser humano y ocupan, hoy por hoy,  un lugar de privilegio como pedagogos y creadores de cultura. 
            El concepto de infancia nace al  amparo de la protección que, desde la legislación y las instituciones, se da a  los más pequeños, especialmente a partir del siglo XVIII, que es cuando la  burguesía cobra fuerza como clase social. Los burgueses se ocupan personalmente  de la educación de sus hijos y construyen una familia bajo la protección del  hogar, en el que cada integrante ocupa un lugar definido. Los niños son  considerados propiedad y prolongación de los padres, favoreciendo así la  aparición de una educación de corte represivo. ¿Y en las clases populares? Los  malos tratos, la ebriedad, la promiscuidad y las condiciones de vida insalubres  fueron una realidad que la literatura del siglo XIX, por ejemplo, retrató a la  perfección. Sin embargo, Soriano señala que la pedagogía más innovadora, no  surge en la burguesía, sino entre la gente sencilla de la comuna rural que,  exigida por el trabajo agotador, inventa una educación de tipo colectivo,  activa y eficaz (2005: 422). 
            La idea que cada época tiene de la  “familia” también está en relación directa con lo que se considera infancia. El  paso de un modelo de familia troncal, en donde lo importante era la pertenencia  al clan, a un modelo nuclear coincide con la escolarización como fenómeno  indisolublemente unido a la niñez. Como señala Narodowsky: 
    La infancia parece haber generado un ancho abanico de  discursos que la contextualizan axiológicamente, la perfilan desde lo ético, la  predicen de acuerdo a esos cánones. La infancia es la clase obvia de la  existencia de la psicología del niño y de la pediatría: un recorte específico  del ciclo vital humano que justifica elaborar un sinnúmero de premisas y de  afirmaciones igualmente específicas, particulares de esa etapa de la vida del  hombre, exclusivas de la niñez (2008:26) 
    El auge de la infancia tradicional duró desde 1850  hasta 1950. Intentando preservar la niñez, los pequeños fueron retirados de las  fábricas y entraron en las escuelas. Como señalan Steinberg y Kincheloe,  
    A medida que la familia moderna se desarrollaba a  finales del siglo XIX, la conducta apropiada de los padres hacia los hijos se  fundió en torno a las ideas de ternura y responsabilidad adulta por el  bienestar de los niños. La psicología infantil moderna que surgió durante esta  época del niño protegido, la construyeron de manera no deliberada los  presupuestos tácitos del período (2000:15-16). 
                Françoise Doltó elabora un recorrido  sobre la significación de la infancia a lo largo de la historia, basándose en  la representación pictórica y literaria que se hace de la misma en las  diferentes épocas. En la literatura de la Europa medieval occidental, los clérigos  recuerdan que hay que desconfiar de los niños, pues éstos cargan con la  maldición del pecado original hasta el momento del bautismo, que se realiza  tardíamente. Sin embargo, las canciones populares y los cantos de navidad  celebran la infancia como pureza y, ya en el siglo XIII con la instauración del  culto al Niño Jesús por Francisco de Asís, se generalizará la concepción de la  niñez como un estado de inocencia que los adultos deben aspirar a conservar. 
            En la pintura medieval renacentista  los niños aparecen poco y, cuando lo hacen, se asemejan a adultos en miniatura,  vestidos con pesados trajes y rostro adusto. Doltó apunta que una de las causas  de la rehabilitación del niño fue el culto a los príncipes (o a la  aristocracia) que tuvo lugar desde la antigüedad. Interesaba mostrar al pueblo  la educación brindada al futuro monarca, pero en estos casos, no era la  infancia en general lo que importaba, sino un niño en particular.  
            En el romanticismo, la imagen de  niño-ángel resulta vencedora, lo que implica transformar a los pequeños en la encarnación  del paraíso perdido y de la bondad original  que la sociedad se encargará de pervertir. Las  novelas del XIX se conmueven con la infancia y narran la vida de traviesos mártires  que son capaces de redimirse de los malos tratos y miserias que le infligen los  adultos. No obstante, se limitan a mostrar al niño en su papel social,  olvidando los matices psicológicos propios de cada edad. De manera que hasta el  siglo XX, la representación del niño báscula entre dos polos: el ángel o el  demonio; el degenerado que hay que salvar a través de la educación o el  diamante en bruto que, tarde o temprano, perderá el valor de su pureza. 
            Es revelador comprobar que la  sociedad ha tenido, a menudo, reticencias hacia los niños, ya que como afirma  Doltó, para el adulto es un escándalo que el ser humano en estado de infancia  sea su igual. En un mundo dominado por las necesidades adultas, la infancia es  considerada un mal necesario, una etapa molesta e inevitable de la existencia y  así se la estructura por “edades” o “etapas” con la intención de disminuirla y  acortarla (Soriano: 421). Convertirse en adulto exige una serie de renuncias,  de represiones, de olvidos, que los niños se empeñan en hacernos recordar. El  sacrificio del mundo mágico en provecho del mundo racional es una experiencia  tan real como la pérdida de los dientes de leche. El niño reproduce el ciclo de  la humanidad desde sus orígenes: cree en la fantasía, mientras nosotros nos  sometemos a las leyes de la ciencia. En palabras de Doltó: 
    El niño es un sonámbulo. El sonámbulo no se cae del  tejado, pero una persona despierta, que toma conciencia del vacío, comprende el  peligro del riesgo, se asusta y se cae. Y los adultos se pasan queriendo  despertarlo. No hay que despertarlo demasiado pronto, y al mismo tiempo, no es  posible no despertarlo un día, porque él forma parte de una etnia que  fatalmente lo despertará. Iniciarlo demasiado precozmente le hace perder  potencialidades. De todas formas, en todos los seres humanos tiene lugar, tarde  o temprano, una mutación (2005:39). 
                Sólo  si una sociedad reconoce y valora la infancia en sí misma como fase del  desarrollo humano actuará en consonancia, favoreciendo condiciones de vida que  la hagan posible. La guerra, la violencia, el trabajo, la pobreza, quiebran la  niñez y dan como resultado una persona, que puede tener edad de un dígito, pero  una psiquis más o menos adulta. Se ha estudiado en profundidad la forma en que  las sociedades crean y manipulan ideológicamente la identidad de género, pero  en menor medida, de qué manera utilizan y construyen una infancia que las  identifique. Para conocer una cultura resultará muy útil estudiar qué entiende  por infancia y qué espacio le reserva. En los libros para niños se refleja cómo  quiere ser vista una sociedad y puede observarse qué modelos culturales dirigen  los adultos a las nuevas generaciones. 
            Estamos de acuerdo con Caldeiro  (2005) en que la infancia, como construcción de la modernidad, atraviesa una  crisis. La pedagogía que enseña a la sociedad qué es un niño, deberá revisar  si, a principios del siglo XXI, sus postulados dan respuesta a la realidad  actual.  
     
     
    1.1.2. Literatura infantil 
                Si el término infancia es difícil de  precisar conceptualmente, también lo es la llamada Literatura infantil o para  niños. Existen una gran variedad de enfoques, motivados por intereses dispares  de teóricos e investigadores, así como por la ambigüedad inherente al término  literatura y a lo que se considera “infantil” en cada época. Nieto Martín y  Fernández Pérez comentan al respecto, que algunos estudiosos rechazan la  existencia de la Literatura  infantil como género dentro de la literatura, mientras otros, reconocen su  tradición histórica y sus particularidades como fenómeno semiológico (2002:53).  Aunque el género infantil recoge gran variedad de textos y posibilidades,  aceptamos como válida la definición de Cresta de Leguizamón: “Se entiende por  literatura infantil toda obra, concebida o no deliberadamente para niños, que  posea valores éticos y estéticos necesarios para satisfacer sus intereses y  necesidades” (Citado por Nieto Martín y Fernández Pérez 2002:53). Gemma Lluch  dice al respecto: 
    Una literatura que además de proponer un  entretenimiento artístico al lector, busca a menudo crear una competencia  lingüística, narrativa, literaria o ideológica. Será todo aquello que se  publica en colecciones de literatura infantil y juvenil y que, por tanto, el  editor y el comprador deciden que lo es (2003a:8). 
    Marc Soriano afirma que la Literatura infantil, en  general, puede dividirse en dos grandes corrientes: la primera, traza el  recorrido de una infancia que él denomina “eterna”; el escritor se interesa en  mostrar el proceso madurativo de la niñez, concretamente, el descubrimiento de  la realidad y el despertar de la sensibilidad y sensualidad. La segunda, más  social y crítica, se ocupa especialmente de las dificultades que encuentra el  niño en su entorno. La escuela, la familia o los amigos funcionan como  ayudantes o antagonistas en el crecimiento (414).  
            La palabra infancia proviene del  latín infantia, que significa  literalmente “mudez”. El infante es, por tanto, el que no habla. Referirse a la Literatura infantil o  para niños, implica la transformación de este sujeto al que se le reconoce el  derecho a expresarse y se le ofrecen condiciones para hacerlo. Se trata de un  proceso largo en el tiempo, en el que la escuela sustituye a la familia como  artífice del aprendizaje (Goldín 2001). La reflexión crítica sobre la Literatura infantil se  produce debido a la escolarización obligatoria en los distintos países de  nuestra órbita cultural, al desarrollo editorial producido en el período de  entreguerras del siglo XX y a la aparición de entidades destinadas al fomento  de la lectura. 
            El comprador adulto ejerce de  intermediario entre el niño y el libro facilitando o no el acceso del pequeño  al consumo de determinados textos. Por tanto, una de las características de la Literatura infantil es  que está dirigida, en realidad, a dos destinatarios diferentes y en ocasiones  incompatibles, pero igualmente decisivos. Al respecto comenta Soriano que hay  una Literatura infantil otorgada por el adulto y otra, conquistada por el niño.  Numerosos títulos no fueron escritos para niños y sin embargo, han sido  adoptados por ellos. Es el caso de Las  aventuras de Gulliver o Robinson  Crusoe. El cambio de consideración de este tipo de obras (de adultas a  infantiles) conlleva problemas de juicio sobre su identidad, ya que implica la  adaptación del original, según la ideología asociada a la infancia que  predomina en cada época. En el caso de Los  viajes de Gulliver, sólo el primero a Liliput ha entrado en la categoría  infantil (Colomer 1998:34). 
            La mayoría de los autores está de  acuerdo en situar el origen de la   Literatura infantil moderna en la evolución de los cuentos de  hadas. La fantasía, que se ha erigido como el género típicamente infantil,  sustituyó a partir del siglo XIX a los textos morales y pedagógicos que  tradicionalmente se habían dedicado a los niños. La crítica anglosajona precisa  que su nacimiento está relacionado con la concepción victoriana de la novela  como lectura familiar. Hughes indica que la falsedad de una división entre tipos  de ficción que relegó a la   Literatura para niños fuera del plano de la consideración  literaria, no es más que una actualización del debate decimonónico sobre la  validez de  la ficción fantástica frente  al realismo (Citado por Colomer: 51). 
            Una de las características de  determina al público infantil es que se renueva constantemente. Cada  “generación” de lectores dura aproximadamente diez años (divididos por las  editoriales a su vez, en franjas de edad según intereses), desde que comienza a  tener un contacto habitual con el libro, hasta que sus gustos se modifican en  la adolescencia. Se trata, por tanto, de un público de memoria limitada. Por  eso, son los adultos quienes actúan estableciendo una pauta de lectura y una  fidelidad a un determinado autor a través de los años. Hacemos esta apreciación  porque a lo largo del análisis de la producción de Fischer veremos que los  adultos son continuamente interpelados como mediadores de la continuidad del  personaje y su obra.  
    1.2. Marco teórico de la investigación 
                Adoptaremos como marco teórico de referencia general  la propuesta de Gemma Lluch (2003   a) para el análisis de textos narrativos de Literatura  infantil (aunque algunos de los libros de Fischer sean poemas o canciones) y  tomaremos algunas sugerencias de Santiago Nieto Martín y Josefa Fernández Pérez  (2002) en los que se refiere a la interpretación y clasificación de los  “valores” en este tipo de literatura. El comentario textual será complementado,  cuando lo consideremos relevante, con un análisis de algunas ilustraciones y  del libro en su conjunto, según la   Teoría de la Multimodalidad, expuesta por diversos autores.  
            Elegimos un criterio numérico para  organizar los contenidos que presentamos. En los apartados denominados A, B y C  incluimos una breve descripción social, política y cultural de las décadas en  las que fueron publicados los libros que analizamos, además de referencias a la  biografía del autor o de las circunstancias en las que realizó la escritura.  
             
  1.2.1. La propuesta de análisis de Gemma  Lluch 
                Esta autora presenta un método de  análisis que aborda el objeto de estudio desde tres niveles de análisis. En el  primer nivel tiene en cuenta aspectos pragmáticos como: la sociología de la  literatura, la historia del libro, la concepción de la niñez (como uno de los  factores que condicionan la recepción y producción de los textos) o el estilo  de comunicación, que incluye un estudio de la mediación que hacen los adultos y  el mundo editorial entre el niño y el libro. Para estudiar estas relaciones recurriremos  además, a Cerrillo, Labranza y Yubero (2002).  
            El segundo nivel se ocupa de los  paratextos (portada ilustraciones, formato, etc.) que hacen del libro un objeto  “identificable” como producto para la infancia. Dentro de este apartado,  haremos referencia a las distintas ediciones de cada obra, señalando las  diferencias representativas entre una y otra.  
            El tercer nivel se sitúa ya en el  texto y sus particularidades literarias, teniendo en cuenta las relaciones  intertextuales y las experiencias culturales que ayudan a conformar la  competencia lectora del público. La elección, para su posterior estudio, de  capítulos, poemas o fragmentos de cada uno de los libros que integran el corpus  será libre, privilegiando ciertos aspectos y elementos significativos, en  detrimento de otros que consideramos también importantes, pero poco relevantes  para comprobar la validez de nuestra hipótesis. 
            Este análisis tripartito nos  resultará útil para poner en relación los textos de Fischer con la realidad  argentina de los últimos treinta años, teniendo en cuenta que la literatura es  un sistema sígnico organizado socialmente que no puede concebirse como un  factor aislado, sino implicado en la forma en que las sociedades se construyen  a sí mismas (Iglesias Santos 1994:346). En este sentido, tendremos  especialmente en cuenta la circunstancia por la cual los padres, en su labor de  crianza despliegan unas ideas previas sobre el desarrollo, las causas de la  conducta de sus hijos y sobre la educación. Rodrigo (1993) llama a estas  premisas “teorías implícitas” y lo que hacen es mediatizar los procesos de  interpretación, predicción y prescripción que intervienen en la formación de  los pequeños. Estas teorías funcionan tanto en la emisión como en la recepción  del mensaje literario y forman parte de la competencia comunicativa de los  participantes.  
    1.2.2. Análisis pragmático de valores 
                Los valores forman parte fundamental  de la ideología que una sociedad elige transmitir a los niños y por tanto,  contribuyen a dilucidar qué se considera “infancia” en un momento determinado.  Su estudio nos permite conocer las expectativas que las instituciones  dominantes tienen puestas en los niños, el grado de protección que establece  para ellos y las leyes que influyen en el contenido (Lluch 2003b:35). Nieto  Martín y Fernández Pérez realizaron una investigación cuyo objetivo fue poner  de manifiesto qué valores son transmitidos a través de la Literatura infantil.  Esta tipo de investigación tiene como marco el sistema educativo español a  partir de la LOGSE  y pretende abrir: “un campo que se sitúa equidistante entre lo formativo  cultural, el control del mercado editorial, la rentabilidad económica y el  poder de influencia social y empresarial” (2002:16). 
  El modelo de análisis que estos autores llevan a cabo,  parte de la concepción de que el sistema semántico (dentro del cual se  encuentran los valores) debe estudiarse desde un punto de vista pragmático. Se  sobrepasa así, el nivel léxico gramatical o nivel manifiesto, para llegar al  contenido latente, que requiere de una lectura atenta y analítica del texto.  Como afirman Nieto Martín y Fernández Pérez: 
    En el proceso de codificación y decodificación,  intervienen de forma básica, las actitudes, intereses, personalidad y valores  que emite el comunicado y de quien lo recibe. Todas estas características  personales y socioambientales inciden básicamente en el contenido mismo de la  comunicación (69). 
    Considerando la finalidad y objetivos de nuestro  trabajo, y teniendo en cuenta la variedad de perspectivas posibles, hemos  adoptado las cinco categorías de valores propuesta por Quintana (1998), según  la presentan Nieto Martín y Fdez. Pérez. Las cinco categorías son las  siguientes: 
    
      
        - Valores físico-vitales: un buen ambiente, la salud,  los recursos vitales, el sustento, la atención sanitaria, el espacio vital, la  vivienda…
 
        - Valores afectivo-psicológicos: la seguridad, la  satisfacción de las tendencias básicas, la posibilidad de amar y ser amado, la  autoestima, la adaptación social, el equilibrio y paz interiores, la salud  mental…
 
        - Valores socio-culturales: la posesión de los bienes  convenientes, la prosperidad, la justicia, la paz, la igualdad de  oportunidades, la amistad, la cultura popular, la familia, la libertad, la  educación, el empleo…
 
        - Valores ideo-racionales: el conocimiento, la ciencia,  la verdad, la experiencia, el orden la información…
 
        - Valores anímico-espirituales: la sabiduría, la  orientación cosmovisional, el amor, la espiritualidad, la moralidad, la  dignidad, la belleza, la religiosidad, la fe…
 
       
     
      
    Tomaremos cada uno de los libros de Enrique Fischer  como unidad de análisis global y después de cada comentario especificaremos los  valores predominantes que aparecen en el texto. Nuestro estudio no tiene  carácter computacional, por lo que la clasificación servirá de guía y nos  permitirá concluir qué tipo de valores privilegia el autor argentino en su  obra.  
    1.2.3. Análisis multimodal 
    Hay que conseguir que el  autor, el ilustrador, el fabricante de papel, el preparador de la tinta, el  impresor, el grabador y el editor, y que sé yo qué más, formen, en cierto modo,  una sola persona. 
      Ambroise Vollard 
      
                Para el análisis del libro como  “objeto” cultural utilizaremos como marco general de referencia, la Teoría de la Multimodalidad que  resulta especialmente significativa en el ámbito de la Literatura infantil.  Llamamos multimodalidad al “uso de diferentes modos semióticos y su combinación  en el ámbito socio-cultural, de los cual resulta un producto o evento” (Krees y  van Leeuween 2001:20). 
            Los elementos no verbales en los  textos multimodales no sólo ilustran la parte lingüística del texto, sino que  cumplen un rol fundamental en la construcción del significado. Por eso, si  comparamos textos que manejan un único modo semiótico con otros  multisemióticos, veremos que la capacidad de significación de estos últimos se  expande notoriamente. Nodelman mantiene que el significado de un libro  ilustrado sólo puede ser decodificado si se consideran tanto las imágenes como  las palabras (Nodelman 1988:221). Cada modo comunicativo transmite diferentes  significados: las palabras y las imágenes no son una repetición o un paralelo  una de la otra, debido a que cada una expresa de forma diferente. Podemos  afirmar entonces, que en el libro ilustrado participan dos canales de  comunicación y una única experiencia, sea esta de tipo informativo,  epistemológico o estético. El sujeto receptor queda singularizado en la figura  compleja de lector-espectador (Martínez Moro 2004).  
La ilustración es, a diferencia de la pintura libre,  un arte semánticamente vinculado a un texto y el grado de relación entre éste y  la imagen puede describirse en términos de una gramática. La morfología afecta  a la disposición de los objetos verbales y visuales. La sintaxis se ocupa de la  composición y de la naturaleza de la relación entre ambos (Kibédi Vargas 2000). 
     
     
    2. Pipo Pescador en la Literatura infantil  argentina 
    2.1. María Elena Walsh como precursora 
    Hasta la aparición de María  Elena Walsh (1930) en la escena literaria y teatral argentina, la literatura y  el arte infantil de aquel país estaba dominado por las canciones y poemas  folclóricos españoles y latinoamericanos y por los escritos para la escuela de  marcado acento moralizador.  
  Aunque Walsh posee una extensa  obra para adultos, la presentación en 1960 de su espectáculo infantil Canciones  para mirar en el Teatro San Martín provocó una conmoción. Esta “desenfadada  juglaresa” como la denomina Mª Adelia Díaz Rönner desató, siguiendo la  tradición inglesa de Lewis Carroll y las “nursery rhymes”, el uso lúdico del  lenguaje “entregando las palabras para que los niños dispusieran de ellas como  juguetes, hechos al antojo” (2005:720). Heredera del absurdo inglés y con una  predilección por el nonsense, Walsh  es la primera en dedicar una obra original, consistente y de calidad a los  niños. Así lo expresa la propia María Elena, citada por Origgi de Monge: 
    La literatura infantil es un arrabal, y un arrabal  desprestigiante. ¿Quién puede considerar que es escritor en serio alguien que  escribe para niños? A esta altura ya no me pasa, pero cuando empecé había muchos  prejuicios. En cualquier estudio formal de la literatura de cualquier país la  literatura infantil no entra. Pensá que Lewis Carroll ingresa en la historia de  la literatura inglesa cuando lo descubrieron los surrealistas, tardíamente  (2004:103). 
    Díaz Rönner señala las  principales aportaciones de Walsh: 
    -     Instala la función poética  del lenguaje en una escritura literaria hecha a propósito para niños. 
  -     Legaliza  a los niños como intérpretes y actores de sus textos literarios. 
    
      
        - Ignora el didactismo: sus textos son cosquillantes,  gratuitos, autónomos.
 
        - Desaloja los diminutivos como recurso textual  significativo.
 
        - Incorpora el humor en tanto refuerzo del disparate.
 
        - Permite el renacimiento del gusto por la poesía y la  canción popular en los niños.
 
        - Renueva la polémica sobre géneros mayores y menores en  la literatura y literaturiza desde la marginalidad y lo popular.
 
       
     
    Si bien es  cierto que no se interesa por el didactismo, sí se ocupa de resaltar  determinados valores para la infancia: el juego, el placer de la lectura, la  sensibilidad estética y el respecto por lo pequeño e indefenso, entre otras  muchas cosas.  
  Esta gran  escritora y música es la precursora clara y determinante de un tipo de artista  dedicado al público infantil en Latinoamérica. Su contribución marca un antes y  un después en la manera de entender la infancia. Es ella quien imprimió en el  ánimo de los escritores que quisieron dedicarse a los niños la idea de que la Literatura infantil era  un ámbito genuino de expresión, alejado de la trivialidad y la cursilería con  la que habitualmente se la trataba. Algunas de sus obras infantiles son: Juguemos  en el mundo (1960); Cuentos de Gulugú (1966); Versos para  cebollitas (1967); El reino del revés (1985); Tutú Marambá (1986); Dailan Kifki (1986); Manuelita ¿Dónde vas? (2002). 
  Fischer  reconoce y se empapa de la maestría de Walsh y, asumiendo como territorio  ganado las siete premisas anteriormente citadas, incorpora elementos de la  psicopedagogía y ensaya otras formas de comunicación con los niños más centradas  en la participación que en lo puramente perceptivo.   
  Además de  Walsh debemos mencionar a Conrado Nalé Roxlo (1898-1971) que escribió La  escuela de las hadas (1954), José Sebastián Tallón (1904-1964), cuyas  poesías disparatadas anteceden al reino del revés de Walsh, y a Javier  Villafañe (1909-1996) como pionero de la poesía infantil y el teatro de  títeres, entre otros.  
             
  2.2 Pipo Pescador, artista infantil  
    El proyecto de autor, cuando es posible descubrirlo,  circunscribe un mundo, pequeño o grande, en cuyo interior reina una ley  homogénea, una necesidad de tipo orgánico. Tener en cuenta las fronteras en  cuyo interior ha contenido su palabra un escritor es, ciertamente, darse la  posibilidad de discernir la figura particular de un arte. 
      Jean Starovinski  
      
                Pipo Pescador  es el nombre artístico de Enrique Daniel Fischer (Gualeguaychú, Argentina,  1946), nieto de inmigrantes alemanes del Volga, asentados en la provincia de  Entre Ríos. Enrique Fischer creó en  1972 el personaje Pipo Pescador, a partir de su apodo “Pipo” y de una  traducción de su apellido, Fischer, que significa “pescador” en alemán. Así  explica su comienzo Rosario Añanos, 
    Tiene 24 años y, desde hace cuatro, trabaja para los  chicos. Después de varias temporadas en salas ignotas, o no tanto, sólo unos  cuantos iniciados reconocen en Pipo Pescador, el único star del music-hall infantil.  La innovación, casi un divertido juego didáctico, no pasó inadvertida a la  eficaz Canela y a la especialista Marta Giménez Pastor. Se lo llevaron a la  televisión con su acordeón a cuestas, su casaca boulevardiere, sus libros de  psicología y, sobre todo, con su ángel. Sus osadías y su rutilante orquesta  beat confundieron a las autoridades del Canal 7. En 1969 animó 180 cumpleaños.  El mercado más exclusivo de psicoanalistas e intelectuales lo reclama. Pero  Pipo Pescador parece preferir otra popularidad. La que convoca en La Fabulosa, una modesta  cantina de Charcas y Bonpland donde anima insólitos almuerzos infantiles con  batería de cucharas, vasos y botellas de gaseosas. Su espectáculo Cantijuegue  '69 [Lámina 26] en el Teatro del Centro fue, para muchos especialistas, el  mejor de la temporada anterior. Este año, en el mismo escenario, Canticuenta  '70 desbordó lo imprevisible: suyas son las primeras canciones de protesta infantiles  que se conocen: "La mariposa vuela y no va a la escuela / la mariposa no  toma sopa / y si no quiere no se cambia de ropa..." Su versión del 'make  no war' se prodiga en abundante repertorio de canciones pacifistas como éstas:  "Todos los señores feos / que viven en los museos / tienen espada / y a mí  no me gusta nada / Es demasiado alargada / Tremendamente pesada / No sirve para  jugar / porque me puedo cortar / aunque esté muy lustrada / a mí la espada no  me sirve para nada” (1970). 
    Este personaje, que nace a mediados de los  años sesenta, sufre una serie de modificaciones hasta alcanzar la apariencia  que lo lleva a la popularidad, en los setenta. A lo largo de los veinticinco  años que analizaremos, la apariencia de Pipo Pescador continúa modificándose en  función de la época, de la edad de Enrique Fischer y de los contenidos que le  interesa destacar. El personaje de los años setenta tiene una serie de  elementos que lo identifican; los más prototípicos son la boina, el acordeón y  la paloma torcaz (Lámina1). La elección de estos tres símbolos tiene una  profunda raigambre cultural. La boina es propia de los campesinos de la  provincia de Entre Ríos, donde se encuentra el pueblo natal de Enrique Fischer.  La mayoría de estos campesinos pertenecen a familias inmigrantes europeas y  utilizan la boina como atuendo habitual. El acordeón a piano es también un  instrumento típico en la zona, especialmente entre las familias de origen  alemán e italiano y, siendo un instrumento europeo, sirve para tocar los ritmos  del litoral argentino. La paloma, adiestrada, evoca la magia, la naturaleza, la  libertad y, como no, la paz. 
  La obra de este autor funciona como una  suerte de crónica de la cotidianeidad infantil de los años setenta. A lo  largo de su carrera, Fischer fue inventando una canción o un poema para la  mayoría de las situaciones, objetos o sentimientos que forman parte de la vida  de un niño. Tiene canciones sobre el teatro, los actores, la butaca en  la que nos sentamos, los aplausos, las luces que iluminan la escena, la espera  impaciente antes de empezar la función, el telón, la despedida o el público.  Sobre la casa, la mudanza, el pájaro carpintero, el faro, la pesca, las  alfombras, los grifos, el descubrimiento de la Luna, los azulejos y el viento. Los barrenderos, la  bicicleta, el sueño y la vigilia, la piscina o los barcos de papel. En total,  250 canciones registradas y 20 obras teatrales.  
  Su discurso, y los valores que preconiza, son los de una clase media  progresista que ha tenido acceso a niveles de cultura, al pensamiento político,  a las ciencias sociales y al psicoanálisis, y que pretende mejorar las pautas  educativas que le dieron sus padres. Ese gusto por adentrarse en la modernidad  se encuentra en tensión con la cultura tradicional en la que Fischer se crió y  es precisamente la necesidad de superar esa tensión, la que impulsa su creación  artística. 
  Es importante aclarar que Fischer es un  artista (escritor, músico, pintor) que utiliza la escritura como un medio más  de expresión. La mayoría de su obra nació para ser ejecutada en el teatro, en  contacto con los niños, y en ello radica su valor. Se trata de una obra que  cobra vida y se actualiza cada vez que Pipo Pescador se sube a un escenario. Al  respecto señala Jorge Romero Brest crítico de arte argentino,  
    Lo que distingue a unos  (artistas) de otros es la intencionalidad de la conciencia, según apunten a la  imagen como "cosa" que se logra de una vez para siempre, o como señal  de una verdad en proceso que por ello nunca es "cosa" y revierte  sobre quien la imagina (1967). 
    Fischer desarrolló su labor en el teatro, en  el cine y en la televisión. Lo más importante para él siempre fue la  comunicación con los niños y la respuesta que éstos podían darle. Ejemplo de  esta actitud es que al terminar uno de sus programas de televisión, colocaba la  mano en la cámara (para que apareciera en la pantalla) y los niños pusieran la  mano de ellos sobre la suya y tuvieran la ilusión del contacto.  
            Pipo Pescador es un personaje adulto que rescata el juego y  la poesía del ámbito puramente infantil. Posibilita a los adultos la liberación  del acartonamiento emocional  en que  normalmente se encuentran. Esta es la gran apuesta de Fischer como autor:  presentar hechos artísticos para toda la familia, para todas las edades. No  subestima ni al niño, ni al adulto y siempre confía en aquello que pueden hacer  juntos. Por eso, analizar lo que Fischer considera “infancia” a través de su  obra literaria, implica también dilucidar qué considera territorio “adulto”. 
A partir del  nacimiento del personaje, Enrique Fischer será conocido en Argentina por su  seudónimo artístico. Su verdadero nombre queda olvidado y comienza a fundirse  la imagen pública con la privada. Durante  los años de mayor exposición mediática, Enrique Fischer cultiva la  identificación entre su imagen y la del personaje, pero a partir de 1995  intenta modificar una realidad que comienza a incomodarlo y en todos sus libros  aparece la aclaración: “Pipo Pescador es Enrique Fischer”. Esta precisión se  mantendrá hasta la actualidad, aunque no ha logrado cuajar en el público, que continúa  asociando la imagen de la persona “Enrique Fischer” con el nombre “Pipo  Pescador”. A medida que pasan los años, las características del personaje se  han ido simplificado tanto que sólo conserva como rasgo propio la boina. Y es  ésta la que funciona como disfraz, transformando a Fischer en Pescador.  
En la actualidad, la imagen de Enrique Fischer y la  de Pipo Pescador se han fusionado completamente. Es tan sólo la elección de uno  u otro nombre, la que  mantiene la diferencia  entre el ámbito público y el privado. Cada vez que Fischer escribe, toca música  o pinta es Pipo Pescador, porque Pipo Pescador es la parte creativa y lúdica de  este autor entrerriano.  
    3. Años 60 y 70. Primeras obras  
    La década de  los sesenta trajo consigo una nueva forma de ver la vida. La juventud, cansada  de unos moldes que limitaban su campo expresivo, comenzó a liberarse  propugnando otros valores y actitudes, tanto en el ámbito político como en el  artístico. Así nace el movimiento hippie en Estados Unidos que se extiende por  Occidente adaptando sus características a la idiosincrasia del país en el que  se asienta, pero conservando el mensaje de paz, amor, música y vida  comunitaria. La estética pop, con Andy Warhol a la cabeza y la psicodelia, asociada  al uso de estupefacientes, serán otras de las corrientes populares entre los  artistas. 
  Las visitas al  psicoanalista se transformaron en parte de la vida cotidiana de la clase media  argentina. Psicoanálisis, feminismo militante y liberación sexual gracias a la  píldora anticonceptiva, fueron determinantes en la revolución social de aquel  momento. El movimiento de mayo del 68 en Francia, tuvo su correlato argentino  en el Cordobazo (1969) insurrección obrera y estudiantil en oposición al  régimen dictatorial de Onganía, del cual surgió un movimiento obrero  fortalecido y un clima favorable al nacimiento de partidos y asociaciones de  izquierda, entre los que se encontraban “Montoneros”, grupo guerrillero afín al  general Juan Domingo Perón. La Revolución Cubana y la Guerra de Vietnam fueron  dos hitos decisivos en la configuración del pensamiento mundial y  Latinoamericano.  
  Paralelamente a estos cambios políticos se  gestaba una revolución en el terreno artístico alimentada desde las  universidades y el Instituto Di Tella, que convirtió a Argentina en unos de los  países a la vanguardia del teatro y de las artes plásticas. Si bien este  crecimiento artístico estaba ligado a una intelectualidad que abogaba por la  libertad expresiva y de pensamiento, aparecía disociado del panorama  estrictamente político.  
            El  Instituto Di Tella, situado en Buenos Aires y creado en 1958 por la Fundación Torcuato  Di Tella, tenía el propósito de promover el estudio y la investigación de alto  nivel referida al desarrollo científico, cultural y artístico del país, sin  perder de vista el contexto latinoamericano. El Instituto Di Tella se  transforma así, en centro obligado para todos los escultores, pintores,  rockeros y actores que presentan sus ideas, en absoluta consonancia con lo que  se estaba haciendo en Nueva York o París. El espacio que rodeaba al Instituto  era conocido por todos como “La manzana loca” pues proliferaban a su alrededor  las reuniones de artistas, el teatro de calle y el aspecto siempre vanguardista  de sus habitantes.  
            Una de  las principales aportaciones estilísticas del Di Tella en el campo teatral fue  la eliminación del espectador pasivo, integrando al público como parte de la  obra. Los nuevos poetas buscaban mayor contacto con el público y debido a eso,  proliferaron los recitales colectivos al aire libre o en auditorios. La música  adquirió fuerza como elemento poético y se utilizó la canción como forma de  hacer llegar la poesía al público. Así muchos poemas fueron musicalizados  buscando ampliar con ello la sonoridad de las palabras.  Esta  colaboración entre música y poesía será una de las bases sobre la que se  asiente la obra de Enrique Fischer. Las exposiciones, happenings y espectáculos  teatrales alternativos se suceden ante la estupefacción de una sociedad que  comenzaba a despertarse. Proliferaron los cafés-concert y los sótanos y  buhardillas en donde se hacían obras de teatro. Con Juguemos en el mundo de 1971, María Elena Walsh inauguró el género “recital” que había conocido  durante su estadía en París. Se trataba de una secuencia de canciones más o  menos relacionadas con intercalados textuales en medio. Fischer continuará esta  tradición y en ella basará gran parte de su carrera teatral. 
            La  historia política de la   Argentina es compleja y excede el alcance de esta investigación.  Sin embargo, es importante señalar el continuo avasallamiento que sufrieron los  gobiernos democráticos desde el poder militar que, en repetidas ocasiones, se  alzó imponiendo dictaduras. El 24 de marzo de 1976 comenzó el llamado Proceso  de Reorganización nacional que, apoyado por Estados Unidos para evitar el  teórico avance del comunismo, implantó un régimen del terror hasta 1983. Esta dictadura  supuso para Argentina, no sólo la desaparición y el asesinato de miles de  personas, sino un retroceso en diversos campos como el educativo, el artístico  o el intelectual, que se vieron cercenados y silenciados. El proyecto de  construcción de un país rico en pensamiento y en manifestaciones culturales  terminó de evaporarse. La situación económica entró en una crisis imparable que  se acentuó en los gobiernos posteriores. La educación pública entró poco a poco  en decadencia debido al recorte en sus presupuestos, a la persecución de sus  profesores y a la manipulación ideológica a la que se vio sometida.  
            Mención  especial merece la impronta que el psicoanálisis tuvo desde los años cincuenta  y especialmente en las décadas del 60 y 70 en Argentina. En 1941 César Civita  funda Editorial Abril y  Enrique Butelman  y Jaime Bernstein, Paidós en 1944. Ambas se dedican en sus comienzos a publicar  libros en torno a temas psicológicos, especialmente Paidós, que en 1945 edita Conflictos  del alma infantil de Carl Jung, con prólogo de Marcos Victoria, que años  después sería el primer director de la carrera de Psicología de la Universidad de Buenos  Aires. Le siguieron El arte de amar y El miedo a la libertad de  Erich Fromm y La personalidad neurótica de nuestro tiempo de Karen  Horney, que alcanzaron un gran éxito. A mediados de los años sesenta la  psicología y el psicoanálisis habían alcanzado un gran desarrollo. Entre 1945 y  1960 el 80% de los títulos publicados se relacionaba de una forma u otra con el  psicoanálisis. Abundaban las revistas médicas sobre el tema y los semanarios de  circulación masiva comenzaron a incluir habitualmente notas de psicología. El  poeta peruano Alberto Hidalgo, bajo el pseudónimo Dr. Gómez Nerea, lanzó una  colección titulada Freud al alcance de todos y el diario Crítica incluyó una sección en la que un psicoanalista interpretaba los sueños y  narraciones que los lectores enviaban.  En 1942 se fundó la Asociación Psicoanalítica Argentina que  contribuyó enormemente a su difusión a través de la Revista de  Psicoanálisis. 
            De manos  de Paidós, especializada en psicología y educación, se consolida la presencia de  una serie de disciplinas sociales como la pedagogía, la psicología y la  sociología que suponen la creación de un nuevo vocabulario que comienza a  circular en la clase media argentina y que configura una forma de pensamiento  común.   
            Enrique  Butelman, creador de Paidós y médico psicólogo, señala con respecto a su  proyecto editorial: “Pensábamos editar para formar una sociedad más sana y más  justa” (Citado por Blanco 2006:94). Se pretendía entonces interpelar a un  público de profesionales como encargados de liderar un humanismo científico  capaz de reformar la sociedad. Esa era la intención de Gino Germani cuando  dictó el curso “Psicología social para educadores: naturaleza humana y cultura”  (1952) o en la presentación de un curso general de Sociología en el que decía: 
    Se tratarán los temas fundamentales de la sociología  actual, encarándolos esencialmente desde la perspectiva de las relaciones entre  escuela y sociedad. Su propósito es el de proporcionar a los educadores los  esquemas sociológicos necesarios para una comprensión adecuada de lo problemas  sociales contemporáneos tales como se reflejan en la infancia y la  adolescencia” (Citado por Blanco 2006:95). 
                En  el campo de lo infantil, que por supuesto adquiere una importancia inusual  hasta ese momento, la pedagogía actúa como referente. Los estudios cognitivos  de Piaget (1971) permitieron entender cómo se desarrollan las estructuras de  pensamiento durante la infancia y esto promovió un nuevo tipo de enseñanza que  debía adecuarse a las etapas de desarrollo. Comenzó así la división de los  libros infantiles en bloques de edad. Como señala Colomer: “Los libros  intentaron responder al postulado de una naturaleza activa del aprendizaje y a  la concepción de un deseo, natural por parte de los niños, de construcción del  sentido a partir de material motivador” (1998:69). 
  Se hacen  muchísimos progresos en educación y Argentina se sitúa a la vanguardia en  cuanto a metodología y didáctica. Es en ese contexto que Fischer solicita la  participación de la pedagoga Mirta Goldberg como asesora de su obra infantil,  pues considera  esencial la supervisión de una profesional que avale la idoneidad de su mensaje. Ella se encargaba de leer los textos  antes de la publicación y hacía acotaciones al margen o participaba de las  reuniones con el equipo de producción de las obras teatrales y daba su opinión  sobre cómo llevar a cabo más eficazmente la comunicación con los niños. Esta relación laboral duró hasta 1977,  momento en el que Fischer se siente más seguro y comienza a ver innecesaria la  acreditación psicopedagógica, aunque siga valorando los conocimientos aportados  por esta disciplina.   
     
     
     
    3.1. Colección:  Los libros de Pipo Pescador (1975)
      
    Esta colección denominada “Los libros de Pipo  Pescador” es una de las primeras, dedicadas a un personaje infantil en la Argentina. En la  contratapa de cada uno de los libros, y como diseño identificativo, aparece una  ilustración del autor, en la que figuran sus tres símbolos (la boina, el  acordeón y la paloma) con la intención de ir creando una mitología en torno al  personaje.  
  Cada libro está dedicado a un color primario:  amarillo, rojo, azul y blanco. Esta separación por colores responde a una  estética pop-art, característica de los años setenta, que Enrique Fischer llevó  al ámbito infantil, tanto en la vestimenta de su personaje, como en sus libros  o discos (su primer disco fue de vinilo de color amarillo).  
  Uno de los rasgos característicos de su  producción es que traslada elementos estéticos reservados a los adultos, como  por ejemplo la psicodelia, al mundo infantil, que hasta el momento había estado  dominado por una concepción edulcorada y kitsch. 
  En ninguno de los cuatro libros se hacen recomendaciones sobre la edad  de los lectores. Al respecto señala Pierre Bordieu (2000) que la división por  edades forma parte del poder cultural, que busca imponer límites y producir un  orden en el que cada uno ocupe su lugar. Fischer siempre fue reacio a estas  fragmentaciones, pues las considera artificiales y homogeneizadoras.  
  Las portadillas están compuestas por una  página doble con fondos de colores que cambiarán según el libro de que se  trate. A la izquierda, una ilustración que muestra a Pipo Pescador leyendo  solo, en un campo, rodeado de dos palomas y un escarabajo. En el cielo, una  nube y a la izquierda un poema alusivo al color.  
    Este libro está dedicado  
      al color amarillo, 
      para que se alegre el Sol 
      y la flor del espinillo. 
                                                           [De El libro amarillo] 
    Esta hoja es toda azul 
  y si la mirás profundo 
  verás que tiene escondidas 
      todas las aves del mundo. 
                                                           [De El libro azul] 
    El rojo baila en el fuego 
      y en la rosa cuando hay viento; 
      le dedico estos poemas 
      y me quedo muy contento. 
                                                           [De El libro rojo] 
    Esta hoja, toda blanca, 
  es de azúcar, es de sal; 
      es de harina, es de espuma, 
      de paloma o de cristal. 
                                                           [De El libro blanco] 
    Los cuatro poemas hacen alusión al folio o al libro  que los contiene. Este juego metatextual, frecuente en los cuatro libros,  produce un continuo diálogo entre el texto y su soporte, que se extiende a la  relación entre los personajes, los editores y el autor. 
  La imagen de la portadilla es muy sugerente y  sumerge al lector en un clima de calma e introspección. La poesía, con estética  de haiku, relaciona el color del libro con entidades naturales, como el sol o  las flores. En la segunda página (de todos los volúmenes de la  colección) aparece una carta de los editores a Pipo. Se trata de una  “declaración de intenciones” de parte de la editorial, que cree necesario fijar  en formato libro, los textos, juegos y canciones que Enrique Fischer había  difundido oralmente, desde el teatro.  
    Tenemos que hacer un poco de  historia. Primero nos gustó escucharte y hasta ponernos a jugar. 
    La referencia a la “historia” es útil porque  demuestra que esta colección funciona como recopilación de los escritos más  importantes de Fischer desde el año 1972 hasta 1975. Los editores hacen  “historia” y narran las condiciones de recepción de la obra, marcando la  oralidad que la identifica y la participación en la misma de los niños y de los  adultos, que se sienten interpelados junto a sus hijos.  
    Porque aunque grandes, nos sentíamos un poco “semilla  chiquita” o un alumno más de tu profesor de vuelo”. Ser los “papás canguros” o  bañarnos en el “arroyito de la pared” que salía de tus poemas. 
    La utilización del hecho artístico como  motivo de comunicación y unión entre padres e hijos será una de las constantes  en la producción de Fischer, que ya en 1975, será anunciada por los  editores.  
    Descubrimos que es lindo y que podemos. Que cantando  nos acercamos más a nuestros amigos, a nuestros hijos. 
    La obra de este autor está destinada a los  niños, pero también incluye a los adultos, como posibles destinatarios. En este sentido, Enrique Fischer ha manifestado que según su concepción, el  arte, al igual que una puesta de sol, tiene que ver con categorías de estética  y armonía propias del ser humano y que pueden ser captadas por cualquier edad.  Lo que sí existen son temáticas, contenidos o intencionalidad de la obra, más  afines a un adulto o a una niño. La marca oral característica de la producción  de Fischer está relacionada con el carácter musical de la mayoría de los  textos. El acordeón a piano de Pipo, llamada Cirila, funciona como sello y  acompañamiento de este juglar. Cualquier poema es susceptible de transformarse  en canción y por tanto, de incluir el cuerpo y su expresividad en la dinámica  artística. En la obra de Fischer los textos viajan de la oralidad musical, que  incluye el movimiento, a la quietud intelectual del libro. Cualquiera de estos  espacios le son propios y genuinos.  
  Los editores despiden la carta enumerando a  los “que jugaron con el color”, es decir, a los ilustradores del libro, de los  que sólo aparece el nombre como si de una pandilla de amigos se tratara. Y en  efecto, varios de ellos forman parte del círculo íntimo del autor. Lugar  destacado ocupa la mención al asesoramiento psicopedagógico de Mirta Golberg  (al que hacíamos referencia en el punto anterior).  
     
     
    3.1.1. El libro amarillo de Pipo Pescador 
                El libro amarillo  tiene en su portada una foto de Pipo Pescador  desperezándose en la cama (Lámina 2). Lo acompañan su inseparable boina (sin la  cual volvería a ser Enrique Fischer), la paloma, posada en la bandeja del  desayuno, y un libro abierto en el regazo. La escena matutina y cotidiana  ilustra el contenido del libro, que se ocupa de los tres momentos principales  del día: la mañana, la tarde y la noche. El libro en el regazo y el desayuno en  la cama producen un anclaje del personaje en una clase media ilustrada, con  tiempo para el ocio y que considera la lectura como un placer que requiere de  intimidad y sosiego. El respaldo de la cama de madera noble y antigua enmarca  la escena aportando un fondo tradicional al juego de colores y estética  setentista. Esta fusión entre la cultura tradicional de origen europeo y el  ingreso en corrientes estéticas contemporáneas es uno de los rasgos definitorios  en la expresión artística de este autor.  
      El Libro  amarillo es el más lírico y abstracto de la colección. Sus protagonistas  son entidades naturales con las que el ser humano se relaciona, pero que nunca  pierden el misterio que las rodea.  
    ¿Quién saca un sol amarillo 
      y una palomita blanca 
      de una galera muy negra  
      con estrellas dibujadas? 
    [De “La mañana”] 
    Los poemas muestran dos facetas de la realidad: una  tangible y habitual, como el desayuno, el parque, los balcones...y otra,  oculta, a la que solo se puede acceder mediante una percepción sutil, poética y  libre de cada acontecimiento. 
      
    ¿Quién pone escarcha en las piedras 
      como lentejuelas de agua 
      y al nogal humilde viste  
      con frutas abrillantadas? 
                                                                       [De  “La mañana”] 
      
    Y los ríos se detienen
    y esperan en sus remansos  
      que la tarde los adorne 
      con un moñito dorado. 
                                                                       [De  “El secreto de la tarde”] 
    Sólo en el  tercer poema aparece el ser humano como sujeto de la mirada, marcado en la  primera persona del verbo. El yo lírico describe sus emociones frente al mundo  y funciona así como transmisor de experiencia vital.  
     
    Siento que el río sigue andando
    la semilla va brotando 
      y el viento tiene voz. 
      Oigo la presencia de las  aves, 
      la sirena de las naves 
      y me lleno de emoción. 
                                                                           [De  “La marcha de la noche”] 
                  
  Los valores predominantes de esta obra son los  relacionados con la posición del ser humano en el mundo. ¿Cómo miramos? ¿Qué  nos identifica? ¿Qué costumbres tenemos? ¿Cuál es nuestra relación con la vida?  Nos referimos entonces, del grupo de valores afectivo-psicológicos,  ideo-racionales y anímico-espirituales.   
    3.1.2. El libro azul de Pipo Pescador
      
    La portada del  libro (Lámina 3) está ilustrada con una foto de Pipo Pescador arrastrando a su  silla Patadura. Esta silla, antigua, pertenece al mismo estilo tradicional de  mobiliario representado en El libro amarillo por el cabecero de la cama.  Pipo Pescador aparece vestido con pantalón oscuro, chaleco y camisa de colores.  La boina lo identifica.   
  En este libro,  la carta de los editores incorpora una pequeña historieta hecha con fotos y  dibujo. La secuencia comienza con una foto en la que Pipo Pescador aparece  sentado en la silla y, ante la llamada de los editores, acude raudo,  transformándose en dibujo. Este paso de la realidad a la fantasía será  ampliamente explotado en los años ochenta, sobre todo en videoclips. De esta  manera, se incorpora la imagen de Pipo Pescador a la ficción creada en torno al  libro y a la relación del personaje con la empresa editorial.  
  Las cuatro  historias del libro están escritas en verso. Algunas, tienen música y están  preparadas para la escenificación. Fischer se siente muy cómodo escribiendo en  verso. Lo utiliza cuando quiere escribir poesías o narraciones jocosas, como en  este caso. La primera historia “Aventuras con mi silla Patadura” está resuelta  en forma de historieta y en ella se representa a Pipo Pescador con su ropa  habitual de colores y a la misma silla de la foto de portada. Patadura es una  silla a la que Pipo Pescador “anima” con la misma lógica y naturalidad con que  un niño da vida a su muñeco preferido. Es como una extensión sensitiva de Pipo,  que es el único capaz de comunicarse con ella. Pipo y su silla viven una  situación desafortunada con la portera del edificio. Una sencilla escena cotidiana convertida en motivo de emoción y  aventura: la esencia del juego.  
    La portera no se dio cuenta de nada 
  y le puso encima una sábana mojada; 
  enjuagó un inmaculado camisón 
  y después se lo tiró sin compasión. 
  Patadura quedó casi sepultada 
  bajo una montaña de ropa mojada. 
¡Pobre Patadura, me miraba temblando 
      y sus patas flacas se iban aflojando! 
      ..................................................... 
      Me saqué la boina y la hice volar 
      y con todas mis fuerzas me puse a silbar. 
      La boina liviana remontó ligero 
      y salió por la ventana del lavadero. 
      -Qué raro un plato volador a la mañana! 
      -dijo la portera, y se asomó por la ventana. 
      Aproveché que Patadura era ligera  
      y nos escapamos por la escalera. 
    La aventura de Pipo y su silla recuerda los juegos de  detectives, cuando los niños se esconden para “vigilar” a los adultos. Fischer  coloca a Pipo Pescador, como protagonista de algunas historietas con la  intención de configurar los gustos y costumbres del personaje, que coinciden  con los de la mayoría de los lectores. En los años sesenta (y en la actualidad)  la clase media vive en edificios en los que una portera o portero hace las  tareas de limpieza, mantenimiento y, en ocasiones, servicio doméstico.  
“La bailarina  Serafina” escrita en forma de poema, narra la leyenda de la “primavera”, tal  como la imagina Pipo Pescador. Una bailarina frustrada, que luego quiso ser  modelo de peinados y que, finalmente, se convierte en pintora de la vida, es  decir, en la primavera. Este poema, a menudo escenificado en teatro, simboliza la búsqueda de la  identidad, entendida como la armonía entre lo que soy,  lo que hago y lo que ofrezco a los demás. 
    Mirando este papel blanco
    Serafina descubrió 
      que el blanco se queda solo 
      cuando no tiene color. 
      Decidió que la pintura 
      era su gran vocación; 
      pintaba todas las flores 
      una de cada color. 
      Cuando dice  “este papel blanco” se refiere a la página misma en que está inserta la poesía.  Así, en varios momentos (utiliza el mismo recurso en la portadilla, como  mencionamos anteriormente) el texto dialoga con el libro que lo contiene,  ficcionalizando el objeto “libro” y sus posibilidades. Como señala Colomer: “Se  busca evidenciar la relación entre el libro como objeto del mundo real y el  mundo de ficción que el libro proyecta.”(1998:94) 
      En el  “Romance del cucharón y la espumadera” vuelve al tema cotidiano, en este caso  amoroso, personificando los utensilios de cocina.  
    Un día (al cucharón) lo  invitaron a una fiesta cafetera, 
  y quedó enamorado de una linda  espumadera. 
      ...................................................................... 
      El cucharón del cuento tanto  en ella pensaba 
      que al saltar hasta el plato  toda la sopa volcaba. 
¡Cómo soñaba! ¡Cómo pensaba! 
¡Con cualquier cosa se  ilusionaba! 
    “La mona  Ramona” narra las vicisitudes de una mona “humanizada” que quiere ser artista,  hasta que, después de numerosas desilusiones, decide ser lo que siempre fue,  “una buena mona/sin luces de circo y sin cartelón”. Esta historia sería otra  versión de la búsqueda de la propia identidad, que finalmente, se encuentra en  las cosas más sencillas. El libro termina con una ilustración de la mona y de  Pipo Pescador (hecha en colaboración por dos ilustradores diferentes) como si  fuera una foto de ambos. En la parte superior izquierda de la página, figura  una dedicatoria de Pipo Pescador a la mona: “como recuerdo de su participación  en este libro, cariñosamente...” Aquí se mezcla nuevamente la realidad con la  ficción textual. El autor, en tanto personaje, se relaciona con sus propias  creaciones.  
  En estos  textos predominan los valores afectivo-psicológicos relacionados con la  búsqueda de la identidad, la autoestima y el equilibrio interno.  
    3.1.3. El libro rojo de Pipo Pescador
      
    Este libro  está pensado como un cancionero ilustrado. Incluye algunas de las canciones  que, en los años setenta, Pipo Pescador interpretaba en el teatro y auditorios.  En la mayoría de ellas, se incita a los  niños al movimiento, a la expresión corporal.  
  En la portada (Lámina  4) aparece Pipo Pescador jugando con dos cintas que forman parte de la  coreografía de la canción “Profesor de vuelo”, tal como se escenifica en el  teatro. Hay por lo tanto un constante  diálogo entre el libro y la escena, como dos ámbitos complementarios y  estéticamente dependientes.  
            “Semilla  chiquita” narra el crecimiento de una semilla, hasta convertirse en árbol. El  autor se identifica inmediatamente con la semilla, promoviendo el que los niños  también lo hagan. Así, los niños dramatizan su propio crecimiento, paralelo y  unido al de la naturaleza. 
    Semilla chiquita, blando  corazón; 
      muy quieto en la tierra sin  cielo estoy yo. 
      Semilla que empieza a buscar  calor, 
      panza redondita, brazos  hacia el sol. 
    A través de la  metáfora del árbol se explora la trayectoria del ser humano, que poco a poco  amplía su horizonte. 
    Yo quiero crecer; 
      mi rumbo es el Sol, 
      mi casa es el aire, 
      mi mano una flor. 
    En “Canción de  cuna de la flor de lino” Fischer escoge una flor íntimamente relacionada con el  campo argentino y uruguayo. Nuevamente la naturaleza acompaña románticamente  los ciclos humanos. El Sol y la   Luna, el Cielo y la   Tierra aparecen personificados en un tiempo mítico, al mismo  tiempo que se instaura una leyenda para la flor de lino. 
    Dicen que el cielo bajó
    a visitar a la Tierra 
  y le sembró flor de lino 
      para no verla tan negra. 
      La Luna tendió la cama 
      para que el Sol se acueste, 
      y el Sol no quiere dormir 
      si no ve a la flor celeste. 
      ...................................... 
      Si subís a un limonero 
      no esperés bajar naranjas; 
      si entrás en un gallinero 
      no hallarás palomas blancas. 
    Este final, de  reminiscencias de folclore español infantil, concluye la profusión imaginativa  desplegada a lo largo del poema. Como si la realidad irrumpiera de pronto,  marcando límites y finalizando el juego. Sin embargo, este anclaje en la  realidad, lejos de desanimar, aporta nuevas expectativas porque preconiza el  disfrute de las cosas tal cual son.   
            La  “Canción del manzano” continúa significando poéticamente, los objetos y  situaciones cotidianas. Una y otra vez se hace referencia al crecimiento de los  niños y a la función que desempeña la naturaleza en ese proceso. 
    El manzano es un árbol
    que a los niños es muy fiel: 
  regalándoles manzanas 
      los ayuda a crecer. 
    “Canción de  arena” narra el recorrido de una piedra hasta volverse arena por el desgaste  del mar. 
    La piedra bajó rodando, 
  rodando llegó hasta el mar; 
      la piedra era bailarina 
      y el mar la invitó a bailar; 
      bailó tantas marejadas 
      que se empezó a desgastar; 
      la piedra se volvió arena 
      y el mar siguió siendo mar. 
    La arena  recorre caminos hasta llegar a la ciudad, para formar parte de un edificio y  así volver a ser, de alguna forma, una montaña que se eleva sobre el mar.  
  La “Canción de  la alfombra” pone su atención en un elemento cotidiano que generalmente pasa  inadvertido.  
    Yo tengo una alfombra 
      debajo de mi cama, 
      cuadrada y sencilla, 
      con corazón de lana, 
      con tres manchas de helado 
      y una estrella de agua. 
    Los ciclos  naturales; la modificación de la naturaleza por el ser humano y la relación  profunda entre ambos son temas recurrentes en el libro, así como la instalación  de la percepción poética como fundamento de la escritura.  
            Los  valores predominantes en este libro son los ideo-racionales y los  anímico-espirituales. Se da mucha importancia a la sensibilidad, a la agudeza  de la mirada y a la capacidad lúdica.  
                         
    3.1.4. El libro blanco de Pipo Pescador
    Este libro es  el primero en el que Fischer presenta juegos con el lenguaje, como los  trabalenguas o las jitanjáforas. Este estilo desenfadado, surrealista y  humorístico será el que más tarde, cultive en  Libro loco o La magia de leer.  
  De pronto  y, en mitad de un trabalenguas, aparecen unas mariposas que, se nota  claramente, han sido dibujadas con un estilo y un trazo diferente a las  ilustraciones de la página en la que se encuentran. Una nota dice:  
    Estas mariposas se han escapado 
    de la hoja 18. El autor pide 
      disculpas y les asegura que  
      no volverá a ocurrir. 
                La  ruptura de las reglas habituales del código textual (personajes que “habitan”  el libro y se mueven libremente por él) es un recurso frecuente en los libros y  películas para niños de la actualidad, pero en la década de los setenta  resultaba inesperado y llamativo.  
  El capítulo  “Recetas” aúna instrucciones varias, desde cómo decorar un huevo duro a cómo  sacar punta a un lápiz o “hacer” una mariposa. Esta última, constituye uno de  los números teatrales clásicos de Pipo Pescador. En escena, una actriz  escenifica todo el poema, mostrando el proceso por el cual un gusano llega a  convertirse en mariposa. Aquí Fischer, a la manera de Cortázar en Manual de  instrucciones, re-significa comportamientos automáticos, otorgándoles una  relevancia insospechada de tintes surrealistas.  
            En “Las  Perchas” se presentan primero las ilustraciones, en formato cómic, sin texto,  de manera que los niños pueden comprender perfectamente el argumento, sin  necesidad de palabras. A continuación se encuentra el poema. Esta exploración  de las posibilidades narrativas del código gráfico resultan interesantes,  porque se trata de dos lenguajes diferentes. La imagen tiene mucha capacidad  para transmitir la posición espacial de los personajes, que constituye el nudo  argumental de la historia.  
            En  este libro los valores predominantes son anímico espirituales e  ideo-racionales, prestando especial atención a la valorización y conocimiento  de la realidad, la creatividad y el humor.  
    4. Los años 80: la experiencia española y el retorno  de la democracia 
    En  1981 Fischer comenzó en Argentina un programa de televisión protagonizado por  un nuevo personaje, Rocky Rock. Rocky recurría a una estética gótica y  carente de ternura, totalmente alejada del hippismo de Pipo Pescador. Era un  extraterrestre que se comunicaba con los demás sólo a través de la música,  cultivaba una planta carnívora y tenía un camaleón por mascota. Seis meses después de haber comenzado el  programa, la dictadura militar lo suprimió de la televisión alegando que “no  les gustaban las mariconadas”.  El intento resultó fallido y Fischer se radicó en España en dónde  continuó con el personaje Pipo Pescador, olvidando a Rocky Rock y su mundo. Sin  embargo, la actitud irreverente y menos  sentimental, forma parte de la   expresividad de Fischer y aflora en su obra cuando decide abandonar el  tono lírico y escribe textos satíricos, irónicos y críticos sobre una  cotidianeidad que, generalmente, observa poéticamente.  
  En España, en donde reside hasta 1984, trabaja  en el programa infantil “La cometa blanca” emitido por la primera cadena de  TVE, presentando sus canciones tradicionales. Por supuesto, evita  “El auto de papá” que ya habían popularizado  los payasos y que los niños españoles identificaban con ellos. También publica  historietas con el personaje Pipo Pescador en la revista Don Miki de la factoría Disney, durante varios números.  
  Cuando regresa a Argentina su inserción laboral se torna  difícil. Los cuatro años ausente del país, lo han dejado fuera del circuito  televisivo y teatral, en el que las reglas del juego comienzan a cambiar. Es a  finales de 1984 cuando puede retornar a la televisión con su programa: “Pan,  manteca y mermelada”  (el  último que realizará como protagonista hasta 2003) y al recital en vivo en el Circo  Rodas. Aunque continúa escribiendo, no publica obra nueva hasta 1986, en que  aparece Libro  de Cabecera. 
              El 10 de diciembre de 1983 Raúl Alfonsín  asume la presidencia de Argentina por voto popular y se enfrenta a dos retos  importantes: la consolidación de la democracia y el intento de superación de  una situación económica signada por la inflación y la deuda externa que hacía a  Argentina dependiente del arbitrio de los países centrales y del Fondo  Monetario Internacional. La llegada de la democracia supone un boom de  crecimiento en cuanto a cantidad y variedad de géneros publicados. Aparecen  editoriales especialmente dedicadas a la Literatura infantil y juvenil. Otras, ponen más  dinero que antaño en la producción para niños. Nacen las Ferias del Libro e  instituciones dedicadas a difundir la lectura entre los más pequeños como  CEDILIJ, Piedra Libre o Alija (Sección Nacional del IBBY), se realizan actividades  de capacitación docente y se instauran premios en torno al tema.  
  El  género infantil se frivoliza con la aparición de estrellas mediáticas femeninas  que, apoyadas por los canales de televisión, inician una explotación industrial  del espectáculo para niños. El cambio es profundo y definitivo. El artista para  niños ya no es un ser libre que puede emitir creatividad apoyado en su sola  decisión interior, sino que se transforma en la cara de una estructura  comercial que lo exhibe y lo convierte en mercancía. Hasta los años setenta la  televisión aún no tenía intereses en el bordereaux  del teatro y  Fischer hacía televisión, pero ninguna gran  productora le dictaba el contenido.  
  En  los ochenta surgieron también los canales dedicados exclusivamente a los niños,  que llegaban desde Estados Unidos como Discovery Kids o Disney Channel. Esto  desanimó e hizo declinar a los artistas con albedrío personal que no quisieron  pasteurizar sus ideas creativas en pos de armonizar con una campaña comercial.  Los creadores independientes fueron paulatinamente desapareciendo de la escena,  para ser reemplazados por “las rubias de botitas blancas” (en palabras de  Fischer) al estilo de Xuxa, Flavia Palmiero o Panam. Muchas de ellas reciclaban  sus carreras como vedettes del teatro  de revista o como actrices eróticas para dedicarse a los niños.  
  Cerrada  la posibilidad televisiva y, por tanto también teatral, Fischer se dedica a  escribir y a realizar espectáculos en las escuelas.  
    4.1. Canciones de oro (1985) 
                Desde su regreso y durante varios  años, Fischer se dedica a reconstruir a Pipo Pescador como figura infantil. Son  años en los que el autor hace balance de su carrera y decide qué rumbo le dará.  En este contexto surge Canciones de oro, una recopilación de sus canciones más  famosas de los años setenta, en un intento de establecer un nuevo punto de  partida desde el cual divisar lo hecho y lo que queda por hacer (Lámina 6). 
            El  interior del libro de Editorial Lagos es a dos tintas. Las hojas están  anilladas, como en un cuaderno casero. Este diseño, que otorga a la edición un  fuerte carácter utilitario y facilita la transmisión de una persona a otra a  través de la fotocopia, es típico de esta editorial, especializada en música.  El libro está evidentemente destinado al trabajo en el aula y al intercambio de  información entre los maestros. 
            La  portada presenta al personaje Pipo Pescador con sus atributos básicos: boina y  acordeón, pero con una estética sobria, que ha abandonado los colores  estridentes, el pelo largo y los detalles hippies. El acordeón, símbolo de la  música, es ahora blanco y sin  dibujos. La estampa de Pipo Pescador ha cambiado acorde al gusto de los años  ochenta. En la página quinta, encontramos una foto de Fischer vestido con traje  y corbata, estableciéndose así la correspondencia entre escritor y personaje,  realidad y ficción, que continuará en las ediciones de los años siguientes. El  prólogo, situado en la misma página de la foto, incorpora un dibujo de Fischer  en el que vemos los símbolos que durante años, han distinguido a su personaje.  
            El  título Canciones de oro implica una labor crítica de parte  del autor con respecto a su obra. Considera que estas canciones constituyen la  cima de su producción, lo digno de ser recordado. La denominación “de oro” hace  referencia, además, a la infancia como etapa ideal y absoluta, edad dorada del  ser humano. La reflexión sobre su propia obra y la capacidad de ésta para  servir a la infancia, será, a partir de este momento, una preocupación  constante en este autor que comienza a expresar públicamente su pensamiento a  cerca del niño y la sociedad.    
            A finales  de los años sesenta, Fischer comenzó a trabajar como profesor de música en  Buenos Aires, en tres jardines de infancia de vanguardia: el jardín “La Ronda” de Roberta Katz, el “Arco  Iris” y “El globo rojo” de Brígida Molguenrott (que trajo la técnica del parto  sin dolor a la Argentina)  En ellos, aprendió las últimas tendencias pedagógicas y de trabajo con niños.  Su concepción de infancia está íntimamente relacionada con esta experiencia en  las guarderías. En ese ámbito conoció la obra de María Elena Walsh que, como  apuntamos anteriormente, fue la primera autora que dio jerarquía al género  infantil en Argentina, con una obra sólida. En torno a las canciones y poemas de  esta juglaresa, se construyó una mitología del arte para niños, que dejó de  estar relegado a los cuentos fantásticos y el ámbito didáctico, para elevarse  como género a las más altas cimas literarias. Esta gran autora revolucionó la  literatura para niños ofreciéndoles una producción de gran carga poética, que  disfrutaban tanto los adultos como los pequeños. A esta maravilla literaria y  musical, el niño accedía como público tradicional, que contempla y disfruta lo  que se le presenta, pero sin participar activamente en ello. La obra de Fischer  incide justamente en ese aspecto, creando una nueva forma de relación con el  público. Frente a una propuesta artística cerrada, plantea una obra que para  “existir” plenamente, debe ser contemplada y completada por la vitalidad y el movimiento  de los niños. Así lo expresa Fischer en el prólogo: 
    Estas canciones están  destinadas a los niños movedizos y creativos. Cada una de ellas, intenta  sugerir un juego, una acción o interpreta sentimientos del chico de hoy, que es  el de siempre, más libre. 
    En esta cita Fischer hace explícita una de las bases  fundamentales de toda su producción: dejar siempre un espacio abierto para que  el niño ingrese en la corriente artística propuesta, y despliegue su propia  creatividad. De esta manera, el niño no es sólo espectador del hecho estético,  sino que se anima a prolongarlo. 
  Caveda, Moreno y  Garófano proponen el término “canciones  motrices” para “denominar la representación y el desarrollo de una serie de  habilidades perceptivas realizadas a través de canciones compuestas  especialmente para este propósito” (2004:15). 
 Como  comentamos anteriormente, Fischer se formó pedagógicamente en los jardines de  infancia que estaban experimentando las últimas tendencias pedagógicas, entre  ellas la de Jaques Dalcroze, que estima que el cuerpo humano se comporta  como  un instrumento musical y por tanto,  la melodía ejecutada sobre el cuerpo-instrumento lleva a una integración entre  pensamiento, sentimiento y acción. Fischer pone en práctica lo aprendido y crea  una obra capaz de colmar las expectativas rítmicas y estéticas de los niños.  Sus canciones trabajan simultáneamente aspectos cognoscitivos, motrices y  sociales.  
Creemos que es muy importante destacar que, si bien  estas canciones fueron creadas para jugar, de acuerdo con las propuestas  pedagógicas más modernas, y en este libro se presentan como herramienta para  padres y maestros, forman parte de la obra de un artista y pertenecen a un  ámbito distinto del educativo. El contexto original para su presentación es un  teatro y, por tanto, exceden la mera funcionalidad, aportando la magia, el  misterio y la capacidad de comunicación propias del arte.   
Cuando Fischer habla de “el chico de hoy, que es el  de siempre...” plantea la presencia de un elemento atemporal en la concepción  de la infancia, es decir, la existencia de un “niño eterno”. Es difícil otorgar  un carácter esencial a la infancia, alejado de las contingencias sociales e  históricas, que señalábamos como fundamentales para comprender su alcance, pero  por otra parte, sí existe un determinado tipo de “estructuras de larga  duración” que tal vez cambien en algún momento, pero que lo más probable es que  se mantengan invariables a lo largo de los siglos, por ejemplo las descritas  por Freud o Piaget (Soriano 216). De acuerdo con este último autor, Fischer  considera el juego y la creatividad como características inherentes a la  infancia, y por eso, estructura su obra en torno a ellos. El juego sería, por  tanto, unas de esas “estructuras de larga duración” de las que hablaba Soriano. 
    [Estas canciones] fueron escritas para mi personaje  Pipo Pescador y han sido seleccionadas entre muchas por los mismos chicos, que  a través del tiempo me han enseñado a evaluar su efectividad y el alcance  exacto de su mensaje. 
    La figura de Enrique Fischer empieza a tomar  relevancia y por primera vez establece, desde el texto, una jerarquía entre  autor y personaje. El prólogo constituye una declaración de intenciones y una  poética. Considera que la recepción de su obra está condicionada históricamente.  Sin el público-lector la obra no existiría o, mejor dicho, carecería de  sentido. La presencia del receptor es tan vital como la del autor. La firma del  texto es una reproducción de su escritura manuscrita, imprimiendo un carácter  testimonial y documental a sus palabras. 
  Aunque Fischer enuncia que las canciones “están  destinadas a los niños”, ellos son los receptores finales, los que se  beneficiarán de un contenido presentado (leído o cantando) por sus padres o  maestros. 
    Tengo la esperanza de que se conviertan en una ayuda  para quienes dedican horas de su vida a la infancia, para quienes ya se han  dado cuenta de que el juego, es la actividad fundamental de la vida. 
    Este es, una vez más, el deseo de Fischer: contribuir  a la educación infantil a través del arte y el juego. En este sentido, Walter  Benjamin comenta:  
    Porque el juego, y ninguna otra cosa, es la partera  de todo hábito. Comer, dormir, vestirse, lavarse, tienen que inculcarse en el  pequeño en forma de juego, con versitos que marcan el ritmo. El hábito entra en  la vida como un juego; en él, aún en sus formas más rígidas, perdura una pizca  de juego hasta el final (1989:94). 
    El carácter gratificador y placentero del juego es  admitido por los pedagogos más importantes. En el juego existe un predominio de  los medios sobre los fines, porque son acciones sin metas determinadas y  produce satisfacción realizarlas. Se trata de una actividad social y emocional  espontánea en el niño, pero orientada y dirigida culturalmente.  
  Cada canción del libro va acompañada de su  correspondiente partitura y, si es necesario, de dibujos pequeños que muestran  la mímica o coreografía a seguir. Los movimientos sugeridos son simples esbozos  que sirven como punto de partida para una expresión corporal libre.  
  Las letras de las canciones reflejan, mediante  recursos gramaticales como los pronombres, la relación entre los participantes  del juego y especifican sus reglas. Podemos hacer una primera división del  conjunto en los siguientes apartados, tomando como criterio qué tipo de juego  proponen.  
  a) Los niños funcionan como espejo de Pipo Pescador e  imitan o improvisan movimientos, de acuerdo a lo que ven. Generalmente este  tipo de acción se corresponde con una letra en primera persona. Los deícticos  que marcan esta primera persona se refieren al que canta la letra, ya sea Pipo  o los niños. Por ejemplo: “Voy a llamar al agua”; “Yo soy profesor de  vuelo”; “Yo quiero crecer, mi rumbo es el sol”.  
  b) Invitación al juego compartido. Comienzan con la  fórmula: “Juguemos a...” tan habitual en el vocabulario infantil o con verbos  en primera persona del plural. “Juguemos a tender la mesa”; “Viajemos en tren”. 
  c) Descriptivas o narrativas: (Aquí la participación  del niño está menos pautada y la primera persona puede referirse a un  personaje) “La tierra parece quieta, pero gira”; “Oso patinador, mil pruebas  quiere hacer...” “Un plato de sopa es agua de color”. “Tu butaca quiere ritmo,  de estar quieta está cansada.”  
  d) Instructivas. Cada una de estas canciones está  pensada para enseñar al niño a realizar alguna tarea cotidiana. “Tome el  cepillo, ponga la pasta...” “Si ustedes me escuchan/ con mucha atención,/ les  enseñaré como se hace un melón” 
  Los ritmos elegidos son variados: rock, marcha,  tango, milonga o canción.  
  Estas canciones comparten una serie de rasgos  comunes: se ocupan del cuerpo, del movimiento, de las sensaciones y de ciertos  patrones culturales que Pipo Pescador considera que el niño debe aprender. Sin  embargo, para precisar aún más los contenidos y facilitar el análisis, agruparemos  las más importantes en cinco secciones. De cada sección hemos seleccionado algunas  representativas. 
    4.1.1. Tareas cotidianas 
    Estas canciones han formado parte de la mayoría de  espectáculos teatrales de Pipo Pescador y están centradas en la transmisión de  la praxis cotidiana. “Tender la mesa” describe, a través de adivinanzas que los  niños deben responder, cómo realizar esta actividad. Comer en familia y con la  mesa correctamente tendida constituye para Fischer un presupuesto educativo  básico.  
    
      
    Juguemos a tender la mesa 
      y jugando vamos a aprender. 
      Sería una sorpresa sentarse a la mesa 
      y darse cuenta que falta el... ¡mantel! 
    Juguemos a tender la mesa 
      y jugando vamos a aprender. 
      Antes de sentarnos pensemos un rato 
      que toda comida se sirve en el... ¡plato! 
    Y así se  completa una mesa con copas, servilletas, tenedor, cuchillo, cuchara y panera  con pan. El estribillo resulta significativo: 
    Mamá yo te voy a ayudar 
      pero vos dejame jugar. 
    Niños colaborando en las tareas cotidianas y, al mismo  tiempo, reclamando cualquier ámbito como susceptible de ser jugado. Las  reivindicaciones de los niños son muy habituales en la obra de Fischer, que  como señalan Deleuze-Guattari “no escribe con recuerdos de la infancia, sino  por bloques de infancia que son devenires-niño del presente” (1993:169) y,  añadimos, sin dejar por ello de ser adulto.  
  Al igual que en España, en la Argentina de las décadas  del sesenta y setenta era la madre la encargada del hogar. Fischer no cuestiona  este modelo y refleja la situación arquetípica: la madre ama de casa y el padre  con trabajo fuera. En realidad los padres no interesan a Fischer más que como  contexto afectivo de los niños. En su obra no aborda temas conflictivos como  separaciones o peleas. La familia tradicional es más bien un marco estático y  descolorido en el que destacan los niños como emergentes sociales, capaces de  hacer frente y de modificar cualquier circunstancia.  
             
    
    Fischer propone una canción para entonar debajo de la  ducha. Va señalando diferentes partes del cuerpo y celebra el encuentro con el  agua. En el teatro se escenifica la acción previa al baño: desnudarse. Las  risas y la vergüenza provocan grandes revuelos entre el público que finge  quitarse la ropa, especialmente cuando Pipo dice: “Los niños se sacan los  calzoncillos y las niñas... las bragas”, mientras hace los gestos pertinentes.  Después comienza el baño. 
    Voy a llamar al agua 
      que es una amiga fiel, 
      que me llena de estrellas 
      rodando por mi piel. 
    Comienza en mi cabeza 
      trayendo su calor 
      y me baña despacio 
      cantando una canción. 
      Lerelé, lerelé, jo,jo 
      Lerelé, lerelé, jo,jo 
    En mi casa tengo la lluvia  
  y en mi plaza el sol está. 
      Es el agua que me hace sopa 
      y es el sol que me secará. 
    El agua es tan sencilla 
  hace el río y el mar 
  su hermana es el azúcar  
  y su prima la sal.” 
    El poema está construido contraponiendo dos espacios:  el interior (la casa, el baño) y el exterior (el parque, el sol). En la  intimidad, el milagro de la lluvia sin cielo y sin nubes y afuera, la  sociabilidad representada por la plaza y la luz. Una de las claves de la  poética de Fischer es su capacidad, principalmente a través de la comparación y  de la metáfora, de revestir de misterio y maravilla, objetos y entornos  cotidianos. El adjetivo posesivo “mi” delante de “casa” y “plaza”  delimitan el territorio del barrio, espacio esencial de la poética fischeriana,  especialmente en Buenos  Airesitos. 
  La “Canción para bañarse” comparte rasgos  estilísticos y temáticos con el poema de El libro amarillo, “El secreto de la tarde”. Repite  el recurso de la personificación para hablar de la naturaleza y vuelve a  mencionar la plaza como lugar de reunión infantil. 
     
        
                  
    
    “El auto nuevo”, conocida en España por la difusión  que de ella hicieron Los Payasos de la   Tele, fue escrita por Fischer a los 22 años, camino a la casa  de un niño al que iba a animarle el cumpleaños. En palabras del autor:  
    El niño estaba enyesado y yo quería inventar alguna  canción que le permitiera jugar  sentado  y participar. En el taxi camino a la casa, pensé a grandes rasgos la idea y  luego la terminé frente a los niños, dándole enseguida la melodía final (2007). 
    Su título real es “El auto feo”, pero hubo problemas  al inscribirla en SADAIC (Sociedad Argentina de Autores y Compositores de  Música) y Fischer debió cambiar “feo” por “nuevo”, en el momento. Hoy en día  también se la conoce por “El auto de papá”. Esta canción es la más famosa de  Pipo Pescador. Ha sido grabada con gran variedad de arreglos diferentes, ha  formado parte de anuncios publicitarios en varios países de Latinoamérica  y es utilizada por animadores y artistas infantiles.  
“El auto feo” y “Manuelita” de María Elena Walsh son  interpretadas una y otra vez en los jardines de infancia y colegios de  Argentina. Tanto, que ya se han convertido en parte del acervo folclórico  infantil y, con los años, la gente seguirá cantándolas sin recordar a sus  autores. Tan importante como la canción, es la coreografía que la acompaña.  Pipo Pescador juega con los niños, combinando un esquema básico (mímica de  conducción) con situaciones improvisadas. Los movimientos, las alusiones, los  chistes y los eventuales diálogos que tienen lugar durante la representación,  han ido evolucionando o incorporando elementos con el tiempo. A continuación  reproducimos, para su posterior análisis, las palabras de Pipo Pescador en la  parte dedicada a la canción “El auto feo”, durante el espectáculo “La magia de  leer”, que el artista presentó en Tomelloso, Ciudad Real, en Mayo de 2008. 
    Pipo  Pescador: -“Vamos a dar un paseo en el  auto feo. Abróchense los cinturones. Enciendan el motor y.... ¡partimos! 
    El viajar es un placer 
      que no suele suceder. 
      En el auto de papá  
      nos iremos a pasear. 
      Vamos de paseo 
      ti,ti,ti 
      en un auto feo, 
      ti,ti,ti 
      pero no me importa, 
      ti,ti,ti 
      porque llevo torta. 
    Toco la bocina 
      en cualquier esquina 
      para no hacer ruido 
      le pongo sordina. 
    Por el túnel pasará  (Pipo se agacha y los niños también al pasar  por el túnel) 
      la bocina  
      tocará, ti,ti,ti 
      la canción del ti,ti,ti 
      la canción del ta,ta,ta. 
    -Pipo  Pescador: Atención, semáforo. Esta es la  parte más aburrida de la canción, porque tenemos que esperar. Rojo, amarillo  y.....  
  -Niños: ¡Verde! 
      -Rojo, amarillo y... 
      -Niños: ¡Verde! 
      -Pipo  Pescador: ¡Atención! El camino está  lleno de baches y pozos. Pónganse un almohadoncito en el asiento. 
    (Cantan la  canción dando pequeños saltitos debido al mal estado de la carretera) 
    -Pipo  Pescador: ¡Zona de curvas!  
    (Cantan  moviéndose de un lado a otro, zigzagueando sin parar) 
    -Pipo  Pescador: ¡Se acerca una tormenta!  ¡Enciendan los limpiaparabrisas!  
     (Cantan cruzando los brazos, imitando el  limpiaparabrisas) 
    -Pipo  Pescador: ¡Frenen, frenen! ¡Un burro en  mitad de la carretera! Si el burro no hubiera hecho.... (Los niños  imitan a un burro) ¡lo hubiéramos pasado  por encima! 
    -Pipo Pescador:  ¡Frenen, frenen! ¡Una gallina en mitad  de la carretera! Si la gallina no hubiera hecho... (Los niños  imitan a una gallina) ¡la hubiéramos  pasado por encima! 
    -Pipo  Pescador: ¡Frenen, frenen! ¡Había una  jirafa en mitad de la carretera! Si la jirafa no hubiera hecho... (Los niños  intentan recordar algún sonido para la jirafa y no lo encuentran. Algunos se  miran, otros ensayan opciones. Risas generales y continúa la canción). 
    La letra es muy sencilla. Está basada en la  posibilidad de realizar acciones prohibidas para los niños, como conducir o  tocar la bocina sin parar. Sin embargo, la letra revela la importancia que da  Fischer al civismo, anunciando que pondrá una “sordina” que evite el ruido  ensordecedor. “El auto de papá” enaltece la diversión, la fiesta (simbolizada  por la torta, que es la tarta española) y la aventura. El viaje  transcurre con baches, tormentas, túneles, animales que pasan y la actitud es  siempre energética y alegre. La bocina anuncia la llegada del coche (y por lo  tanto del niño) llamando la atención y no dejando a nadie indiferente.  
  En la versión de los años setenta, no aparecía el  cinturón, ni por supuesto los animales, que fueron incluidos en los recitales de  Castilla-La Mancha. Esta capacidad de Fischer de adaptar su canción a los  diferentes contextos y costumbres muestra que sólo los autores pueden modificar  su obra y lograr que esta siga siendo la misma, porque lo hacen continuando un  estilo expresivo que les pertenece. 
  En los noventa, Fischer incorporó a la narrativa de  la canción una parada para pagar peaje.  En la giras por La Mancha  esta alusión fue eliminada, ya que en esta zona el pago del peaje no aparece en  el imaginario colectivo con la fuerza que lo hace en Argentina. Allí, hay que  pagar mucho dinero por entrar en autovías privadas que, a menudo, tienen baches  o están muy mal señalizadas. Aunque conserva algunos elementos básicos, esta  canción se ha convertido en una estructura abierta que permite a Fischer  liberar su inspiración. Ella es en sí misma un auténtico viaje, abierto a  nuevos acontecimientos. 
  El auto “feo” hace referencia al coche, que en los setenta,  se compraban las familias de clase media, al estilo del Citroen 2CV del padre  de Mafalda, el personaje creado por Quino. La mayoría de las familias, podía  aspirar a un modelo similar o a un coche de segunda mano, que posiblemente  tuviera el cuenta-kilómetros trucado.  Por eso, resulta irónico que haya tenido que cambiar el “feo” por “nuevo”, ya  que ese adjetivo, trastoca la intención con la que fue escrita.  
  Fischer reproduce una vez más la situación de la  familia típica de clase media. El que conduce y se ocupa del coche es el padre,  (al igual que en Mafalda) que es el que domina la tecnología. La crisis  económica, perpetua compañía de la sociedad argentina, aparece reflejada en la  preocupación por el peaje o el precio de la gasolina. Los niños argentinos viven  inmersos en la coyuntura económica y comparten el estrés de sus padres ante la  inflación y la inestabilidad política. En su obra de juventud, Fischer obviaba,  en general, cualquier alusión a estas problemáticas por considerar que hay que  preservar a toda costa la inocencia e ingenuidad de los niños, pero a partir de  su regreso de España, a mediados de los ochenta y en los noventa, fue  incorporando pequeños guiños, que en un contexto lúdico, reproducían los  discursos e inquietudes de los adultos que los pequeños oyen constantemente.  Esta nueva actitud, menos idílica, tanto para su elaboración del personaje Pipo  Pescador, como para el concepto que estaba manejando de infancia, coincide con  su denuncia de situaciones que él consideraba negativas para los niños y que se  estaban promoviendo desde los medios de comunicación.  
    
      
    Hace mucho rato que mi zapato 
  anda con ganas   de bailar 
  muy tímidamente mira a la gente 
      y no se anima a zapatear. 
      Mira hacia un costado, 
      salta al otro lado, 
      y toma fuerzas para zapatear. 
¡Arriba zapato! pato, pato, pato 
taco taconea tu canción 
      que aunque es muy ruidosa 
      linda y zapatosa 
      llena los piecitos de calor.  
      Zapatopatopato, hace un garabato 
      garabateando, garabateando, 
      garabateando con su rock. 
    Pipo Pescador pide a los niños que se pongan de pie y  que presten atención a su zapato (de los niños), que al parecer quiere bailar.  Una de las características psicológicas de los pequeños es que tienden a  proyectar en el afuera sus propias frustraciones o deseos. Si se golpean con  una puerta, lloran y es la puerta la mala. “Mala, mala puerta”  le dicen y después la golpean para que tenga  su merecido. La lógica de esta canción es la misma. Es el zapato el que desea  bailar, no lo niños. Son ellos los que se plegarán a los deseos del zapato, que  actúa como alterego. Así los niños entran en la dinámica del juego trasladando  la posible timidez al zapato. Se trata de una canción para comenzar el juego;  una canción de precalentamiento, por eso, es una de las primeras en todos los  espectáculos o sesiones de juego.  
    4.1.2. Culturales 
    Denominamos así a este  grupo de canciones porque reflejan el interés de Fischer por dar a conocer a  los niños rasgos e hitos de la cultura argentina y occidental del siglo XX.  
    
      
        
          
            
              - “Canción de Carlitos Chaplín”
 
             
           
         
       
     
      
    Preguntale a tu papito 
      si se acuerda de Carlitos 
      y pedile que camine 
      como Charlotte en el cine. 
    Un sombrero, bigotitos 
  y un bastón que hace piruetas 
  acompañan a Carlitos  
      si sale a dar una vuelta. 
    Era Carlitos Chaplinplinplin 
      un hombrecito 
      con corazón de chiquilín. 
    Un sombrero, bigotito 
      y su traje muy gastado, 
      la florcita de su risa 
      floreciendo en todos lados. 
    Un sombrero, bigotito 
      y un reloj siempre atrasado 
      que le hacía llegar tarde 
      aunque marchara apurado. 
    Era Carlitos Chaplinplinplin 
      un hombrecito 
      con corazón de chiquilín. 
    La canción comienza con la apelación a la memoria del  padre, con la invitación al diálogo y a la evocación de las emociones de la  infancia. Asociativamente, surgirán otros temas como el cine, el humor, la  ternura, la pobreza o qué le gustaba hacer al adulto cuando era pequeño. Se  pide explícitamente al adulto que imite a Chaplin, que juegue y se desinhiba.  La poesía acompaña e inspira movimientos y acciones: diseña al personaje en su  faceta motriz, psicológica y espiritual.   
  Fischer propicia la relación entre padres e hijos,  que entiende como una transmisión de afecto y de cultura. El recuerdo de la  propia niñez aporta sustancia y perspectiva a la comprensión de la niñez de los  hijos.  
    
      
    Yo te invento en el momento 
      un robot caminador 
      que haga todo lo que pidas 
      y que nunca diga no. 
    Yo te invento en el momento 
      un reloj que haga ti tac 
      y despierte a todo el mundo  
      a la hora de jugar. 
    Pájaro inventor 
  si tenés alas 
  para qué querés motor 
      Yo te invento en el momento 
      un caballo para andar 
      que galope muchas horas 
      y no quiera descansar. 
    Yo te invento en el momento 
  un cohete que haga ¡pum! 
      y se eleve por el cielo 
      hasta que se vuelva azul. 
    Pájaro inventor 
  si tenés alas 
  para qué querés motor 
    En el teatro, para interpretar esta canción, Pipo  Pescador abría y cerraba una de sus manos imitando un pájaro o extendía el  brazo balanceándolo como si fuera el péndulo de un reloj. El pájaro inventor  simboliza al niño que crea sus juegos de la nada, utilizando tan sólo su  imaginación y su cuerpo. Fischer caracteriza el juego como una construcción  efímera, cuya existencia depende sólo de la voluntad de los que juegan. No  existe antes y no existirá después. Participa del misterio del hechizo y de la  fugacidad del teatro. María Elena Walsh en “La Marcha de Osías” elabora  una especie de manifiesto sobre el juego, dejando clara su opinión. Tanto  Fischer como Walsh desechan el juego con “motor” o “a botón” y postulan la necesidad de tiempo,  imaginación y creatividad para que la magia se produzca. Como escribió Fischer,  
    tener muchos juguetes no implica tener el juego.  Cualquier objeto puede transformarse en lo que se desea, cuando el niño y el  objeto, convertido en juguete, pierden los límites y se fusionan en la acción”  (1998). 
    La parafernalia no  garantiza la diversión ni la sensibilidad necesaria para “animar” una rama. Fischer se  ocupa también de algunos de los deseos  más arraigados en los niños de las décadas del sesenta y setenta: tener un robot, ser astronauta o emular a los cowboys con sus caballos  veloces.  
    
      
    Yo te voy a enseñar un tanguito, 
      porque quiero que sepas bailar. 
      Vos mirá cómo se hace el pasito 
      y es seguro que te va a gustar. 
    Este tango es el guapo tanguito 
      y en mi barrio lo saben cantar. 
      Vos tenés que quererlo un poquito 
      y aprenderlo conmigo a bailar. 
    Bandoneón con guitarra y pianito,  
      este tango te van a tocar. 
      Mantenete más bien derechito, 
      las rodillas tenés que aflojar. 
      Este tango se baila en silencio 
      porque es simple y se puede embrollar. 
      Ha nacido en un barrio lejano, 
      donde el ruido no pudo llegar. 
    Bandoneón que te vas rezongando  
  un tanguito que es como un gorrión: 
      medio gris, medio azul, medio blanco, 
      dormilón, silbador y sencillo, 
      volador que se va hasta la luna, 
      y regresa a su barrio de sol.  
    En la obra de Fischer el tango ocupa un lugar  privilegiado, como fuente de inspiración y de identidad, por eso, escribe  tangos que los niños puedan comprender y sentir como expresión cercana. En  “Guapo tanguito” presenta algunos de los símbolos más arraigados de la  mitología tanguera: el malevo o el compadrito, el barrio, el bandoneón, la  guitarra y el piano, el baile en silencio, las piruetas con los pies, el arrabal  y el gorrión. Es decir, en la letra de este tango resume gran parte de la  cultura porteña. 
  El guapo es el habitante de los suburbios ciudadanos.  Es el gaucho que deja el caballo y emigra a las ciudades en busca de trabajo,  cuando los campos empiezan a estar alambrados y ya no se puede circular  libremente por ellos. En las pulperías (bares) se juntaban a beber, a tocar la  guitarra, a payar y a bailar ritmos criollos.  
  Las letras de tango de los años veinte tenían como  ambiente privilegiado el arrabal, pero a partir de los años treinta aparece el  barrio como espacio clave. El cantante Alberto Castillo hizo popular el tango  “Cien barrios porteños/ cien barrios de amor/ cien barrios porteños en mi  corazón” ,  que llevó a la gente de Buenos Aires a idolatrar la calle o la esquina en la que  vivía como su espacio urbano identitario. Cada barrio correspondía  tradicionalmente a una comunidad, etnia o nacionalidad. Ser de Buenos Aires  significa pertenecer a un barrio. En el imaginario tanguero, el barrio representa,  junto con la madre, la infancia perdida e idílica. Los amigos, el juego, la  ausencia de sufrimientos. Siempre está en el recuerdo como refugio de  felicidad.  
  El bandoneón es el instrumento fetiche del tango.  Popularmente, se dice de él que “rezonga” o que “se queja” (Hay un tango famoso  titulado “Quejas de bandoneón”). Junto a la guitarra y al piano forma la  orquesta básica para interpretar el tango. Mientras los músicos tocan, se hace  silencio y sin palabras, sólo con un gesto, el hombre invita a bailar a la  mujer que se “deja llevar” por su compañero. Los pasos básicos son sencillos,  alejados de la acrobacia para turistas que se muestran en los “boliches”. En  las milongas (lugar de encuentro) de los barrios la gente baila el tango con  seriedad y como única complicación los bailarines, en puntas de pie, cruzan una  pierna delante de la otra varias veces, mientras miran a los ojos de su  acompañante. Este movimiento se llama “firulete”. 
  El tango nació en el arrabal, donde terminaba la  ciudad y campeaban a sus anchas los perros y los bandidos. El gorrión es el  pájaro ciudadano por excelencia y aparece en numerosos tangos. Uno de los más  conocidos es “Melodía de arrabal” de Gardel, Battistella y Le Pera. “Barrio...  barrio.../ Que tenés el alma inquieta/ De un gorrión sentimental/ Penas...  ruegos...Es todo el barrio malevo/ melodía de arrabal.” 
  Fischer tiene como propósito acercar al niño al  tango, iniciarlo en sus símbolos, que experimente la sensación de bailarlo y  para demostrarle que es una expresión viva, crea para él tangos divertidos y  poéticos. Una vez más Fischer pasa por alto el hecho de que el tango es una  expresión eminentemente adulta por sus temas y su lenguaje y capta el  sentimiento tanguero básico que después traduce para los niños. Este traspaso  del mundo del adulto al del niño es típico en la obra de este autor.  
  Fischer escribió tres tangos infantiles: “Guapo  tanguito”, “Tango loco” y “Buenos Airesitos”. En los tres trabaja con la  mitología porteña y argentina y pone énfasis en el baile, porque como señala  Vidart  en su obra El tango y su mundo  el tango es antes que nada  y sobre todo una danza.  
    
      
    Yo soy fino, superfino 
      como un hilo de coser. 
      Tengo el corazón de  harina 
      y envoltura de papel. 
    Yo sé hacer casi de todo 
      lo que hay que saber  hacer; 
      si me tirás en el agua, 
      nadando empiezo a crecer. 
    Soy el alma de la sopa, 
      si quiero me doy el  pesto, 
      si alguien pide caldo  sólo 
      me hago a un lado y no  molesto. 
    Fideo, me dicen todos,  
  vos tenés que laburar, 
  pero qué quieren que le  haga 
  si a mí me gusta bailar: 
    Me bailo una milonguita 
      en Corrientes y  Esmeralda, 
      o taqueo a Santa Fe 
      para ver las minifaldas. 
    Fino, superfino... 
      con manteca soy un crack. 
      No tengo nada de “queso”. 
      Si vos querés me lo  echás. 
    Cercana al tango está su inseparable compañera la  milonga. El nombre milonga es un “afronegrismo que significa palabras” (Gobello  1999:17) y nació, como el tango, en las orillas de la ciudad. En esta milonga  Fischer presenta la caricatura de un compadrito apodado “Fideo”. Mediante un  elaborado juego de equivalencias semánticas, el autor hacer coincidir las  características de los guapos de los años treinta, con las de los fideos de  sopa. Esta letra es una de las más localistas del autor y para comprenderla hay  que conocer las costumbres argentinas a las que se hace referencia.  
  Fideo es coqueto y “superfino”. En Buenos Aires se  llama “finolis” a la gente de clase social acomodada, que a menudo utiliza el  prefijo “súper” ante cualquier adjetivo para mostrar su carácter  extraordinario. La “envoltura de papel” hace referencia a la venta de pasta en  los almacenes o en las “fábricas de pasta” (tiendas especializadas en la  elaboración de pasta fresca), protegida con papel vegetal. Esta costumbre se ha  perdido en parte, debido a la existencia de supermercados que ofrecen fideos  secos en bolsas de plástico, aunque los domingos sigue siendo habitual comer  tallarines amasados en la proveeduría más cercana. Los fideos en el agua  hirviendo crecen, al igual que se “crecen” los compadritos ante las dificultades.  
“Soy el alma de la sopa” es una construcción paralela  a “Soy el alma de las fiestas”. “Pesto” es una salsa hecha de albahaca, ajo y  piñones machacados con aceite, típicamente italiana con la que se condimenta la  pasta. “Dar el pesto” significa en lunfardo ,  superar o vencer a alguien. Ya Borges dejó claro en su repertorio de cuentos la  relación entre el malevo y su cuchillo en las refriegas de los barrios. Sin  embargo, Fideo es cauto y sabe mantenerse en su sitio. “Si alguien pide caldo  sólo/ me hago a un lado y no molesto”. 
Los guapos no tenían oficio fijo. “tenés que  laburar”, le dicen los amigos al personaje. “Laburar” es trabajar en lunfardo y  es una palabra de uso corriente entre los argentinos. Fideo baila milongas en  las esquinas de las calles más famosas del tango: Corrientes y Esmeralda, dos íconos  porteños. “Taquear” significa taconear, caminar o bailar. Fideo se dirige a la  calle Santa Fe, famosa en Buenos Aires por sus tiendas de ropa, a “mirar las  minifaldas”. Las mujeres son otra de las pasiones de los guapos y de todo  argentino que se dedica a “piropear” a las chicas lindas que pasan.  
    
      
    Por el túnel subfluvial 
      van cruzando a Santa Fe 
      tres soldados con tambores 
      pero ninguno los ve. 
    Por el túnel subfluvial 
      van corriendo una carrera,  
      un caballo de crin blanca 
      y una yegua muy ligera. 
    Por el túnel subfluvial 
  un camión lleva bomberos, 
      la sirena es tan chillona 
      que despierta al  tunelero. 
    Por el túnel subfluvial  
      van tres gatos a una fiesta 
      y rendidos de cansancio 
      se durmieron una siesta. 
    El túnel subfluvial “Hernandarias” inaugurado en  diciembre de 1969, une la ciudad de Paraná con la Isla de Santa Cándida en la  provincia de Santa Fe. Estuvo de moda durante los  años setenta y aún hoy es uno de los pocos  túneles que existen en el mundo con sus características. Fischer, que nació en  la provincia de Entre Ríos, cercana a Paraná, aprovecha el tema del túnel para  proponer un juego en el que hay que hacer mucho ruido. El arreglo de la canción  deja, después de cada estrofa, varios compases libres, para que el auditorio  incluya los sonidos. Los tambores de los soldados son los asientos del teatro,  que los niños aporrean con ambas manos. El galope de los caballos, es simulado  por los pies golpeando el suelo. Para la sirena de bomberos, Pipo Pescador  pedía al público que gritara con todas sus fuerzas y finalmente, los niños,  simulando gatos “rendidos de cansancio”, desaparecían acurrucados en el espacio  que quedaba libre entre las butacas. Cuando estaban escondidos se paraba la  música, se encendían las luces de sala y Pipo decía: “¡Qué pena! No ha venido a  verme ningún chico” y en ese momento, con un fuerte alarido, salían todos de  sus escondites.  
  Hoy, salvo para los que viven en la zona, el túnel no  tiene trascendencia especial. De la canción permanece el juego, aunque muchos  de los niños ni siquiera sepan lo que significa subfluvial.  
    
      
    Corazón marcha despacio, 
  no necesitás correr, 
      aunque vayas despacito 
      igual te voy a querer. 
    Cuando Amstrong fue a la luna 
  livianito se sintió, 
  en sus pies tenía alas 
  y ningún ruido escuchó. 
    En la luna había una piedra 
  y Amstrong la recogió, 
      lentamente y con cuidado 
      en su bolsa la guardó. 
    Era una piedra durmiente, 
  Amstrong no la despertó, 
      a su nave del espacio 
      le pudo silenciador. 
    A la piedra en un museo 
      la quisieron exponer 
      y aunque ella está dormida 
      todo el mundo la va a ver. 
    Uno de los grandes acontecimientos de los sesenta fue  la llegada (real o no) del hombre a la Luna. A Fischer le interesa la fuerza plástica de  la falta de gravedad, que transforma al ser humano casi en un pájaro y la  lógica poética que explica la inmovilidad y el silencio de las piedras, porque  están dormidas.  
    4.1.2.7. “Profesor de  vuelo” 
    Yo soy profesor de vuelo 
  y con sólo tres lecciones 
  les enseño a llegar al cielo 
      sin alas y sin aviones. 
    Tengo una cinta danzarina 
  que les hará demostraciones, 
      puede deslizarse por el aire 
      y no tiene miedo a los ciclones. 
    Tiene el corazón de raso blanco 
      y no se le moja cuando llueve 
      porque viborea entre las gotas 
      y juega a la ronda con la nieve. 
    Tengo otro alumno redondito 
  que todos los días cumple años, 
  tiene el corazón tan livianito 
  que ninguna pena le hace daño. 
    Antes era pequeño y arrugado 
  y con sólo tres soplidos 
  transformé su destino achatado 
      en otro redondo y colorido. 
    La otra alumna que les muestro 
  se llama pompa de jabón, 
      con sus cien hermanas igualitas 
      dura lo dura esta canción. 
    Corazón de raso blanco 
      transparente y en silencio 
      liviano como el papel 
      adonde escribí este cuento. 
    “Profesor de vuelo” aparece también publicada como  poema en El  libro rojo, pero es más conocida como canción, por eso, la analizamos  en este apartado destinado a la obra musical. Es habitual que Fischer publique  un mismo poema, cuento o canción en libros diferentes. Esta reutilización de  textos está relacionada con el reciclaje continuo del público infantil al que  hacíamos referencia al comienzo de nuestro trabajo y con la certeza de que el  paso del tiempo no modifica el disfrute que los niños pueden tener con  un juego o una buena metáfora. Lo que sí hace  Fischer es variar el estilo musical de algunas canciones, por ritmos más  actuales. Por ejemplo, la primera versión de “El auto feo” con arreglos para  orquesta, dista mucho de la interpretación disco de los noventa.  
“Profesor de vuelo” es una canción pensada para que  los niños jueguen con una cinta, un globo y pompas de jabón. En escena es Pipo  Pescador, o actores de su compañía, quien manipula los tres elementos, mientras  el público infantil permanece sentado mirando. La magia del juego y la  fascinación teatral se producen cuando los objetos cotidianos aparecen  revestidos de un aura especial. El teatro renueva la sorpresa. La cinta de  colores, el globo y las pompas son elementos sutiles y etéreos, con un  comportamiento libre e inesperado. Pipo Pescador se transforma así en el profesor  que enseña a los niños a volar sin alas artificiales, describiendo poéticamente  la magia de la liviandad.  
      La cinta ,  al igual que el globo y las pompas, necesitan de la energía del niño para moverse  o existir, pero se escapan a su control y, durante unos instantes, son  completamente libres. Por eso, gustan tanto a los pequeños, por su condición  autónoma, casi animal. Lo mismo ocurre con la pelota o el aro; parten de  nosotros, pero siguen su camino y nos obligan a seguir tras ellos. El universo  del niño que muestra el autor argentino es, como las pompas de jabón,  absolutamente simple en su inmediatez. Esta visión de infancia está muy  relacionada con la concepción romántica de Rosseau.  
    Para Rousseau tanto la  culpa de la expulsión del paraíso de la infancia como la pérdida del estado  natural se deben a circunstancias externas, detrás de las cuales descubre  Rousseau al verdadero culpable. La confesión histórica moderna demuestra la  inocencia del hasta ahora Pescador, y acusa a la sociedad que se siente capaz  de emitir juicios sobre él. El nuevo yo surgido de la "conversión"  rousseauniana introduce, en la autobiografía, la demostración de la inocencia  personal (Jauss 1986:230-231).  
    El niño como ser de pureza, como “corazón de raso  blanco”, choca con una sociedad hostil que cercena y reprime su libertad  expresiva y emotiva.  
             
  4.1.3. Canciones de  protesta  
    
      
        
          
            
              - “Marcha de los antisopas”
 
             
           
         
       
     
      
    Un plato de sopa es agua de color 
  en donde se baña  un fideo nadador. 
  Las mil vitaminas que están en su interior 
      se fueron volando  con el primer hervor. 
      Y el pobre fideo practica natación 
      entre las  cebollas que tienen feo olor. 
      No quiero la sopa y voy a protestar 
      aunque por la fuerza la tenga que tomar. 
¡Abajo la sopa! ¡Viva la libertad! 
Papá no la toma, ¡queremos la igualdad! 
La sopa es antigua, del tiempo de mamá, 
      los chicos antisopas la vamos a anular. 
    Si a alguno le gusta el caldo minestrón 
  que tome diez litros y se vuelva panzón.” 
    Durante años, las madres argentinas creyeron que la  sopa era un gran alimento para sus hijos y obligaban a estos a un ritual  diario, que muchos consideraban una tortura. Lo más incomprensible de esta moda  es que no se trataba de una sopa sustanciosa de cocido, sino de un caldo de  verduras puesto a hervir durante horas que, como dice Fischer, había perdido  todo valor alimenticio. La importancia del tema queda confirmada por Quino y la  gran cantidad de historietas en las que Mafalda hace asco a la sopa (de sobre)  que le prepara su madre. “Generación de los antisopas” ha llamado Fischer a su  público de mediados de los años setenta. Hoy la marcha ha perdido vigencia y  sólo es recordada por aquellos que hoy tienen treinta y cinco años.  
  Esta canción legitima y verbaliza la indignación de  los niños que, por primera vez, ven a un adulto (Pipo Pescador) esgrimir los  sentimientos infantiles como propios. Entre todos se escenifica una  manifestación en la que se pide libertad e igualdad de derechos entre padres e  hijos y ¡hasta se atreven a llamar vieja a la madre! 
  Esta práctica inocua de insurrección ante el poder  establecido, muestra que la relación entre los padres y los hijos estaba  cambiando en los años setenta; y cómo los adultos, que habían sufrido la  intolerancia y el despotismo de sus progenitores, no quieren equivocarse y  están dispuestos a modificar los parámetros de comunicación y conducta con sus  propios hijos. Por supuesto, esta situación no era igual en todas las familias.  Como comentamos anteriormente, Fischer tenía éxito entre un público de clase  media ilustrada, maestros, psicólogos y otros profesionales, dispuestos a  asumir las nuevas tendencias pedagógicas e ideológicas que estaban triunfando.  
             
4.1.3.2. “Receta para hacer  una mariposa” 
    Esta canción tiene dos  partes.  
    
      
        - El poema que explica humorísticamente cómo un gusano  se transforma en mariposa. También ha sido publicado en El libro blanco.
 
        - El rock de la mariposa. Este rock es uno de los más  representativos de la obra de Fischer y corresponde a la estética hippie-pop.
 
       
     
    Hacer una mariposa 
      que pueda volar sola hasta una rosa, 
      es una tarea muy trabajosa. 
      Primero hay un cucurucho 
      y adentro un gusano muy debilucho  
      que habla poco y come mucho. 
      A este gusano no le interesa 
      ni la alegría ni la tristeza, 
      panza bien grande y poca cabeza. 
      Se va comiendo su propia casa 
él cría panza, ella adelgaza  
      y se va achicando como una pasa. 
      .................................................... 
      Una mañana desconcertado, 
      ve que su cuerpo se ha transformado, 
      tiene un piyama nuevo, rayado, 
      tiene dos alas almidonadas 
      tan livianitas y bien planchadas 
      con lentejuelas todas bordadas. 
      Sus dos antenas a transistores  
      le anuncian dónde están las flores, 
      de los perfumes más seductores. 
      Sólo le falta mirar bien alto 
      con sus anteojos azul cobalto 
      respirar hondo y dar el gran salto. 
    ¿Quién se encarga de fabricar mariposas? Al igual que  en las poesías de El  libro amarillo, Fischer realiza una animación de la naturaleza otorgándole  cierta volición sobre los fenómenos que en ella ocurren. El gusano,  representado por una actriz dentro de un tubo de tela, es un personaje cómico  ocupado sólo en comer. Cuando la transformación ocurre, la chica deja caer el  tubo y muestra su cuerpo esbelto y unas alas enormes, brillantes y coloridas.  La alusión al planchado y almidonado de las alas devuelve la escena al  territorio casero y pone en evidencia la simulación, descubriendo las  entretelas del disfraz  que hacen posible el juego. El poema narra la historia de una metamorfosis,  tanto física como psicológica. Del estúpido y angurriento gusano, se pasa a la  bella, esbelta e inteligente mariposa, dispuesta a saltar sobre el mundo. El  primer vuelo, la entrada triunfal al aire, es acompañado por los compases de un  rock, símbolo en los años setenta, de la rebeldía y la renovación.  
    La mariposa vuela  
      y no va a la escuela. 
    La mariposa no toma sopa 
      y si o quiere no se cambia de ropa. 
    La mariposa siempre se escapa 
      abre sus alas y ninguno la atrapa. 
    La mariposa no es vergonzosa 
      luce sus alas colorinches y hermosas. 
    La mariposa va por el aire,  
      volando  alto viaja por Buenos Aires. 
    La mariposa chupa los chupetines 
      que esconde el jardinero en los jardines. 
    La mariposa está dentro tuyo 
  abrí tus alas y salí por el mundo. 
    Fischer identifica a la mariposa con el niño  liberado. Las constricciones sociales quedan invalidadas y son exorcizadas una  a una: la escuela, la sopa (otra vez), los caramelos escondidos y siempre  deseados, la ilusión de andar solo, el gran sueño de volar y lo más importante,  no tener vergüenza de ser lo que uno es. El disfraz, que siempre posibilita las  metamorfosis, deja de ser disfraz para convertirse en parte integrante del  individuo; está dentro de él, como se anuncia en la estrofa final.  Fischer insta a los niños, insta a los padres y a sí mismo a ser quienes son, a  trascender Buenos Aires y habitar el mundo. ¿Quién se encarga, entonces, de  fabricar mariposas? Uno mismo, con la ayuda de la naturaleza, de la sociedad y  de los mayores que nos educan. La tarea es ardua; desde el nacimiento, cuando  sólo pensamos en alimentarnos, hasta que abandonamos la cáscara y estamos  preparados para vivir. Metáfora de la vida y de la liberación de los años sesenta,  esta canción continúa vigente.  
    4.1.4. Canciones para jugar  con los padres  
    4.1.4.1.“Mamá pianito” 
    Yo seré un gran pianista  
  si mamá tiene las manos listas. 
    Me dijeron que un  pianista 
  en su piano  interpretó 
  una canción qué sé  cuánto, 
  no sé cómo y qué sé  yo. 
    Me dijeron que una  tecla 
  se no sé qué con el  do, 
  no sé bien cómo era  eso 
  no sé cómo y qué sé  yo. 
            ...................................... 
    El juego consiste en tocar los dedos de las manos de  la madre como si éstos fueran las teclas de un piano. Fischer comenzó a  practicar este instrumento a los cinco años y cuando tiene oportunidad lo hace  ante los niños, ya que considera que una parte muy importante de la educación  es el aprendizaje de un instrumento. En esta canción muestra una forma típica  del jazz que consiste en cantar las mismas notas que se están pulsando. 
    
      
    Si “El auto feo” no existiera, “El eco”, sería la  canción más famosa de Pipo Pescador. Es también una estructura abierta que le  permite crear en el momento.  
    Oyeme 
      te voy a cantar 
      una canción  
      para ti. 
    Eco, 
      eco, ecoco 
      ecorococó. 
    Pipo dice: “Eco” y los niños le responden. En un  determinado momento, anuncia: “¡Vamos a darle cuerda a la canción!” Y comienza  a cantarla muy lentamente mientras da vuelta a una manecilla imaginaria que  acelera la melodía, hasta llegar a un ritmo frenético que coincide con el  final.  
  Esta propuesta es cercana a los trabalenguas y  retahílas en los que hay que repetir frases cada vez más difíciles. La creación  de un patrón de llamadas y respuestas, en las que el coro duplica a la voz  solista posee una larga tradición. Aparece en las llamadas “ensaladas”  renacentistas que se cantaban a varias voces, en algunas óperas y en el gospel. 
    
      
    Yo sé que mi papá no es un canguro 
  pero en los brazos de él estoy seguro. 
      Yo tengo muchas ganas de pasearme, 
      papá tendrá paciencia para alzarme. 
    El canguro salta 
      y es muy divertido 
      mi papá hace fuerza 
      y queda dolorido. 
    En esta canción Pipo siempre pide la colaboración de  los padres, que deben subir al escenario a saltar con sus hijos. Para ello,  deben formar con los dos brazos delante del torso, una especie de silla en la  que se sientan los niños. Así, los padres imitan con su cuerpo la bolsa de los  canguros y deben resistir toda la canción saltando sin parar. Nuestra hipótesis  es que Fischer elige a los varones como canguros en un intento de provocar un  tipo de vínculo estrecho entre el padre y su hijo, basado en el tacto y la  atención de las necesidades cotidianas, poco habitual en la época. La vista de  hombres sudorosos saltando y manteniendo a sus retoños en brazos, asemeja el  esfuerzo de la madre embarazada que va perdiendo movilidad a medida que el bebé  crece. Este juego coloca al padre en un rol que en los sesenta, recién estaban  empezando a experimentar: alimentar al niño, cambiarle los pañales o contarle  cuentos; actividades, hasta ese momento, reservadas a la mujer.  
    
      
    Ha llegado el momento  
      de contarte un cuento. 
      Si no cierro la puerta 
      me lo roba el viento. 
    Érase que se era  
      el invierno afuera, 
      los conejos dormían  
      en la conejera. 
    Cuéntame un cuento 
      que yo lo escucho. 
      Largo como el invierno, 
      que dure mucho. 
    Las violetas pintaban  
      cuadros en el suelo 
      como manchas de tinta 
      sobre un pañuelo. 
    Las hormigas tenían  
      lleno el monedero 
      de granitos de oro 
      y hojas de ciruelo. 
    Por el cielo pasaban 
      las nubes veleras 
      y las lauchas estaban 
      en la ratonera. 
    Eran breves los días 
      y el sol perezoso 
      y en su cama de hielo 
      bostezaba un oso. 
    La letra de esta canción tematiza y explicita los  elementos básicos de una situación comunicativa (Hymes 1971b) en la que se  narra un cuento. Describe un acto primordial entre padres e hijos. La lectura debe  transcurrir en un espacio íntimo, sin interrupciones. Por eso, el adulto  narrador cierra la puerta estableciendo un límite claro entre el exterior,  simbolizado por el viento y el interior, lugar de protección para las palabras.  Como señala Jauss, 
    Una de las dualidades más importantes para la  organización de la estructura espacial es, precisamente, la oposición  «abierto-cerrado». Un espacio cerrado, al interpretarse en los textos a través  de diversas imágenes como casas, ciudades, patrias, y al dotarse de  determinados atributos, como natal, cálido, seguro, se opone al espacio exterior abierto y a sus rasgos: ajeno,  hostil, frío (1986:409).  
    El comienzo del cuento está señalado por una de las  fórmulas mágicas para conjurar la fantasía: “Érase que se era”. El estribillo  introduce la voz del receptor, el niño, que solicita un cuento y acepta su  condición de oyente. Alguien narra y alguien escucha. El invierno actúa como  marco integrador de estos dos espacios. El interior de la casa familiar  (espacio ficcional de la enunciación) y el exterior (espacio del enunciado)  convertido en cuento. 
  Esta canción presenta tres elementos básicos  constitutivos de la felicidad infantil, según la concepción fischeriana: el  hogar, la familia y la naturaleza (siempre controlada, admirada e idealizada).  La literatura es presentada, a su vez, como territorio primordial en el que  confluyen y se expresan esos tres elementos.  
             
  4.1.5. Canciones para  dibujar 
    4.1.5.1. “Canción del  melón” 
    Si ustedes me escuchan  
  con mucha atención, 
  les enseñaré 
  cómo se hace un melón. 
    Se toma una pelota 
  tamaño corazón, 
  se la llena de azúcar 
  hasta el último rincón. 
    Una yema batida con barniz 
  servirá para pintarle la nariz. 
      Se le divide la barriga en tres porciones 
      y se le hacen los ojos con dos botones. 
    A continuación 
  tienen un melón. 
  Y si quieren le ponen corbatón. 
    
      
    Era que se era 
      una casa rodante 
      con la cola atrás 
      y la cabeza adelante. 
      Donde caminaba  
      dejaba una huella 
      toda iluminada  
      con miles de estrellas. 
      Apoyá la tiza  
      que es blanca y es lisa 
      y hacela dar vueltas  
      como una espiral. 
      Dibujá el humito 
      que espanta mosquitos 
      da la media vuelta 
      y volvé para atrás. 
      Era que se era 
      un ranchito con sol. 
      Era que se era 
      el señor caracol. 
    De manera poética, Fischer va señalando los diferentes  trazos para conseguir un dibujo. Estas canciones (tiene muchas más) se  presentaron en la televisión de los años setenta de una manera novedosa. Pipo  Pescador dibujaba con témpera sobre un cristal que ocupaba toda la imagen, de  manera que los niños no pudieran ver su contorno. Así se creaba la ilusión de  que Pipo pintaba en el aire. En 2007 una televisión por cable contrató a  Fischer para que hiciera, con ese mismo procedimiento, dibujos breves, que  fueron utilizados como separadores entre un programa y otro. La magia del  cristal y de estas canciones, que aúnan dos formas de expresión típicas de  Fischer, continúa teniendo éxito y maravillando a los niños.  
    4.1.6. Canción sobre el  crecimiento 
     “Semilla chiquita” 
    Semilla  chiquita 
  Semilla chiquita, blando corazón, 
      muy quieto en la tierra sin cielo estoy yo. 
      Semilla que empieza a buscar calor, 
      panza redondita, brazos hacia el sol. 
      Subo la cabeza, me pongo de pie, 
      alzo los talones, comienzo a ver que  
      pronto seré un árbol, pronto tendré flor, 
      crecerán los pájaros, hojas de color. 
    Yo quiero crecer, mi rumbo es el sol, 
      mi casa es el aire, mi mano una flor. 
      Yo quiero girar como un girasol, 
      molino de viento, nube de vapor. 
      Yo quiero escuchar mi imaginación  
      que me cuenta cuentos con gusto a limón. 
      Yo no me despido, no te digo adiós, 
      te llevo conmigo a buscar el sol. 
    Pipo Pescador elige a menudo esta canción para  finalizar sus espectáculos teatrales. Ser grande es una de las mayores  aspiraciones de los niños, que suponen que la adultez los rescatará para siempre  de la obediencia y les conferirá albedrío total. Desconocen la verdad, pero esa  es otra historia. Antes de terminar la función de teatro, Pipo Pescador hace,  por un momento, realidad ese deseo y anima al público infantil a lograr,  siguiendo la letra de la canción, la transformación tan anhelada. Y así  se despide de niños que de alguna manera han  logrado crecer, aunque sea un poco, durante su asistencia al teatro. Los  adultos presentes ayudan a los niños en este crecimiento, sujetándolos por las  rodillas para que lleguen más alto o agachándose ellos, para que sus hijos los  sobrepasen. También era frecuente que los pequeños se subieran en la butaca del  teatro para alcanzar más altura, lo que provocó que muchas butacas se rompieran  y los dueños de los teatros le pidieran que no cantara más esa canción (y la  del “Túnel subfluvial”) porque los tapizados no aguantaban los embates  infantiles. Esta dificultad abre una necesaria reflexión sobre la importancia y  pertinencia de contar con un espacio adecuado para un tipo de representación en  la que los niños no se limiten a contemplar, sino que también participen. El  modelo de teatro actual, con su escenario elevado y las sillas dispuestas para  una audiencia pasiva, exige una actitud ante la escena que prácticamente  excluye a los niños. Debido a esta situación Fischer siempre prefirió trabajar  en salones grandes, alfombrados, para que los niños se sentaran en el suelo o  pudieran desplazarse. Un “jugadero” llama Fischer a este espacio teatral  infantil.   
  Al igual que en el poema “Receta para hacer una  mariposa”, Fischer traza el camino que va desde el estado larvario o potencial,  hasta la plenitud, que se logra cuando se conquista la identidad adulta,  escondida y lista para manifestarse, a través del devenir de niño/semilla en  adulto/árbol.  
  En la primera estrofa del poema, la palabra “semilla”  aparece en posición inicial y el “yo” se encuentra al final del verso, esperando  pasar a la posición temática que supone la llegada a la adultez. Y lo consigue a  partir de la segunda estrofa, cuando ya se está convirtiendo en árbol. “Yo  quiero crecer”; “Yo quiero escuchar”; “Yo no me despido”. La volición, “yo  quiero”, es el motor del crecimiento. Es el deseo el que actúa impulsando la  transformación. En el momento en que dice: “Subo la cabeza, me pongo de pie” deja  de ser semilla y toma conciencia de sí mismo. Comienza a “ver” su futuro y a  “querer”. Este crecimiento tiene como meta el sol (la vida en sí) y para que se  produzca, necesita de la imaginación, de los cuentos y de la libertad,  realidades metafísicas que Fischer asocia con el aire y la liviandad.  
  Esta canción, como metáfora del crecimiento, muestra la concepción de Fischer sobre  la infancia como un estado en donde el ser humano se encuentra completo, y al  mismo tiempo en disposición de desarrollar y diseñar capacidades. Crecer, no  debe hacernos olvidar ni el juego, ni la capacidad de ver el mundo con ojos  asombrados. Así lo explica Sigmund Freíd: 
    El individuo en crecimiento cesa de jugar, renuncia  aparentemente al placer que extraía del juego. Pero quienes conocen la vida  anímica del hombre saben muy bien que nada le es tan difícil como la renuncia a  un placer que ha saboreado una vez. En realidad, no podemos renunciar a nada,  no hacemos más que cambiar unas cosas por otras; lo que parece una renuncia no  es más que una sustitución o una subrogación. Así también, cuando el hombre que  deja de ser niño cesa de jugar, no hace más que prescindir de todo apoyo en  objetos reales y, en lugar de jugar, fantasea (1908:2).  
    Para Freud la poesía es el gran sustituto de los  juegos infantiles y el poeta, aquel que capaz de recordar, recrear y actualizar  su infancia con naturalidad, sin reprocharse su propia fantasía. Pipo Pescador,  que se denomina a sí mismo trovador, representa al adulto que no pierde la  niñez, que no se “despide” de ella, sino que la conserva como parte esencial y  activa de su personalidad: “te llevo conmigo a buscar el sol”.  
            El análisis de los valores presentes en cada una de las  canciones, nos permite afirmar que en este libro, Fischer se ocupa  principalmente de transmitir valores socio- culturales, relacionados con la  tradición argentina, la libertad y el civismo y valores afectivo-psicológicos con  los que pretende transmitir equilibrio emocional. 
             
  4.2. Libro de Cabecera (1986) 
    4.2.1. Las tres ediciones de Libro de Cabecera   
    De Libro de  Cabecera existen tres ediciones. La primera de Editorial Abril (1986), la  segunda de Beas Ediciones (1992) y la última, de Espasa Calpe (1997). Aunque al  análisis textual lo realizaremos tomando como base la edición de Espasa Calpe  por ser la más completa, nos detendremos brevemente en detalles paratextuales  de las otras dos ediciones. Nos parece interesante mostrar de qué manera la  visión editorial influye en el producto que se pone a la venta, teniendo en  cuenta que los paratextos son los que transforman el texto de un autor en  mercancía, haciéndolo atractivo a los lectores-consumidores.  
  Los formatos  de Beas Ediciones y de Espasa son tamaño cuartilla y a cuatro colores, mientras  que el de Editorial Abril, es más pequeño y a una tinta. Las tres portadas  muestran a un niño solo, abstraído en la lectura. Se produce entonces un  mise en abyme, en donde la ilustración  reproduce la escena real del niño que lee. De esta manera, se está alentando  una identificación con los posibles lectores y aportando claves para la  lectura. El niño de Editorial Abril recuerda al Principito de Saint Exúpery y  tiene el aspecto de estar bien educado y pulido por los buenos modales (Lámina  7). Está sentado en un gran corazón que ocupa el centro de la portada, en un  intento de destacar el carácter íntimo y emotivo del contenido. La tipografía  del título es cursiva y tradicional. El fondo, gris, hace que el libro se  asemeje a un breviario de lecturas piadosas. 
  El niño de Beas Ediciones está  leyendo acostado en su cama (Lámina 8). Lo acompañan una luna con cara, una  flor sonriente, dos pájaros y un gato durmiendo en el suelo, a sus pies. No  faltan las zapatillas de estar en casa, situadas con cuidado a un lado de la  cama. La ilustradora nos muestra a un niño de clase media y con “cuarto propio”  (al estilo del que reclamaba Virginia Woolf) en el que desarrollar su  intelecto.  
  El niño de Espasa (Lámina 9) está  acompañado por una cebra de peluche y es posible inferir que se encuentra en su  cama, dispuesto a dormir por la noche. El contexto nocturno de lectura está  marcado por la presencia de una luna y varias estrellas, pero son de juguete y  se muestran claramente los hilos y moños que las sostienen. El azul añil del fondo  también remite a la noche, pero resulta alegre y vivificador. En este caso, la  ilustradora mantiene el toque infantil, pero reemplaza los abundantes elementos  gráficos y simbólicos de la edición de Beas, por líneas o manchas mucho más  sugerentes.  
  La gráfica de editorial Abril  busca resaltar el carácter instructivo o didáctico del texto, mientras que  Espasa apuesta por mostrar un tipo de relación estrecha entre el niño y el  texto, así como la soledad y la quietud necesarias para la lectura. La edición  de Beas, y en menor medida la de Editorial Abril, en un intento de acceder a un  público masivo, lector de novelas rosa y consumidor de tarjetas de  felicitaciones, es más cursi y acaramelada. No ahorra lugares comunes. Los  dibujos que acompañan a la edición son precisamente eso, dibujos, pero no  ilustraciones. Carecen de una interacción con la parte lingüística que  justifique su aparición. Para ilustrar es necesaria una interpretación del  texto por parte del dibujante y no una reproducción mecánica de los elementos  que allí aparecen.  
  Editorial Abril y Beas colocan  en la contratapa, un logotipo utilizado por Pipo Pescador durante la década del  ochenta y parte de los noventa, que consiste en la palabra “Pipo”, dibujada. La  curva inferior de la “p” es un acordeón y la “o”, una cara con sonrisa y boina.  Beas tuvo la intención de desarrollar una colección denominada “La Casita del libro”  exclusivamente para Pipo Pescador, pero problemas económicos frustraron la  iniciativa. 
    4.2.2. Análisis de  la edición de 1997 
    En la solapa aparece una foto  de Enrique Fischer, con fondo de biblioteca, en blanco y negro. El texto a pie  de foto deja claro que la persona de la imagen superior es Pipo Pescador,  identificado en la portada como el autor del texto. En la página segunda, otra  foto de Enrique Fischer y en la quinta, el ya típico: “Pipo Pescador es Enrique  Fischer”. Se produce así una identificación total entre el autor y su  personaje, de manera que el primero ya no recurre a los símbolos  característicos como la boina, el acordeón o la ropa colorida para ser  reconocido como Pipo. La reproducción de su cara es suficiente y  actualiza en los lectores todo el imaginario  icónico unido a este artista. La aclaración “Pipo Pescador es Enrique Fischer”,  que en un primer momento intentaba separar las dos esferas (artística y  privada), funciona aquí como un espejo en el que se reflejan mutuamente dos  seres de ficción. Enrique Fischer deja de ser entonces un nombre propio, para  erigirse en otra manifestación posible de su personaje.  
  La biblioteca será uno de los ámbitos más  utilizados por Fischer para enmarcar sus fotos, como si de una bandera se  tratara. La asociación de Pipo Pescador con los libros es cada vez más  pronunciada en un intento de alejarse de los productos comerciales para niños que  empiezan a proliferar a comienzos de los ochenta y con los que será  absolutamente crítico. Fischer apuesta por recurrir a los libros  como reservorio de valores morales y estéticos para los niños, frente a la  invasión de las multinacionales del entretenimiento, absorbidas por intereses  espurios. Al respecto ha dicho Alberto Manguel, “Desde hace muchos años, los  hombres han buscado en los libros algo de alivio para su dolor y una cierta  promesa de cordura” (2002:43). Sin embargo, esto no es siempre así y el formato  libro no asegura la calidad de aquello que tiene impreso. La mitificación de la  lectura y de los libros forma parte de la visión que Fischer tiene de la  cultura como salvadora de la humanidad.  
  Los  capítulos de Libro  de Cabecera se han popularizado  y muchos de ellos circulan por internet con el estatus de aforismos. Son  utilizados para expresar configuraciones culturales que se añoran y a las que  se desea volver. La infancia aparece en el imaginario adulto como la instancia  a la que regresar en busca de refugio y de esencias. Por eso, Libro de Cabecera es leído a los niños por los  adultos, que encuentran en sus páginas un recordatorio de aquellos valores que  pretenden para sí mismos.  
  El comentario  de la solapa resulta sugerente para nuestro análisis, porque deja clara la  postura de una de las editoriales más importantes de la Argentina, con respecto  al autor y a la decisión de publicarlo. Este prólogo nos permite, además,  analizar el discurso publicitario que emprende la editorial como estrategia de  venta. 
    PIPO PESCADOR es ya un  clásico dentro de la literatura y el espectáculo para niños. Su temprana  irrupción en la televisión provocó un cambio en el modo de dirigirse a los  niños. Con la sencilla fórmula de no subestimarlos, con profundo respeto,  establece un sabio balance entre la transmisión de valores, la iniciación  estética y una cómplice y desenfadada transgresión. 
    El  mercado editorial considera a Fischer un clásico, porque le reconoce una  trayectoria original y exitosa en el arte infantil. Es un clásico porque se  acude a él como reservorio de información, de conocimientos sobre el niño; es  una figura que, dentro del espectáculo, no ha sido contaminada por el  consumismo y los recursos fáciles. Y es justamente esto lo que la editorial se  propone vender. 
    Niños de todo el mundo, aun  sin saberlo, entonan día a día y en las más diversas lenguas sus canciones,  algunas de las cuales pertenecen ya al patrimonio colectivo. 
    Evidentemente  la editorial exagera. No son diversas, ni recónditas, las lenguas en las que se  han traducido sus canciones, sólo inglés, italiano y portugués.  
  Fischer  aparece como un trasmisor de valores,  de estética y de “desenfadada” transgresión. Estos tres  pilares son los que sujetan la concepción ideológica básica, que una parte de  la sociedad argentina tiene de la infancia y es Pipo Pescador quien la sustenta  y a quien se le reserva, como artista e intelectual, la capacidad para llevarla  a cabo. Interesa especialmente resaltar la unión de dos términos “desenfadada”  y “transgresión”. El adjetivo deja sin energía a un sustantivo que, sólo, puede  resultar  peligroso y demasiado  explícito. Se avisa a los padres que el mensaje de Fischer, según la lectura de  la editorial, es inofensivo.  
    Libro de Cabecera propone  una lectura ágil, amena y emotiva de aquellos valores que todos los padres  desean transmitirle a sus hijos. 
    La  generalización que establece el comentario de la solapa al decir “todos los  padres”, clausura la posibilidad de discrepancia a través de una afirmación  tácita: si eres padre, piensas como hay que pensar; como piensa la mayoría. De  esta manera, el discurso de la editorial interpela a cualquier adulto para que  funcione como un padre, dando por supuesto que si un padre quiere un  determinado producto (intelectual o material) para sus hijos, éste será  automáticamente bueno. Se pretende así presentar unos determinados valores como  leyes evidentes del orden natural. Al respecto señala Baudrillard, que este  tipo de discurso publicitario parte del presupuesto de que: 
    El individuo es sensible a la temática de protección  y gratificación, al cuidado que “se” toman para solicitarlo y persuadirlo, pues  ese es el signo, ilegible para la conciencia, de que hay en alguna parte una  instancia que acepta informarle sobre sus propios deseos, adelantarse a ellos y  racionalizarlos (1993:17). 
    La  generalización es utilizada como recurso legitimador del texto literario que  ahora es denominado “material”, privilegiando su función utilitaria en el  ámbito pedagógico.  
    Este material precioso y de  fácil lectura ya fue adoptado por niños, educadores y familias de todo el país. 
    Los  niños, los educadores y las familias son la tríada base que sustenta la  ideología de infancia que el autor preconiza y que la editorial suscribe. La  presencia de los adultos como co-destinatarios de la obra, es uno de sus rasgos  más característicos de este autor, pero siempre se trata de adultos que cumplen  una función (padres, maestros) dentro del mundo infantil. Por tanto, la labor  artística y pedagógica de Fischer, aparentemente centrada en los niños, también  incluye a los padres a quienes muestra cómo relacionarse con sus hijos. Fischer  actúa entonces como mediador entre el adulto y el niño, como traductor y  mensajero que facilita la comunicación intergeneracional. Desde los años  cincuenta las empresas, como Disney, dedicadas al mundo infantil comienzan a  crear productos exclusivamente para niños que se convierten en zona vedada para  el adulto. Se comienza a valorar el que los pequeños se individualicen,  mediante la marca “infantil”. Los espacios entre niños y adultos aparecen  entonces muy delimitados y se debilitan las posibilidades para compartir.  Frente a esta realidad, Fischer actúa ofreciendo una obra que implica a unos y  a otros, reivindicando así una infancia vivida en familia y apelando a la  responsabilidad de los padres en la formación de los hijos. 
  Los valores propugnados desde Libro de Cabecera hacen posible enmarcarlo en lo que Cubells Salas denomina  “moral horizontal” en oposición a la “moral vertical” de tendencia religiosa.  La moral horizontal se refiere a la maduración del ser humano, a la celebración  de lo estético y a la solidaridad con las demás personas; abarca desde la  integridad física hasta el autodesarrollo personal en sus vertientes psicológica  y social (1987). 
  La  afirmación, tan evidentemente comercial, de que este libro es de “fácil  lectura” pone de manifiesto la poca confianza que tienen los editores en la  capacidad lectora e intelectual de los grupos para los cuales, afirman, haber  publicado el libro. Deja clara también, la necesidad del campo editorial de  acceder al mayor número posible de compradores (incluso los que no leen), pero  los editores mienten. No es un libro de lectura fácil, ni muchos menos, masiva.  Requiere de un lector habituado a la introspección, a la reflexión intelectual  y al pensamiento poético. Sin embargo, la venta de sus varias reediciones  alcanzó los trescientos mil ejemplares.  
  Libro de Cabecera es una de las obras en las que la  ideología de Fischer sobre la infancia, está más claramente presentada. En ella,  el autor argentino despliega, en un género cercano al ensayo y en prosa  poética, los valores que asocia y desea para la infancia (y en extensión para  la adultez) y pretende inculcar pedagógicamente. Libro de Cabecera surge,  entonces, como una declaración de principios. Como un manifiesto con el que  pretende volver a esa infancia idealizada e inmaculada que él mismo ayudó a configurar  en los años setenta. De ahí el título, que evoca el libro de oración o de  lectura piadosa que los niños del siglo XIX se llevaban a la cama. El estilo  dogmático y moralista que adquiere por momentos, actúa en detrimento de su  intensidad poética y de la profundidad de su pensamiento.  
  Anteriormente  hacíamos referencia a dos polos que, siempre en tensión, dominan el tono de la  expresión artística de Fischer: el fuerte apego a una cultura tradicional  pequeño burguesa, un tanto pacata y pueblerina, (simbolizada por los muebles  antiguos), que aparecerá diseminada en toda su obra y una posición estética e  ideológica moderna y liberal. El índice del libro señala el mapa conceptual de  Fischer sobre la infancia y, de alguna forma, prescribe un tipo de lectura.  Cada capítulo ocupa una página, a lo sumo dos. Se trata de textos en los que el  pensamiento posterior a la lectura es tan importante como la lectura misma. Son  textos para comentar, que predisponen al diálogo con los adultos. Entrar en  ellos exige la misma disposición anímica que la lectura de un poema, porque,  aunque están escritos en prosa, tienen una fuerte carga lírica. Breves y  sintéticos contienen el desarrollo de una sola idea: “La oscuridad”, “Estar”,  “La escuela”... El mundo infantil aparece así ordenado en compartimentos de  fácil accesibilidad, con los que sentirse rápidamente identificado.   
  La mayoría de los títulos están formados por un  sintagma nominal (Artículo+sustantivo, o sustantivo sólo) y, a veces, por  verbos conjugados en primera persona. Este recurso en la presentación de los  títulos y las constantes construcciones atributivas con el verbo “ser”, crean  la sensación de encontrarnos ante absolutos que parecen clausurar el tema. Esta  forma sentenciosa confiere al texto una atmósfera decimonónica, alejada del  código actualmente vigente en la   Literatura infantil, que pretende desmarcarse del lenguaje  pedagógico.  
  En  el “Prefacio”, Fischer expone sus intenciones y objetivos. Señala la hora en  que espera que su libro sea leído, el lugar (la cama, ya tradicionalmente  asociada al libro, recordemos la ilustración de portada de El libro amarillo) y los lectores para quienes lo escribió:  
    lo escribí para vos y para  mí. Alguna noche, a la misma hora estaremos vos y yo, cada cual en su casa y en  su cama leyendo estas palabras, los ojos encendidos como estrellas en la dulce  oscuridad de la creación. 
    Fischer se señala como destinatario de su propia obra. Al respecto, comenta Roland Barthes,  
    escribir, hoy en  día, es constituirse en el centro del proceso de la palabra, es efectuar la  escritura afectándose a sí mismo, es hacer coincidir acción y afección, es  dejar al que escribe dentro de la escritura (1987:31). 
     
            Esta inclusión explícita sitúa la experiencia de Fischer  como corazón del escrito. El ejercicio de la memoria se hace evidente y a  través de él, el autor actualiza y revisa los valores en los cuales basa su  vida adulta.  
No es común que Fischer haga en su obra alusiones  religiosas explícitas, pero la palabra “creación” aparece en ocasiones, como  sinónimo de naturaleza. A partir de los años noventa deja de utilizarla, quizás  cuando deja de percibirla como parte de sus creencias.  
     
     
    4.2.3. Relación con Infancia en Berlín de Walter Benjamín  
                Walter Benjamín (1892-1940) se interesó en la infancia y  escribió numerosos artículos sobre el tema. Recordó su niñez en un libro  titulado Infancia  en Berlín hacia 1900, ejercicio de filosofía narrativa en el que un  sujeto protagonista relata sus experiencias infantiles, transformando éstas en  símbolo del significado de la vida. El libro de Benjamín no está dirigido a los  niños y tiene una complejidad expresiva que dificultaría la lectura de los más  pequeños, sin embargo, coincide con Fischer en el tono intimista y poético y en  el tipo de sensibilidad atribuida a la infancia.  
    Muchos de los temas que tratan ambos libros coinciden: la escuela, la fiebre  (en Fischer “Tengo fiebre”, en Benjamín “La fiebre”), las palabras, el miedo,  los libros (en Fischer “Libros” en Benjamín “Los libros”), la naturaleza, las  frutas. Estos títulos resumen elementos que ambos consideran esenciales para  los niños y que son lugar común en casi todos los libros infantiles, porque  responden a hitos evolutivos y culturales muy claros en occidente: todos los  niños tienen fiebre, todos van a la escuela, todos tienen miedo...        Sin embargo, creemos que la similitud  entre uno y otro libro está basada en un acuerdo espiritual y conceptual  relacionado con las vivencias de infancia que han tenido los respectivos  autores. Indudablemente se trata de proyectos escriturales diferentes, uno  (Benjamín) narra y el otro (Fischer) describe, metaforiza y prescribe, pero la  sintonía vuelve a aparecer en varios puntos del libro Buenos Airesitos de Fischer y la concepción de la ciudad en Benjamín,  como señalaremos más adelante.  
    4.2.4. Fragmentos 
    Cuando la luz se apaga, las cosas no desaparecen; simplemente  no se ven.  
      ............................................................................................................................... 
      La oscuridad es el silencio del color, el hogar de  los ganados y la frescura del campo. 
      La noche es una niña negra  que tiene una piedra preciosa en  cada mano: en la derecha el diamante de la aurora y en la izquierda el rubí del  crepúsculo. [De “La oscuridad”] 
                Se  trata de una paráfrasis del poema “La noche” de El libro amarillo.  La naturaleza, al modo romántico, acompaña y se identifica con el ser humano. El  texto comienza con una explicación sencilla y racional, que ofrece amparo. La  oscuridad, experimentada por los niños como la representación del vacío y de la  nada, es conjurada por Fischer, que mediante el lenguaje metafórico, transforma  el miedo en una oportunidad de percepción libre, placentera y sutil. 
    Es necesario cuidar nuestra  ropa, juntar nuestras pertenencias una vez que hayamos terminado de usarlas,  volver a dejar las revistas donde estaban cuando ya nos cansamos de leer. 
  La gente ordenada escoge un  lugar para cada cosa y hace más fácil la vida de los que están junto a ella.  
      ............................................................................................................................................. 
      El orden hace posible la  música, madura las frutas justo en el mes en que las aguardamos y conduce a  nuestra puerta las cartas que nos pertenecen. [De “El orden”] 
    El  orden es presentado como un valor intrínseco de la naturaleza y por tanto,  esencial para el ser humano, ya que posibilita la vida biológica (frutas  maduras) y social (la música y las cartas). El comienzo impersonal y rotundo  otorga carácter dogmático al texto.  
    Si mi escuela fuera un  barco, los chicos seríamos marineros y nuestra maestra el capitán. Viajaríamos  juntos a conocer mundos nuevos para luego escribir en el cuaderno nuestras  impresiones.  
      ............................................................................................................................................. 
      Mi escuela es una casa  grande con jardín adentro, donde encuentro todo lo que busco y me contestan  todo lo que pregunto. 
      Allí están mis compañeros,  hermanos espirituales con los que formo la familia del saber. [De “La escuela”] 
    A  diferencia de los textos anteriores, aquí aparece la primera persona, en un  intento de señalar el carácter íntimo de la experiencia escolar. Fischer toma  la voz del niño, pero pasa por alto las dificultades, zozobras y conflictos que  provoca la escuela en la psicología infantil. La idealización que hace de las  relaciones entre compañeros (construcción del sentimiento de pertenencia a una  comunidad) y la identificación del colegio con la casa y la familia, reproduce  los tópicos de la escuela “como templo de saber” o “segundo hogar” y legitima  el concepto de infancia que surge asociado a la escuela pública como espacio de  instrucción. Esta visión recuerda el espíritu de Domingo Faustino Sarmiento que  consideraba la educación primaria como “la medida de la civilización de un  pueblo” y abogaba por una escuela obligatoria, no sectaria y gratuita. Así lo explica Alberto Palcos, 
    La escuela colma en América  una alta misión social: amalgama a las razas de las más dispares y opuestas  procedencias, las asimila, les comunica el sello nacional, nivela las capas  sociales, fomenta los instintos de sociabilidad, pule las formas, eleva el buen  gusto, dota de hábitos de orden, de disciplina y de educación (Citado por  Cárdenas 2005:97). 
    El  pensamiento romántico de Sarmiento se mantiene vivo en Fischer, cuyas maestras  fueron discípulas directas de las norteamericanas invitadas por el presidente  argentino. Este plan de democratización de la población infantil mediante la escolarización,  es el basamento de un proyecto cultural para la Argentina, nacido a  finales del XIX y que tuvo un nuevo florecimiento en los años sesenta.  El  discurso de la modernización educativa y cultural que toma fuerza por aquellos  años, se asentó en la hipótesis de la posibilidad de ascenso y movilidad  social, a través de la transferencia de pautas sociales de un sector medio a  otro popular (Carli 2002). Los sucesivos gobiernos militares que se sucedieron  en Argentina desde los años treinta hasta la sangrienta dictadura del setenta y  cuatro y los sucesivos gobiernos peronistas utilizaron la infraestructura  educativa disponible para a través de ella, desplegar sus doctrinas.  
    Fischer alimenta la noción de una comunidad ordenada  en el que cada persona e institución ocupa un espacio claro, positivo e  incuestionable.  
    Tengo fiebre, pero en  realidad no estoy enfermo. Mi cuerpo ha elevado su temperatura para defenderse  del mal que lo acecha.  
      .................................................................. 
      No estoy enfermo, soy muy  fuerte y sano; 
      solamente ocurre que mi  cuerpo necesita que lo escuche y ayude para que pueda seguir funcionando  perfectamente bien. 
      Quedarme en cama, no tomar  frío, reposar, puede ser una forma de colaborar con mi cuerpo en su lucha. [De  “Tengo fiebre”] 
                La utilización de la primera persona  para explicar racional y adultamente circunstancias de la vida del niño, hace  que el texto funcione como voz de la conciencia, que no es otra cosa que el  discurso adulto que desde pequeños internalizamos y comienza a formar parte de  nuestros propios mecanismos de represión y consuelo. El niño que lee escuchará  en su mente palabras que identifica como propias (la primera persona es así de  poderosa) y a la vez, como procedentes de una instancia superior,  tranquilizadora. La frase: “No estoy enfermo, soy muy fuerte y sano”, resuena  como las visualizaciones positivas de los libros de autoayuda.  
    Es importante aprender a  estar en un lugar; a estar sin hacer nada.  
  Sentate y dejá que pase el  tiempo. 
      ........................................................................................................... 
      Aprendé a estar sin dormir  en tu cama, sin comer en tu mesa, sin jugar en tu patio.  
      [De “Estar”] 
                Estar sin hacer nada es para la  mayoría de los adultos y, en consecuencia, para los niños una imposibilidad.  Las tareas son tantas, que apenas tenemos tiempo de comunicarnos con los demás  y con nosotros mismos. La propuesta: “Sentate y dejá que pase el tiempo”  produce temor y vacío, en una época decididamente hiperactiva. Atreverse a  suspender momentáneamente la utilización habitual de los objetos (no comer en  la mesa, no dormir en la cama) resulta novedoso, porque plantea modificar los  itinerarios cotidianos, basados siempre en la teórica efectividad.  
    Te ofrezco mis mejores  momentos para que los disfrutes conmigo. 
  Te busco siempre, no sólo  cuando me hacés falta. 
  Te presto la goma porque la  necesitás. 
  Te escucho si tenés ganas  de hablar. 
      .......................................................... 
      No te pido nada a cambio. 
      Mi premio es tu bienestar.  [De “Servicio”] 
                Fischer promueve el amor  desinteresado y la empatía entre las personas. Es común que los libros  infantiles lo hagan, a través de cuentos que muestran la trayectoria de un  aprendizaje. La originalidad (y el riesgo) de Fischer es tratar el tema  directamente, sin procesos psicológicos que justifiquen adoptar una determinada  actitud.  
    La soledad lee, la soledad  recuerda. 
      La soledad escribe cartas  afectuosas. 
      ........................................................... 
      La soledad nos invita a  caminar por los parques y a recorrer bellos museos mirando cada objeto con  tranquila curiosidad. 
      ........................................................... 
      La soledad nunca nos hace  sentir solos. [De “La soledad”] 
    El silencio piensa, el  silencio imagina, el silencio recuerda horas perfectas, el silencio acaricia  las cabezas dormidas... 
      El silencio se pide apenas  con un gesto; en el pentagrama se escribe apenas con un signo; en medio de la  fiesta brilla apenas por un instante... 
      Hago silencio para que  disfrutes del silencio. [De “Silencio”] 
    El  silencio y la soledad son dos de los temas preferidos de este autor. En su obra  aparecen siempre como contrapunto íntimo y necesario del juego. Estar en  silencio implica, de alguna forma, estar solo y estar quieto. Es una  disposición mental poco frecuente (como dejar pasar el tiempo) que Fischer  enaltece.  
    
  No hay malas palabras ni  buenas palabras: sólo hay palabras. 
  Algunas son dulces como una  caricia y otras ásperas como una vereda de piedra. 
      Gracias a nuestras palabras  podemos expresar nuestros sentimientos con fidelidad casi absoluta. 
      Las palabras se vuelven  difíciles en los trabalenguas; musicales en los versos; despreciables en las  mentiras; imperceptibles en los susurros y duras en los reproches. [De “Palabras”] 
             
Como  asegura Ariel C. Arango en su libro Las  malas palabras,  llamamos “malas”  a las palabras obscenas  o tabú. La educación infantil burguesa pone especial énfasis en reprimir la  utilización de vocablos referidos a partes sexuales o a excrementos, pero  permite el acceso a formas de violencia preocupantes. Partiendo de la premisa  de que la violencia física se desata cuando no hay palabras para nombrar los  sentimientos de enfado o frustración, es que Fischer defiende el uso del  lenguaje como herramienta privilegiada de comunicación.  
    La lluvia es el último  secreto de la naturaleza.  
  Los árboles saben que el agua viene del cielo y por eso crecen,  intentando llegar hasta los manantiales altos. [De “Lluvia”] 
                La emoción y el misterio con los que  Fischer se refiere a la naturaleza adquieren, por momentos, un tono místico.  Los ríos, las frutas o la lluvia se transforman en fenómenos sublimes y dignos  de admiración.  
    Pequeña, grande, en el  campo o en la ciudad tu casa es la mejor del mundo. 
……………………………………………………………………………… 
Sus paredes están  habituadas a las vibraciones de tu voz y los pisos al ritmo de tus pasos. 
Si no estás, tu casa parece  enorme y vacía. A tu llegada se viste de risas y gritos, y su corazón secreto  late de felicidad. 
Cuando los habitantes de tu  casa se reúnen, las paredes, el piso y el cielo raso son como una caja que  guarda un valioso tesoro: tu familia. 
Tu casa gira con la Tierra y sus techos  reflejan cielos diversos. Su ventana te muestra la cara azul del cosmos  infinito. [De “Tu casa”] 
    La  casa, al igual que la naturaleza, aparece revestida de rasgos humanos. Tiene  sentimientos y corazón. Es común que  los niños sientan que se comunican con partes  de su vivienda. Al irse de viaje, muchos de ellos besan las paredes y se  despiden, en voz baja, de su habitación. La casa idea de la casa como extensión  del cuerpo tiene repercusiones más profundas. Fischer piensa en cada hogar como  expresión del mundo. Un microcosmos que es a la vez todo y parte del universo  al que pertenece. 
  La  metáfora de la familia como tesoro es poco original y el autor la explota como  un lugar común. Fischer omite deliberadamente las complejidades de diversa  índole a las que se enfrenta la familia actual en la que viven muchos niños y reviste  su expresión de un tinte sensiblero y significativamente negador de la  realidad.  
             
Los libros son como las  personas: sólo valen por lo que llevan dentro.  
Con el tiempo te  acostumbrarás a ser tu propio ilustrador y no necesitarás más que letras  oscuras.  
Buscá la compañía de los  libros bellos y no te sentirás defraudado. 
Con un libro en tu mano, no  habrá fronteras que te detengan ni sueños que no puedas alcanzar. [De “Los  libros”] 
                Fischer  elabora su escrito encadenando máximas. Este uso, por momentos abusivo del  estilo sentencioso, le valió la reprobación de algunos críticos y compañeros de  profesión que atribuyeron soberbia a su estilo. Sin embargo, encantó a maestros  y profesores, quizás menos atentos a la forma, que se sintieron identificados  con los contenidos. La mitificación del libro a la que hacíamos referencia  anteriormente aparece aquí expresada con claridad, a través de arquetipos, tan  generales y comunes, que ya casi carecen de significado.  
                         
Cuando algo está limpio  luce bien y se lo puede conocer mejor. 
La  higiene es una forma de orden y un camino hacia la belleza. [De “La higiene”] 
                El  orden y la limpieza son conceptos tradicionalmente asociados a la buena  educación. El delantal blanco, planchado y almidonado, con el que los niños  argentinos acuden a la escuela remite tradicionalmente a la pureza de cuerpo,  mente y espíritu. Este delantal, paradójicamente siempre inmaculado, fue  durante la dictadura militar elevado a la categoría de uniforme para producir  al menos visualmente, la homogeneización de los escolares.  
            Para  finalizar el libro Fischer incorpora en esta edición de Espasa una serie de poemas.  Especial interés tiene: 
    La Mochila  
    Lápiz, goma, marcadores, 
      cuaderno cuadriculado, 
      diccionario, papelitos, 
      un enorme emparedado. 
      Una escarapela rota 
      que quedó del mes de mayo, 
      tres tapitas de gaseosa 
      y dos globos desinflados. 
      Libro de Cabecera, 
      con forro muy aguerrido 
      y un billete aplastado 
      que en el fondo se ha  perdido. 
      Calcomanías, pegote, 
      un botón nunca cosido, 
      un dinosaurio llavero 
      con mirada de asesino. 
      En el bolsillo de arriba 
      boletos de colectivo 
      (uno sólo capicúa 
      y los demás muy sencillos). 
      El recorte que papá 
      quitó al diario del domingo 
      que habla de videojuegos 
      lo mal que hacen a los  chicos... 
      Migas de variados panes 
      cubriendo espacios vacíos 
      y por fuera dibujos, 
      firmas de algunos amigos. 
      Una calavera horrible 
      y las tres letras de  ¡Gol!... 
      Todo esto en la mochila  
      de un niño caracol.  
    La  mochila que el niño lleva a cuestas es el territorio privilegiado de la niñez,  porque precisamente en su interior se van depositando, en distintas capas y  compartimentos las huellas de la infancia. La ley de los adultos ingresa en la  habitación de los más pequeños, pero raramente en la mochila que, olvidada en  un rincón hasta la mañana siguiente, acumula tesoros y desperdicios. 
  Fischer  de manera minuciosa, elabora un registro de los objetos que configuran  la niñez de un niño porteño prototípico y nos  permite leer, a través de ellos, como transcurre su vida. El colegio ocupa un  lugar fundamental. Al abrir la mochila es lo primero que aparece. Más abajo, y  en lugares aledaños, encontraremos lo más preciado: las calcomanías, el llavero  de dinosaurio o los boletos capicúa.  Libro de Cabecera aparece cubierto con un forro curtido que confirma su uso  habitual. Es un libro manoseado y, por tanto, amado. El padre del niño lee el  periódico dominical y comenta con su familia las notas que le resultan  interesantes. Es un padre moderno que dialoga con sus hijos y los educa. Las  migas y los pegotes atestiguan la dejadez propia de una infancia libre y  despreocupada. 
            El índice del libro puede leerse  como un listado de valores. El recorte que Fischer hace de los temas delimita  su pensamiento y deja claro qué aspectos considera importantes.  
            Libro de Cabecera trata todo el espectro de valores  que nos propusimos analizar y lo hace de forma directa. Es un libro dedicado  íntegramente a los valores y como tal supone uno de los hitos fundamentales en  esta investigación. 
    4.3. Atento al cuento (1987) 
                La  palabra “cuento” en el título hace referencia al carácter narrativo de los tres  poemas que contiene esta edición de bajo presupuesto. El trabajo de la imprenta  es deficiente (Lámina10). Los dibujos aparecen mal reproducidos y el ilustrador  ni siquiera es nombrado en la página institucional. En la cubierta posterior, a  manera de prólogo, el autor se dirige a sus lectores presentándose y dando  claves para la lectura. 
    Soy Enrique Fischer, pero  todos me conocen como Pipo Pescador. Escribo poemas, cuentos y canciones que  luego canto en el teatro y en la televisión. Cuando actúo, uso boina y chalecos  de colores. 
                La  preocupación por la identidad aparece en función temática (Halliday  1994) al comienzo de la oración. Esta nueva identificación entre el autor y el  personaje, junto a la afirmación “todos me conocen” funciona como legitimación  del texto. Activa la memoria de los lectores adultos, que van a adquirir el  libro y pueden relajarse en el “conocimiento” previo, que teóricamente tienen  del escritor. Hay que tener en cuenta que este es el segundo libro que Fischer  publica a su llegada de España, después de permanecer ausente cinco años.  Durante algún tiempo, intentará reposicionarse en un panorama literario y  artístico que le resulta muchas veces hostil. Por otro lado, el breve prólogo  sintetiza para los neófitos los elementos fundamentales de la tradición en  torno al personaje. Fischer es consciente de que su público potencial ya no es  el mismo y que las condiciones de producción y recepción de su obra también han  cambiado.  
    Los protagonistas existen en la realidad y son amigos  míos y ambos se rieron mucho cuando leyeron las aventuras que mi fantasía les  hizo vivir. Me gustaría que ustedes disfruten de estos cuentos tanto como yo  disfruté al escribirlos...cosa que no fue fácil porque tienen muchas palabras  complicadas. 
                La realidad se presenta como ámbito de inspiración para  el autor que fundamenta su creación en  las personas y objetos cotidianos. El proceso de metamorfosis queda  claro: de la misma manera que Enrique Fischer se convierte en Pipo Pescador,  Cristina y Nicolás, sus amigos, pasan a ser protagonistas de la ficción. La  literatura corporiza el paso de la realidad a la fantasía. Permite a las  personas leerse (o escribirse) como personajes. 
            Los procesos de escritura y de lectura se tornan  placenteros, pero también complejos. La alusión a “palabras complicadas” no  hace referencia a un término inusual o de significado abstracto, sino a un  léxico inventado o recreado por el autor: “pincela”, “mariposiento”,  “desmariposarse”, “fantasmosa”. Este recurso, no demasiado habitual en la obra  de Fischer, volverá a aparecer con fuerza en sus obras principales dedicadas a  la animación a la lectura: La magia de leer y Libro loco. Las tres historias están escritas en verso y se titulan:  “Romance de la Señora   Villamor”, “Romance del violinista Nicolás” y “Romance de  Alfredo”. Fischer acostumbra a denominar “romances” a las narraciones escritas  en verso que incluyen alguna proeza o acto heroico ,  a la manera de los “romances de ciegos”.  
    Pintó esta historia una tarde la Señora Villamor, 
      largo pelo renegrido ojos de cualquier color. 
      En la calle Bacacay, en su viejo caserón,  
      aconteció este milagro, que cuento a continuación: 
      Son personajes del cuento, un gato negro y friolento, 
      un loro con luz adentro, un fuerte viento,  
      Pincelón, un pincelito, una pincela coqueta, 
      mucha pintura naranja y mucha pintura violeta.  
    Este comienzo actúa como marco de la narración y  señala su carácter oral. Estos cuentos pueden ser leídos o escuchados, pero en  todo caso, la oralidad queda inscrita en el texto a través de las palabras  atribuidas al narrador-juglar. Éste, se reserva el derecho de hacer acotaciones  metaliterarias o referencias a un tiempo de enunciación ficcional, inmerso en  la propia narración. 
    Habiendo presentado nuestro personaje 
      podemos comenzar este viaje. 
      Digo “viaje”, señores, porque un cuento 
      es un viaje de un momento a otro momento... 
      Vamos, pues, a los hechos sucedidos 
      antes de que se me queden dormidos. 
    Las hazañas de los protagonistas tienen que ver con la libertad, la imaginación o la tenacidad con la que viven su vida. Los  tres poseen una sensibilidad especial y una lógica extravagante que los hace  únicos y desprejuiciados. La  imaginación y la creatividad aparecen como valores supremos que hacen posible a  las personas trascender sus posibilidades comunes. 
  El “Romance de la Señora Villamor”  tiene similitudes con “La bailarina Serafina” de El libro azul. En ambos casos, una  pintora observa como lo pintado cobra vida, confundiéndose los planos de lo  real y de lo soñado.  
    La   Señora Villamor  pintaba una mariposa 
  que tenía sobre el ala un lunar color de rosa, 
      grandes anteojos dorados imitando dos pescados,  
      un collar acollarado y un chal de tul entalcado. 
      Pintó una, pintó trece, pintó nueve, pintó cien, 
      pintó tantas que a la noche no sabía bien qué hacer, 
……………………………………………………. 
Al fin decidió guardarlas en una bolsa de lienzo, 
la llenó de mariposas y la llenó de aleteos 
      y era la bolsa una nube que rodaba por el suelo...   
    En el caso del violinista es la música la que escapa  a su control y suena tan fuerte y desafinada que molesta a todos los vecinos,  sin embargo la perseverancia y la  práctica, lo convierten en un famoso artista.  En el “Romance de Alfredo” vuelve a ser un  sueño el que provoca la aventura, hasta que el desayuno y las palabras de la  madre rompen el hechizo. Los tres  protagonistas deben “domar” sus propias producciones psicológicas o artísticas,  para volver a una situación equilibrada entre imaginación y realidad. En  el caso de los protagonistas niños, las  madres actúan positivamente como productoras  de realidad y sustento: “La mamá hacendosa prepara café”, “...su madre  amasa que te amasa” o como inspiradoras  de soluciones: “-En la heladera, nene, ensaya en la heladera./ Si  cierras bien no se oye desde fuera.”  
  La comicidad está basada en la presentación de  situaciones disparatadas, resueltas de manera excepcional. Se valora  especialmente la diferencia y se deja  en ridículo a la gente que actúa siempre según cánones preestablecidos. El  “Romance de la Señora Villamor”  termina de manera sugerente: “Y esta historia, mariposa que se transformó en  hebilla, puede ocurrirle a cualquiera que pinte en su buhardilla”. Esta  apertura a la posibilidad de compartir experiencias es característica de la  obra de Fischer que anima una y otra vez a sus lectores a escribir y a dialogar  sobre sus percepciones (en Buenos Airesitos) o a mantener  el espíritu lúdico característico de la infancia. 
            Los valores que predominan en este libro son en su  mayoría anímico-espirituales e  ideo-racionales, poniendo  especial énfasis en la imaginación y en la capacidad lúdico-creativa de las  personas. 
      
      
    5. Los años 90. Madurez  creativa 
    El  contexto socioeconómico y cultural de la Argentina de los años noventa,  llevó a Fischer a dedicarse prioritariamente a  la edición de libros, actividad que había postergado por el reclamo constante  de actuaciones en vivo. 
  La  década de los noventa estuvo marcada por el gobierno de Carlos Saúl Menem,  político de origen sirio, que lidera dentro del peronismo una facción  denominada “menemismo” en honor a él. En realidad, el menemismo no es otra cosa  que la aplicación de un liberalismo desaforado, que se distinguió por la  privatización de las empresas del Estado, previo vaciamiento de las mismas para  justificar su venta. El discurso populista y la artificial paridad peso-dólar,  le sirvió a Menem para mantener fieles a los sindicatos y a la clase media y alta  que podía viajar y comprar en Estados Unidos a bajo precio. Mientras tanto, la  pobreza crecía de forma alarmante.  
  Menem  propició un estilo de vida y de gobierno signado por el consumismo y la  corrupción. La deuda externa se multiplicó. Los recursos naturales del país,  así como gran parte del territorio, fueron entregados a capitales argentinos y  extranjeros que, aprovechando el descontrol gubernamental y la falta de  competencia, establecieron precios aberrantes.  
  En  el ámbito cultural proliferó la televisión basura, el amarillismo periodístico  y se encumbró el entretenimiento como valor fundamental de cualquier  espectáculo. La superficialidad se convirtió en el único requisito para el  triunfo. La oferta de arte infantil quedó reducida a circuitos más o menos  alternativos que debido a la crisis económica, producían sin ningún respaldo,  obras teatrales de desigual calidad. La televisión copó todos los ámbitos y fue la madre de los éxitos teatrales y editoriales. Esta utilización de la  televisión como medio de promoción de los espectáculos infantiles tiene una  larga tradición en Argentina. La aparición en televisión, como ocurre  actualmente en España, garantizaba el éxito de las posteriores galas, funciones  teatrales y conciertos.  
  Comenzaron  a difundirse productos que nada tenían que ver con lo artístico, destinados al  consumo rápido. Se inventaba una fórmula cualquiera y se la explotaba hasta la  saciedad sin importar el mensaje o la calidad de la misma. Así aparecieron  payasos, animadoras (siempre cercanas a la  estética Play Boy) y muñecos difundidos desde la televisión por las grandes  productoras, que facturaban millones con la venta de entradas y merchandising. En este contexto las obras de  María Elena Walsh, ya muy mayor, de Pipo Pescador, de Hugo Midón y de un gran  número de excelentes escritores quedaron relegadas a un público de clase media  ilustrada o al ámbito pedagógico, que intentaba oponerse al sistema imperante,  defendiendo una producción artística genuina.  
  Empresas  españolas, alemanas y holandesas fueron comprando las editoriales principales.  Aún quedan pequeñas editoriales argentinas, pero las más poderosas son  españolas o del complejo multimediático alemán Bertelsman.  
  En  los años noventa se crea Musimundo que se queda con el 60% de la distribución  discográfica nacional. Esta situación provocó que, desde mediados de los  noventa, Fischer comenzara a protagonizar una cruzada contra los medios,  denunciando el copamiento que estaban realizando del mundo artístico las  grandes empresas. 
            Durante  esta década, Fischer se dedica al mundo del libro. Escribe, publica y emite  opinión sobre el niño y la lectura en diversos medios de comunicación. Entabla  relaciones más o menos duraderas con editores y une su imagen a proyectos  como  Editorial Ameghino y Ediciones  Florentinas,  ambas fundadas por Julio  Acosta.  
            A  finales de los noventa, el negocio infantil tal como estaba planteado, comienza  a agotarse por exceso y por la enorme crisis que se avecina y que estallará en  el famoso “Corralito” de 2001. Los canales de televisión y las editoriales más  grandes acusan los problemas económicos y hacen a un lado la producción de libros  infantiles. En ese contexto, Pipo Pescador regresa a los teatros de la calle  Corrientes con gran éxito y a pedido del público que nuevamente busca  referentes. 
                         
    5.1. Buenos Airesitos (1990)
    Durante su estancia en Madrid, Fischer comenzó a  redactar las primeras páginas sobre Buenos Aires. Ya de regreso a Argentina,  continuó escribiendo y en 1990, la editorial Paulinas publicó Buenos  Airesitos (Lámina 11). 
  Se trata  de una  edición de tapas blandas, de presupuesto restringido, ilustrada por Pipo  Pescador a partir de fotografías decoradas por encima. Las letras del título  están dibujadas también por el autor con una estética Art-Decó que imprime un  carácter retro e idealizado a la expresión tanto pictórica como textual. Las  ilustraciones del interior juegan con los negros, grises y rojos, (el interior  es a dos tintas) lo que aporta un clima triste y melancólico a las  ilustraciones, que muchas veces no condice con la alegría de los textos. 
            Publicar libros a un solo color es  una decisión puramente económica. Fischer, una vez más, acepta, para que sus libros  se editen, renunciar a formatos y opciones más enriquecedoras y comerciales. La  edición de 2008 a  cargo de la editorial El narrador, es policromática y se acerca más a la  concepción que Fischer tuvo, desde un principio, de la obra. Incorpora nuevos  textos y optimiza el procedimiento de ilustración por medio de fotografías. En  este análisis nos referiremos a una y otra edición estableciendo una  comparación entre ambas. 
    5.1.1. La lectura del paisaje. De Buenos Aires a Buenos  Airesitos 
    Al  contemplar la ciudad, distinguimos en ella un conjunto de elementos que actúan  entre sí. El paisaje se aprende como se aprende a leer. Hay que empezar por  educar los sentidos, para absorber cada detalle. Un paisaje no se deja captar  al primer vistazo. Hace falta tiempo y numerosas miradas, para distinguir las  diferencias y las permanencias.  
        Buenos  Airesitos es el nombre con el que  Pipo Pescador bautiza un Buenos Aires literario, que él ha imaginado. Buenos  Airesitos es una ciudad en pequeña escala, idealizada y hondamente poética,  por la que se desplazan Pipo Pescador y los niños. Esta calidad escenográfica,  de ensueño, de vacío, que confiere el autor a la ciudad, detiene la turbación  cotidiana, para permitir una percepción plena de aquello que, habitualmente, es  territorio prohibido.  
        La obra está configurada por una serie de capítulos  sueltos, en los que el autor propone a los niños recorridos, metáforas y  reflexiones sobre Buenos Aires. Las ventanas, los parques, los mercados, las  guarderías, las estatuas... conforman el universo cotidiano, que comparten los  habitantes de la gran ciudad. 
        Ninguna historia sirve de hilo conductor entre los  capítulos, más allá de la que, implícitamente, hace referencia a la condición  de la escritura: alguien que camina y que mira. Pipo Pescador transita Buenos  Aires y acumula sensaciones que más tarde convierte en texto. El libro se  despliega, entonces, como descripción, celebración, crítica o nostalgia de la  ciudad.  
        El poeta-narrador (Pipo Pescador) y los niños son los flâneurs de Buenos Airesitos, al igual  que Baudelaire, lo fue de París. El flâneur es aquel que se desplaza por la ciudad y la observa desde la orilla. Forma  parte de la cotidianeidad, pero permanece fuera de los circuitos que la  configuran. Como no está inmerso en la rutina, posee el tiempo y la distancia  necesaria para poder interpretar lo que ve. Se permite disfrutar los espacios  que los demás sólo utilizan. Si para el trabajador, el metro supone calor,  prisas, amontonamiento, para el poeta y para el niño, es “un hormiguero  iluminado” o  “el bolsillo de la ciudad,  secreto y misterioso”. La lectura simbólica de la ciudad es una tarea reservada  a los poetas y a los niños, porque ambos comparten la percepción asombrada y  lúdica de la realidad. Ellos son los únicos capaces de transformar Buenos Aires  en Buenos Airesitos.  
        Desde el punto de vista narrativo, el texto tiene una  estructura muy simple: un narrador adulto, identificado con el personaje Pipo  Pescador (reconocido por los niños argentinos), que escribe en primera persona  y se dirige a un público infantil, implícito en el texto: “Yo te escribiré  algunas cosas sobre la ciudad que, estoy seguro, alguna vez pensaste.” El  narrador actúa como guía y acompaña al niño en un paseo imaginario, iniciándolo  en la flânerie y mostrándole el  espíritu lúdico, mágico e histórico de la ciudad. La voz adulta y la infantil  se confunden por momentos. El autor habla de sí mismo como de un niño. Al  hacerlo, recuerda su propia niñez y entreteje su experiencia infantil con la de  los demás. Hace de la infancia un espacio compartido.  
      En el capítulo “Saludo”, Pipo Pescador reflexiona  sobre las limitaciones de la escritura:  
    No esperés encontrar todas  las fuentes, los edificios, las plazas y las calles, porque son tantos que solo  cabrían en un libro infinito; en un libro abierto que se agrande cada día; un  libro-planta al que constantemente le crezcan hojas nuevas. 
    
  A lo largo de su obra, Pipo Pescador recurre una y  otra vez al árbol como símbolo del crecimiento. Como hemos visto, una de sus  canciones más famosas, “Semilla chiquita”, narra la expansión vital de una  semilla hasta convertirse en árbol. Y son los niños quienes, partiendo de una  posición fetal, mueven sus brazos y se van incorporando hasta alcanzar su  máxima altura. Crecer significa perdurar y fructificar. Implica abrirse a la  amplitud del cielo y al mismo tiempo, permanecer arraigado a la tierra. En Buenos  Airesitos la metáfora del árbol se extiende al libro que multiplica sus  hojas en una extensión física, que es, al mismo tiempo, extensión espiritual. 
  El autor invita a los niños a pasear, a conocer Buenos  Aires y a narrarla. “Vos mismo podés continuar escribiendo esta obra”afirma  Pipo Pescador desde la primera página. La ciudad se convierte así en pre-texto  cambiante, que pide ser constantemente leído e interpretado. En este sentido, y  siguiendo una célebre tradición borgiana, el autor es lector y el lector se  convierte en escritor por medio de la lectura. Como señala Roland Barthes en El  susurro del lenguaje: “Cada lectura vale por la escritura que engendra, y  así hasta el infinito”.  
  Cuando Pipo Pescador afirma: “Vos mismo podés  continuar escribiendo esta obra”, hace explícita una de las  bases fundamentales de toda su producción:  dejar siempre un espacio abierto para que el niño ingrese en la corriente  artística propuesta y despliegue su propia creatividad. De esta manera, el niño  no es sólo espectador del hecho estético, sino que se anima a prolongarlo.  
    Yo sigo caminando por Buenos  Airesitos.  No será difícil que un día  nos encontremos vos y yo en algún parque o trajinando calles. Si esto ocurre,  acércate a mí y marcharemos un rato juntos. Cambiaremos impresiones sobre este  libro. Podrás mostrarme algo que descubriste y yo no conocía o, simplemente,  contemplaremos en silencio la ciudad. 
    La infancia es la encargada de continuar el mito  literario y de desarrollar y cuidar una sensibilidad que le permita habitar la  ciudad, en el sentido de sentirse parte de ella, para poder, luego, hacerse  cargo de su futuro.  
      En su Poética del Espacio, Gastón Bachelard  afirma que, para el conocimiento de la intimidad, es urgente la localización de  esa intimidad en los espacios. Las imágenes del lugar feliz (topofilia),  aspiran a determinar el valor humano de los espacios de posesión ya que los  espacios amados son espacios ensalzados. 
      Dentro  de estos lugares amados, de estos “rincones”, el barrio ocupa, junto a los  edificios patrióticos, un lugar privilegiado dentro del imaginario de Buenos  Airesitos. El barrio funciona como micromundo perteneciente a un sistema  mayor. Es la ciudad en miniatura. En esa zona de relativa protección, en otros  textos simbolizada por la casa, el niño experimenta nuevos retos atreviéndose  poco a poco, a ampliar su recorrido. Andar por el barrio es similar a viajar en  tiovivo: el reconocimiento constante de lo que nos rodea y la distancia corta  que nos permite divisar, al instante, la figura familiar. 
    5.1.2. Las ilustraciones 
                Con respecto a las ilustraciones ha  comentado Pipo Pescador:  
    Tuve especial cuidado en  quitar de las fotografías la gente, los coches y cualquier vestigio temporal.  Después pinté los edificios del color que me gustaría que tuvieran, coloreé el  cielo, dibujé más palomas, más árboles. Hice gráficamente, lo mismo que con el  texto: transformé el Buenos Aires real en un Buenos Aires fantástico, liberado  del desencanto (2007). 
    No es la primera vez que Pipo Pescador utiliza la  ilustración como medio expresivo. En Buenos Airesitos fusiona su propio  estilo de dibujo y de fotografía con la tradición de los pintores filetistas,  que decoraron la Buenos   Aires de principios de siglo veinte, tan cercana al tango. El  fileteado porteño es un arte decorativo popular que nació espontáneamente para  alegrar los grises carros municipales que circulaban por la ciudad. Esta  práctica, que comenzó a estudiarse como fenómeno artístico en los años setenta,  nace de la convergencia de diferentes culturas, en particular la gitana y la siciliana.  Horacio Ferrer  definió al filete con estas palabras:  
    Tradición plástica y  elegancia humilde de la   Buenos Aires popular, el filete es el ornamento cariñoso y  altivo de carros y camiones, de carteles de almacén y de ventanitas floridas.  Un arte que ha pasado de maestro en discípulo, dándole originalidad argentina a  antiguos modelos decorativos europeos (1990). 
    
  Pipo Pescadorincorpora a su trabajo sobre  Buenos Aires diferentes tradiciones de la cultura argentina y porteña, que  están en el ambiente y que el autor pasa por su tamiz creativo.  
  La primera edición, presenta un Buenos Aires altamente  idealizado y estático, como una estampa. El tono emocionado y pleno de  metáforas evoca un Buenos Aires sublimado que el autor recuerda, pero no  experimenta a diario. El humor sutil e inteligente de Pipo Pescador otorga al  texto una calidad festiva, que conecta rápidamente con la percepción lúdica que  tiene la infancia. Dice en el capítulo “Lluvia”:  
    Los caminantes se comportan  de manera distinta los días de lluvia. Corren de un portal a otro, saltan como  acróbatas los ríos de mentira, que surgen de las esquinas, o pasan lentamente  cobijados bajo sus paraguas, que son amapolas negras florecidas en las calles. 
    De todas las imágenes posibles de Buenos Aires, elige  aquellas que enriquezcan el mito. Aporta una mirada de la ciudad como pura  energía estética y literaria formada por miles de presencias que la han  configurado. No se trata pues de un recorrido superficial, sino de un mapa  íntimo. El autor acompaña el camino con un plano de sus lecturas e inquietudes  artísticas, que regala a los niños como legado cultural.  
    Jorge Luis Borges, el  escritor, inmortalizó una manzana de Palermo Viejo, nombrando las cuatro calles  que la rodean en una bella poesía. Es la manzana comprendida entre Paraguay,  Gurruchaga, Guatemala y Serrano. Benito Quinquela Martín, el pintor, descubrió  que el agua puede ser verde, azul, amarilla, roja y violeta y que los viejos  barcos olvidados atesoran belleza y emoción. 
    La reciente edición de 2008 incorpora poesías y tiene  un tono más irónico y chispeante. Sobre la calle Florida, por ejemplo, Pipo  Pescador escribe:  
    Hace mucho tiempo, las  peatonales eran calles como las otras, de calzada y acera, pero los automóviles  transitaban cada vez menos y los peatones, cada vez más. La calle empezó a  estrecharse, porque la usaban poco, y las veredas a ensancharse, porque las  usaban mucho, hasta que las dos veredas se juntaron y la calle desapareció. 
    La metáfora continúa siendo la figura fundamental que  estructura toda la expresión, pero el lirismo desbordante de la versión de  1990, toma ahora un carácter más social y crítico. Sobre todo, lo hace en los  capítulos dedicados a nuevas costumbres, en las que el autor percibe un  vaciamiento de la identidad, un simulacro pretencioso y descorazonador.  
    También se puede practicar  inglés en los “shoppings” (centros comerciales). Los carteles ponen “for sale”,  en lugar de “en venta”, out-let” en lugar de “liquidación”  Los panchos se llaman “hot dogs”, y “lo  siento”, se dice “sorry”. Cuando entra un turista norteamericano y se dirige en  inglés a la vendedora, ésta pone cara de terror, porque nació en Villa Crespo y  no entiende ni una palabra. 
    Refiriéndose a la pulsión que lleva a los argentinos a  querer expresarse en inglés, dice Ivonne Bordelois:  
    Se tiene la impresión de que acudir al término “anglo”  exime en cierto modo del sentimiento de fracaso total: seremos desdichados,  pero nos redime, en cierta medida, la inmersión en la lengua del imperio (2005:  80). 
    La última edición agrega capítulos dedicados a  edificios públicos de reciente construcción o a nuevas profesiones (como el  paseador de perros), que configuran el paisaje urbano. También se quitan partes  que han quedado obsoletas, en el constante ir y venir de la ciudad.   
      Buenos Airesitos mantiene el tono nostálgico de una edición a otra. Las  antiguas costumbres, son narradas a los niños, con la esperanza de evitar su  desaparición: 
    Los restaurantes que tienen  mantel de papel blanco son una preciosidad. Lamentablemente quedan poquitos,  pero quedan. Los chicos pueden comer tallarines con pesto y dibujar bichos raros  en la mesa. 
    5.1.3. Identidad porteña e identidad  argentina 
    Buenos Airesitos es una obra escrita y re-escrita en consonancia con los cambios de la  ciudad y con la evolución personal del autor, pero siempre conserva ese  espíritu de crónica costumbrista, a caballo entre la inmediatez y la  permanencia, que identificó durante mucho tiempo a la literatura sobre Buenos  Aires. Este estilo le imprime un carácter fuertemente localista. Es posible  leer Buenos Airesitos sin conocer la ciudad, pero parte de la magia se  diluye en la traducción de los vocablos o en la narración de hechos que los  habitantes conocen y pueden recuperar rápidamente. En este sentido, es un libro  con una fuerte impronta pragmática. Tanto en el ámbito lingüístico, como en el  gráfico.  
      En Buenos Airesitos la identidad porteña y la  argentina, se perfilan a través de un recorrido por los símbolos, físicos y  lingüísticos, conceptuales y gráficos, que avalan la pertenencia a un grupo.  Hablar de Buenos Aires y de sus costumbres es hablar de la cultura e identidad  rioplatense (tango, malevos, pizza, pastas italianas, asado), que difiere mucho  de la cultura andina, incaica o patagónica, pertenecientes a otras partes de  Argentina y que, a menudo, quedan relegadas. Margarita Gutman y Jorge Hardoy  explican:  
    La ciudad (Buenos Aires) era  desde 1776 la capital del más pobre y menos poblado de los cuatro virreynatos  de España y América, pero muy pronto se convirtió en el centro de uno de los  movimientos revolucionarios que lograron la independencia. Desde entonces, la  historia de Buenos Aires y de Argentina quedaron interconectadas y lo que  ocurría en ella atraía la atención de todo el país. 
         
      En este sentido, Buenos Airesitos es un libro  de cultura porteña, con telón de fondo argentino. El sentimiento patriótico es  tratado en el libro como uno más, dentro del universo infantil, pero mantiene  el lugar privilegiado, que se le ha otorgado en la educación pública argentina,  desde Sarmiento. La presencia de El Cabildo (edificio emblemático en donde se  declaró la independencia) o la   Plaza de Mayo, en el centro de la ciudad, refieren un Buenos  Aires unido históricamente al nacimiento de la nación argentina. Sobre El  Cabildo escribe Pipo Pescador,  
    es el tatarabuelo de los  otros edificios, pero no tiene ni una arruga, ni una mancha, ni un rayón en la  pared. Las vísperas de los días de fiesta, iluminado, parece una fogata, una  montaña nevada, o la Luna,  posada como una paloma sobre la   Plaza de Mayo.  
    Aquí el autor juega con la mitología en torno al  edificio, que lo imagina siempre de un blanco inmaculado. La realidad es que un  férreo mantenimiento, obliga a pintarlo continuamente para que no proliferen en  él los graffiti. Como señala Ignacio Irazuzta:  
             
El nacionalismo argentino  edificado sobre la impronta de la inminente heterogeneidad cultural, encontró  en los símbolos patrios un medio idóneo, pero fundamentalmente raudo, para la  construcción de una identidad abarcadora, capaz de resolver aquella  heterogeneidad. La ciudad proyecta sobre su terreno un tiempo (historia) y un  espacio (territorio) significantes de una totalidad social (nacional). Buenos  Aires se erige así como lugar del encuentro entre el orden inclusivo de lo  nacional y la singularidad de lo local (2001:159-163).  
    Buenos Aires, la gran urbe, es de una diversidad tan  apabullante que en sí misma parece contener, a la manera de un aleph, todo lo  existente. Buenos Airesitos  “es  pura magia, un teatro vivo con millones de actores e infinitos telones que  siempre cambian”. La heterogeneidad cultural, la multiplicidad, es la marca de  Buenos Aires, de la identidad porteña y de la identidad Argentina. Así lo  recuerda  Pipo Pescador en su “Saludo” de  presentación.  
    Atravesando la puerta del  Museo Larreta,  estarás en una casona de  España. En Barracas, un edificio multicolor te recuerda un templo egipcio: es la Logia Masónica de  la calle San Antonio.  Un león cazador de  enorme porte, ruge en Plaza Holanda. 
    
  La presencia simbólica de la inmigración se despliega  por todo Buenos Aires. Edificios, comidas, acentos, lenguajes, que configuran  una forma de ser típicamente porteña. Como señala Beatriz Sarlo, “la ciudad es  el espacio donde los intelectuales descubrieron la mezcla que define la cultura  argentina” (1996: 185).  
      Las pocas personas que aparecen en Buenos Airesitos,  actúan como extras cinematográficos y se los identifica sólo por el trabajo que  realizan. Son personajes arquetípicos y sus diálogos, lugares comunes que ya  forman parte de la cultura popular de la ciudad.  
    Damas y caballeros, me  sabrán perdonar si distraigo su caracterizada atención por unos instantes o  interrumpo su pensamiento grato, su descanso mental o simplemente la lectura de  su periódico preferido… 
    
  Este es el discurso que pronuncian textualmente una y  otra vez los vendedores de lapiceras, encendedores, calcetines o peines, que  trabajan en los colectivos (autobuses). Igual de prototípico es el diálogo  entre los conductores, que hablan de ventanilla a ventanilla y que Pipo  Pescador reproduce fielmente:” -¿Venís bien de horario Cachito? ¿A qué hora  largás papá? Fijate si no te patina el embriague porque a mí, ayer, ese coche  me volvió loco...me volvió.” Sobre esto Pipo Pescador comenta:   
    Tengo una influencia de las  letras de tangos que hablan sobre Buenos Aires; que la evalúan, que la adoran.  El cantar o hablar sobre Buenos Aires es una tradición de trovadores. Buenos  Airesitos es un tango para niños  (2007). 
    Y efectivamente el libro incluye un tango, que  habitualmente Pipo Pescador canta en sus espectáculos infantiles:  
    Buenos Airesitos la ciudad/donde nací y estoy  creciendo/quiero “chamuyarte” del amor/del “metejón” que con vos tengo./Cuando  yo camino por tus calles/me parece que te beso con los pies... 
    En este tango Fischer vuelve a introducir al niño en  la cultura porteña como había hecho en su libro Canciones de oro. “Chamuyar”  (susurrar al oído, normalmente palabras amorosas) y “metejón” (enamoramiento)  pertenecen al lunfardo. El verso “Cuando camino por tus calles me parece que te  beso con los pies”, retoma la tradición tanguera del caminante enamorado de su  ciudad. Como en ese tango de Gardel que dice: “que el rodar en tu empedrao es  un beso prolongao que te da mi corazón.” 
  La situación socioeconómica argentina está muy  presente en el texto. La falta de dinero, el oficio lumpen, los ingenieros que  trabajan de taxistas, los paseadores de perros... son realidades cotidianas  propias de una sociedad en crisis, sobre las que Pipo Pescador propone una  reflexión, acorde a la sensibilidad infantil. En “Hoteles y pensiones” escribe:  
    En las puertas siempre hay  gente tomando mate. El encargado prefiere gastar litros y litros de agua,  barriendo con la manguera, mientras charla con el portero de la casa vecina,  que hace lo mismo. Muchas personas ya comprendieron que el agua es un tesoro  que no podemos despilfarrar, pero otros continúan sordos a toda advertencia. 
    Buenos Airesitos es un libro que permite diferentes lecturas. Una eminentemente  literaria, en la tranquilidad de una habitación. Otra curiosa, con un  diccionario y un mapa en la mano. También vale la verificación y observación  “in situ” de lo narrado. Buenos Airesitos es un libro para niños, pero  no cae en tópicos que garanticen asépticamente esta pertenencia genérica. Los  adultos también pueden disfrutarlo y constantemente se los incorpora como  lectores posibles. A este respecto escribía Andersen: “...atrapo una idea para  grandes que cuento después para los niños, recordando que a menudo mamá y papá  están escuchando y que también hay que entregarles algo a ellos” (Citado por  Soriano:77). Este libro y el libro en  general, es entendido por Pipo Pescador como lazo de unión entre el niño y los  adultos, como invitación a un tiempo compartido.  
      Buenos Airesitos contiene valores físico-espirituales,  afectivo-psicológicos, socio-culturales  e ideo-relacionales,  relacionados con el conocimiento del espacio vital, en este caso la ciudad, sus  tradiciones y costumbres.   
    5.2. Cuentos para contar en el ascensor (1990) 
                Fischer retoma con este título,  la línea de escritura lúdica que había comenzado en El libro blanco. Se  trata de una recopilación de minirelatos, ideas y chistes que fue escribiendo a  lo largo de varios años. Parte de este material será nuevamente utilizado en Libro  loco, que tendrá una repercusión mayor. Después de la experiencia de Libro  de Cabecera, Fischer centra su esfuerzo en la promoción de la lectura y se  sienta a escribir con el deseo de mostrarles a los niños que es posible  divertirse jugando con las palabras. Como afirma Graciela Montes: 
    Los niños de los años 90 suelen tener la impresión  de que hay dos idiomas: el propio de ellos que es práctico, inventivo, a veces  crudo, y el que se les enseña en la escuela, correcto pero desabrido e  inadaptado a la vida de hoy. Y es ese un factor a menudo silenciado pero nada  despreciable en la crisis de la enseñanza del idioma y el fracaso escolar y el  analfabetismo funcional (2005:447). 
                De acuerdo con esta premisa, Fischer, siempre  interesado en mostrar las diversas posibilidades del lenguaje, escribe en verso  historias disparatadas que basan su humor en juegos con el significado o en la utilización de la rima. Encontramos  cierta similitud entre este libro y Cuentos por teléfono de Gianni  Rodari, pues ambos crean la ficción de un contexto de lectura (teléfono, ascensor  o escalera), que condiciona la duración y el tono del escrito.  
            La edición de Bonum, ilustrada por  Gustavo Roldán a carboncillo en blanco y negro, incorpora en la contratapa la  narración de un tal J.C.P. que constituye la ficción del lector ideal que  acepta y experimenta las pautas de lectura, que propone el texto desde le  título. 
    Me llevé el original de este libro a mi casa. 
  Y leí en el ascensor 
      uno de los cuentos. 
      Mis hijos que lo escucharon 
      apretaron un botón, 
      que fue del octavo piso, 
      y tuve que leerles otro más. 
      Nos pasamos la tarde en el ascensor. 
      Felices. 
      Así que... les recomiendo este libro, 
      aunque no tengan ascensor ni escalera. 
      Porque de la mano de Enrique Fischer 
      todo es cuestión de imaginar.  
    Las  páginas finales libro contienen un mensaje de la editorial: 
    ¿Quieres proponernos nuevos juegos? 
¿Te gustaría enviarle a Pipo tus cuentos 
      o tus dibujos a Gustavo? 
¿Tienes ideas originales y divertidas  
      para incluirlas en nuevos libros? 
¿Quieres simplemente charlar 
      con nosotros? 
      Nos gustaría mucho que nos escribas. 
¡Te esperamos! 
                Una de las estrategias comerciales  más difundidas, es hacer creer al consumidor que su opinión importa. Y  evidentemente importa, pero en forma de encuesta que marca las tendencias de  venta. Fischer ha recibido a lo largo de su carrera miles de cartas de niños,  enviadas normalmente desde los colegios o entregadas en mano a la salida de un  teatro. Sin embargo, la propuesta de enviar ideas “originales y divertidas” a  la editorial es espuria. Se crea en el público la falsa ilusión de que  puede acceder sencillamente a un mundo de gran complejidad. Esta táctica  pone en evidencia la desconfianza que  el mercado editorial tiene, a menudo, del texto, de la lectura y del lector.  El propósito de los editores es, ante todo, evitar la frustración, el  aburrimiento o la incomprensión que puede surgir entre el lector y el texto.  Por eso, despliegan un aparato  paratextual que suprima cualquier atisbo de insatisfacción y transforme el  libro en una mercancía de fácil consumo. Roland Barthes es un artículo  titulado “Dos mitos del joven teatro” explica cómo el teatro burgués convierte  la interpretación del actor en un fenómeno cuantificable: 
    doy mi dinero al teatro y, como devolución, exijo  una pasión bien visible, casi computable; y si el actor llena bien la medida,  si sabe hacer trabajar su cuerpo ante mí, sin trampas, si no puedo dudar del  esfuerzo que realiza, entonces consideraré excelente al actor  le testimoniaré mi alegría por haber colocado  mi dinero en un talento que no lo dilapida, sino que me lo devuelve  centuplicado bajo la forma de llantos y sudores verdaderos. La gran ventaja de  la combustión es de orden económico: mi dinero de espectador tiene al fin un  rendimiento controlable. 
             
            Algo parecido ocurre con el libro. El placer, o  displacer, que produce leer no es traducible en números y eso molesta al  mercado, que se maneja con leyes de intercambio claras. En ocasiones, la  animación a la lectura realizada masivamente y sin una teoría que la sustente,  afianza la percepción de la lectura como insuficiente y se empeña en hacer  mensurable el entretenimiento. Primero se despanzurra el texto como una rana  para aprovecharlo al máximo y ver de qué elementos está compuesto. Nada debe  quedar librado al azar y, por las dudas de que la diversión haya sido poca, se  despliega una parafernalia de señaladores, chuches, muñecos y multitud de  aditamentos que confunden la naturaleza  íntima y reflexiva del acto de lectura. 
            La editorial Bonum quiere  diferenciarse de las demás y aporta  “extras” que justifiquen la compra. Solicitaron a Fischer que agregara  al final algunas propuestas de escritura creativa y añadieron los datos  biográficos de los autores, escritos en clave cómica por ellos mismos.  
    5.2.1. Apuntes sobre los minirelatos 
    En  este libro el personaje del narrador-escritor tiene un papel claro como amo de  los textos. Inventa las historias y decide qué, cómo y cuándo las narra.  
    Como hace mucho calor  
  metí este cuento en el refrigerador. 
  De allí no lo pienso mover 
      porque se puede echar a perder.  
    En este cuento ocurre que una trucha 
      se enamora de un trucho. 
      Si no te ha gustado  
      lo lamento mucho.  
    Yo sé un cuento secreto 
      que no te voy a contar. 
      Como llegó a mis oídos 
      no te lo voy a explicar. 
      No debo decir a nadie 
      que este cuento yo lo sé 
      porque hay mucha gente  curiosa         
      que todo lo quiere saber. 
                Muchos de los relatos tienen un fuerte componente metalingüístico. Colomer señala al  respecto que la cultura actual explicita y resalta la construcción del mundo a  través del lenguaje y su arbitrariedad, de manera que el texto se propone jugar  con la forma en que el lenguaje construye el mundo y lo muestra claramente en  su cualidad de sistema arbitrario de signos (1998:94).  Fischer recuerda todo el tiempo al lector que el texto es un artificio y  llama su atención sobre los recursos de construcción, tanto gramaticales como  narrativos.  
    Este cuento es de alguien 
      que le pasaba algo 
      y llamó a uno 
      que llegó con otro 
      y después decidieron 
      una cosa importantísima 
      entre los tres.  
    Algunos  de los minirelatos se ocupan de las dificultades del escritor ante lo que se  propone narrar o marcan deliberadamente la incongruencia entre la  macroestructura del relato, que anuncia el propósito de contar un cuento y su  flagrante incumplimiento.  
    Del jardín Zoológico 
  un día se escapó un oso. 
  Quisiera contarte lo que pasó después 
      pero me pongo nervioso. 
    ¿Conoces el cuento del mono pelado? 
      No te lo voy a contar  
      porque termino agotado. 
    El  libro narra hechos disparatados, basados en la inversión de las leyes naturales  o del sentido común, 
    Una noche, 
  vi a un bebé paseando 
      su propio coche. 
    Hubo una vez una lluvia, 
      mezclada con viento, 
      que mojó este cuento. 
    y reflexiona  sobre la etimología, que a veces resulta caprichosa. 
    El zorro tiene zorritos 
      pero la rata no tiene ratitos 
      tampoco la ballena ballenitos 
      ni la vaca vaquitos 
      el loro tiene loritos, 
      el mono monitos, 
      el perro perritos 
      pero la gallina  
      no tiene gallinitos. 
    En Nicaragua 
      un hielo se puso al sol 
      y se volvió agua. 
                Fischer recurre al folclore y a los cuentos  tradicionales y los utiliza como pretextos de los que se apropia para jugar. 
    Si mal no recuerdo, 
      la Cenicienta era muy agraciada 
      pero abandonada. 
      No cuidaba su ropa, 
      nunca la planchaba 
      y cuentan que cuando perdió el zapato 
      no regresó a recogerlo 
      para que el Príncipe no viera 
      que su media estaba rota 
      y tenía un dedo afuera. 
    Una vez Caperucita Roja 
  se mojó la ropa 
  y se destiñó toda 
      y cuando le dio un abrazo 
      al lobo malvado 
      lo dejó colorado. 
    Una vez Peter Pan 
      fue a comprar pan 
      y el pan se había acabado. 
      A pesar de que se agarró  
      una tremenda rabieta, 
      tuvo que llamarse 
      Peter Galleta. 
    Los  protagonistas de los relatos son personas, animales, plantas o fenómenos  naturales que tienen un comportamiento excepcional. La sonoridad de las  palabras y la rima se valorizan especialmente. 
    Una vez un pollo criollo 
  decidió disfrazarse de pimpollo. 
  Tenía mucho papel, casi un rollo 
      y con el papel se hizo tanto perifollo 
      que en lugar de un pimpollo 
      parecía un repollo. 
    Había una vez un rayo de luz 
  que aprendió a nadar, 
      en su primera zambullida 
      llegó al fondo del mar. 
    Tomasa subió a la terraza 
  y nunca más bajó para su casa. 
    Había una vez un niño 
      que tardaba mucho en desayunar... 
      a veces el desayuno 
      se le juntaba con la cena. 
      Un día una medialuna  
      se le volvió luna llena. 
                La actitud marginal de los personajes es la misma  que Fischer aplica al lenguaje, incorporando a la norma lingüística pequeños  juegos, inventos o modificaciones que vuelven la sintaxis y el significado una  cuestión de intención, al mejor estilo pragmático. Como en el poema que  transcribimos a continuación, basado en la homonimia.  
    Las chicas de Milán se llaman milanesas 
      y los domingos se levantan 
      cuando canta el gallo, 
      se van al campo a practicar equitación 
      y son milanesas a caballo.  
                Los valores trabajados en este libro  son principalmente los ideo-racionales,  relacionados con la creatividad y los anímico-espirituales,  que tienen que ver con la felicidad y el humor.  
    5.3. Libro loco (1997) 
                Este libro de extraña forma  y  color amarillo fulgurante es la contracara de Libro de Cabecera. Lejos  de la solemnidad y el espíritu decimonónico de la entrega anterior, Fischer  despliega en este libro una creatividad fresca (Lámina 13). Libro  de Cabecera estructura su pensamiento sobre la infancia,  haciendo alusión a la cabecera de la cama como espacio protector de la cabeza y  por tanto de la racionalidad. En contrapartida y como complemento, Libro  loco, cuyo subtítulo es “te rompe el coco”, recorre el camino inverso  aludiendo a la rotura de la cabeza y de las pautas racionales.  
  El  juego con el lenguaje es considerado por Freud como “el placer de disparatar”  (1999:1100), necesidad y goce creativo natural, que vamos reprimiendo  racionalmente a medida que crecemos. Mientras Libro de Cabecera tenía  una pretensión pedagógica, Libro loco es puramente lúdico. Es un libro  porque sí, por el simple placer de escribir y de experimentar con el lenguaje.  
            Gustavo Roldán realiza una labor  excelente trasladando al lenguaje gráfico el espíritu absurdo y un tanto  surrealista del libro. Para ello introduce en el dibujo algunas de las técnicas  que Fischer pone en práctica en su poesía. Así, encontramos  sinécdoques y metonimias que forman parte de  composiciones de gran dinamismo, elaboradas con distintas formas de estampación  y nuevas tecnologías. Otras veces, la ilustración se limita a un juego  tipográfico o a la sustitución de palabras por dibujos.  
            El libro fue reimpreso cinco veces  más con el formato romboidal del original, pero después no volvió a editarse  porque Espasa se desalentó ante los problemas constantes que suscitaba la forma  del libro, impidiendo un almacenamiento óptimo en cajas para su distribución.  Ofrecieron al autor una edición con formato normal, pero él rechazó la  posibilidad.   
            En tono humorístico, Fischer realiza  en el prólogo una defensa de la propiedad privada del libro y del derecho de  autor, tema que siempre le ha interesado y que lo ha llevado a interponer  juicios para defender su obra.  
    Si este libro se perdiera 
  y alguien sabe de quién es 
  que lo devuelva a su dueño y no sea descortés. 
    Hacerlo costó trabajo. 
      Si lo quiere conservar 
      cómprese un ejemplar. 
      No use la fotocopia: 
      incurrirá en 2 delitos: 
      robar letra en papel suelto 
      y quedarse sin el libro. 
    Considere que el poeta 
  vive de sus fantasías 
  y que sólo será rico 
  si saca la lotería. 
      Saludos a sus amigos, 
      a su perro y a su tía; 
      a todas las cucarachas 
      y a su hermano policía. 
             
            Este texto es una paráfrasis de otro  popular, que en la niñez de Fischer se escribía en la primera hoja de los  libros de la escuela.     
    
      Si este libro se perdiera 
      (como suele suceder) 
      le suplico al que lo encuentre 
      que lo sepa devolver. 
      No es de cura ni de fraile 
      ni de ningún atorrante,  
      sino de un pobre estudiante,  
      cuyo afán es aprender. 
                 A diferencia de Libro de Cabecera, el  índice de Libro loco presenta un panorama más variado y menos abstracto.  Ya no se tratan “universales” de la infancia, sino una amplia gama de temas que  inspiran al autor. Los textos, sin aparente relación entre sí, más que por su  carácter humorístico y fuera de lo común, configuran un “collage” de  múltiples fragmentos. Fischer basa su humor  en el lenguaje coloquial, en la polisemia y a veces en el lunfardo lo que hace  que el libro tenga una difícil lectura para quien no esté familiarizado con el  habla porteña. 
    Había  una vez un moco  
  que  duró muy poco 
      lo  hizo sonar mi abuelo 
      con  su pañuelo. 
                “Hacer sonar” a alguien es hacerlo  desaparecer o matarlo. Otros textos basan su humor en costumbres o formas de  vida típicamente argentinas. Así juega con los nombres repetidos de la guía  telefónica.  
    Manuel  García 
    Hojeando  la guía telefónica,  
  Manuel  García tuvo una sorpresa: 
      muchos  usaban su nombre, 
      escrito  igual, sin ninguna diferencia. 
      Se  puso furioso como el viento 
      y  no quiso atender razones: 
      -Manuel  García soy yo, 
      los  otros sólo copiones. 
      Sin  escuchar a su mujer, 
      Manuel  García, 
      dispuesto  a formular una denuncia, 
      se  presentó en la policía. 
      Calle  Manuel García al ochocientos, 
      nuestro  amigo ingresó al edificio, 
      y  allí lo atendió el cabo Manuel García, 
      que  justamente estaba de servicio. 
      Acusó  de plagio a más de cien personas 
      que  figuraban con ese nombre en la guía, 
      y  más tranquilo tomó la decisión 
      de  ir a tomar mate a casa de su tía. 
      Allí  le presentaron a Manuel García, 
      un  hermano de su padre, es decir un tío, 
      que  le mostró la foto de su primo, 
      Manuel  García, capitán de navío.  
                Libro loco se presenta como  un texto carente de finalidad o utilidad, más allá del provecho extraído al  humor y a la inventiva. En él Fischer se relaja y se atreve con temas inusuales  en él. 
    Box 
    Comienza la pelea. 
      Ya hay trompadas. 
      El público llora 
      a carcajadas. 
      Desde el ring  
      surge la emoción: 
¿Conservará el título  
el campeón? 
“Trompadita” González, 
      colosal,  
      con la “zurda” 
      rompe un hueso nasal. 
      Un pómulo se achata 
      cuando el “Toro” Escalante 
      devuelve la caricia  
      al contrincante. 
“Trompadita” distraído 
      se pone a pavear 
      y el “Toro”  
      le masajea el maxilar. 
      Los huesos crujen 
      como tostadas, 
      la gente aplaude 
      el show de las trompadas. 
      Termina la pelea, 
      gana el “Toro” 
      también llamado con cariño 
“Puño de Oro”. 
Se evalúan los daños 
      en general: 
      dos húmeros rotos 
      y un occipital. 
      Bastante castigado 
      un palatino, 
      tres incisivos 
      y el canino. 
………….. 
La rótula, el radio, 
¡falta otro diente!... 
Hay una “tibia” 
      bastante caliente. 
      El vencedor saluda 
      al público, feliz. 
      Le sale sangre  
      por la nariz. 
                 “Box” está basado en el  oxímoron como figura clave para expresar la incongruencia consistente en reírse  de un espectáculo violento. Fischer utiliza este poema como una forma de  descarga, de catarsis que funciona de manera similar, aunque en grado mucho  menor, a la conmiseración que produce el sufrimiento de una heroína trágica o  la muerte de la cerillera del cuento de Andersen.  
            La escuela primaria, que en Libro  de Cabecera se presentaba como una realidad inmaculada y perfecta, aquí es  tratada con cierta sorna y parte de sus mitos, entre ellos la utilización  obligatoria de lapiceras de tinta, desmontados.  
    Mi lapicera 
    Mi lapicera es de cartucho. 
      Escribe poco, 
      complica mucho. 
    En mitad del poema 
      se queda sin tinta. 
      Yo la sacudo, la revoloteo, 
      escupe gotas  
      y mancha el texto. 
                Entre la variedad de temas tratados  en el libro cabe mencionar un texto inspirado en el cuadro El poeta pobre de  Carl Spitweg.  
    El poeta sucio 
    La casa del poeta, estaba 
      maravillosamente desordenada. 
      Libros en el piso, libros en la cama, 
      papeles formando una montaña. 
      Un ramo de flores muy seco. 
      Colgando de un clavo, un chaleco. 
      Sobre los sillones, ropa vieja. 
      Copas sin lavar en la bandeja. 
      Escrito con lápiz, en el margen del diario, 
      un verso largo como un rosario. 
      Escrito con el dedo, en el polvo de la mesa, 
      un poema sobre la naturaleza. 
    La idea de un poeta desordenado y caótico  contrasta con la alabanza del orden y la limpieza como fuente de belleza  enunciada desde Libro de Cabecera. Esta aparente paradoja refuerza nuestra hipótesis de que ambos libros se  ocupan de aspectos diferentes, pero complementarios, de la realidad que  Fischer decide mostrar a los niños. Habría un desorden que es tan sólo caos y  deja entrever una interioridad deprimida e indisciplinada, pues fomenta la  confusión y obstaculiza la realización de actividades positivas. Ese es el desorden  al que Fischer alude en Libro de Cabecera. La contrapartida, está  representada por la suciedad del poeta que, transido de emoción, posterga la  pulcritud en pos de un orden superior expresado en su poesía.  
            Este poema delata también las  circunstancias sociales desfavorables que tradicionalmente han acompañado a los  artistas. El poeta, impelido por su necesidad creativa, y ante la imposibilidad  de adquirir folios en los que escribir, utiliza cualquier soporte: las márgenes  del diario o el polvo de la mesa. Esta escritura, plasmada en el primer espacio  que se encuentra, es una anécdota habitual en la historia de la literatura.  Stendhal escribía en los puños de sus camisas y Jacobo Fijman en las servilletas  que a la hora de la comida repartían en el auspicio en donde estaba internado.  En su niñez Fischer pudo ver en un museo de Gualeguaychú el original de la  novela El país de los matreros de Fray Mocho, escrito en el reverso de  los formularios de telegramas, ya que este escritor había sido empleado de  correos. Esta visión mostró a Fischer, aún niño, cómo la creatividad vence los  obstáculos y le provocó honda impresión. 
            Libro loco tiene una  sección titulada “Diario colifato”  que  reproduce la tipografía y la diagramación de un periódico. Está compuesto  exclusivamente de titulares y de anuncios clasificados absolutamente  disparatados.  
    Un pez volador 
  cayó al mar. 
      Hubo que rescatarlo 
      porque no sabía nadar. 
    Cambio una mosca  
      que ya se ha volado por 
      una palabra que ya he  
      pronunciado. 
    Cambio chupete a  
      medio chupar por un 
      casete a medio escuchar. 
    Cambio una adivinanza  
      que no puedo  
      adivinar por algo difícil  
      que no sepas dibujar. 
    Cambio una taza  
  de té hecho sin agua 
      por una novela que no tiene 
      palabras. 
    A  través de la parodia de los anuncios clasificados, Fischer configura una suerte  de realidad alternativa y fantástica, una suerte de continuación del mundo del  revés, que instauró Lewis Carroll y retomó María Elena Walsh en sus libros.  Como señala Luraschi-Sibbald: 
    Así como el discurso científico, moral o jurídico y  hasta el sentido común están al servicio del orden; la poesía, el humor y el  disparate proponen ´desórdenes´. El disparate se da con más frecuencia en el  plano lingüístico, respeta las reglas morfosintácticas para crear una ilusión  de fluidez, pero se desentiende de las relaciones lógicas y de la vinculación  con sucesos reales (Citado por Origgi de  Monje 2004:36).  
                Este libro se refiere a valores  anímico-espirituales, relacionados con el bienestar y la relajación que produce  el humor y a valores ideo-racionales en lo que respecta al desarrollo del  sentido crítico sobre la realidad. 
    5.4. María Caracolito (1997)  
    Durante  años, Fischer esperó el momento oportuno para abordar un tema que tenía pendiente:  la niñez y la discapacidad. En sus propias palabras, 
    Quería escribir desde hacía mucho tiempo, un libro  sobre un niño con Síndrome de down, pero no me consideraba preparado. Esperé  que pasaran los años, porque creía que éstos me darían la sabiduría y  experiencia necesaria para afrontar el tema. Escribir la vida de una niña con  Síndrome de down es entrar en un territorio de pureza absoluta. Pureza en los  sentimientos esenciales que transmite, pureza en la total indefensión que  delata. María Caracolito es una niña literaria, una invención de mi  imaginación, apenas moderada por datos de la realidad del Síndrome de down. Es,  en honor a la verdad, un ser en estado de gracia, una niña que se comunica en  forma singular con el exterior para enriquecerme como escritor y enriquecer a  los lectores. 
             
            Numerosos ejemplos atestiguan que la  literatura siempre se ha interesado por la discapacidad. Desde Tiresias, el  vate ciego de las tragedias griegas, a El soldadito de plomo, entre  muchísimos otros ejemplos. Sin embargo, como señala el estudio de la Fundación Germán  Sánchez Ruipérez, la mejora en el tratamiento que la literatura hace de la  discapacidad, coincide con el cambio de actitud de la sociedad ante estas  personas. Cambio de actitud provocado por la evolución de las políticas  sociales y la legislación específica. 
             
La discapacidad es un concepto que evoluciona: es el  resultado de la interacción entre la deficiencia de una persona y las barreras  y actitudes de la sociedad. Se basa en el concepto de diversidad, más que en  las limitaciones” (Bustos Gisbert 2007:5). 
             
            Existe por tanto, una relación entre la serie  literaria y la serie social, de manera que la evolución de una se refleja en la  otra y viceversa. Este contacto es el que motiva la siguiente afirmación: “La  literatura infantil puede ser una base privilegiada para la intervención social  en el proceso de adaptación de individuos con minusvalías” (Hoster Cabo y  Castilla 2003:188). Y ello debido a que  la literatura constituye una potencial estratégico de información, conocimiento  y promoción de valores. El tratamiento de la discapacidad en Literatura  infantil se ha convertido en uno de los temas más supervisados y criticados por  parte de los expertos. Al tratarse de una problemática tan delicada, atreverse con  ella exige al escritor una preparación teórica que se pasaría por alto en otras  circunstancias. Si en la actualidad, la Literatura infantil ha logrado liberarse de las  cargas pedagógicas y los teóricos prescriben libertad total, en el tema de la  discapacidad se vuelve a fomentar un tratamiento aséptico e ideológicamente muy  controlado. La responsabilidad es mucha y los escritores lo saben. 
            Según  el estudio de Monjas y González (1997) la presencia de personas con minusvalía  es aún poco representativo, en el total de libros infantiles publicados.  Generalmente están dirigidos a lectores adolescentes o preadolescentes, siendo  menor la oferta para niños de primaria y prácticamente nula para los lectores  de educación infantil. La mayor parte de estos libros se refieren a  discapacidad motora o a deficiencia mental, seguidos por los problemas  visuales. Pocos se encuentran sobre deficiencia auditiva o problemas de  comportamiento.  
En 1997 Ameghino  publica María Caracolito, un texto que  narra escenas de la vida de una niña con Síndrome de down. Fischer organiza el  libro en base a relatos breves que capturan momentos clave de la niñez de  Caracolito. El índice, que guarda gran similitud con el de Libro de Cabecera,  nos muestra el recorrido de esta niña y su familia. Algunos de los capítulos  como “Dieta”, “El incendio”, “Flor en jardín equivocado”, “Soplando” o “La  evaluación”, hacen referencia a situaciones relacionadas directamente con el  síndrome, ya sea por la personalidad de estos niños o por sus características físicas.  El relato construye un paralelismo simbólico entre María y el perro dálmata que  los niños adoptan, que es diferente a los demás porque no tiene manchas. La  presencia de la nueva hermana y de la mascota obliga a la familia a asumir la  situación y a manejar argumentos capaces de desarmar los prejuicios sociales.  
Se  trata de un libro en prosa con algunos poemas intercalados, que matizan y  desarrollan con lirismo lo expuesto narrativamente. La autonomía entre las  secuencias responde a la voluntad de ofrecer un panorama de anécdotas  significativas a través de las cuales construir un significado. Esta organización  en forma de mosaico es habitual en Fischer y en la Literatura infantil  actual, que presupone una competencia lectora eficaz de su público. 
La  edición muy cuidada y a todo color constituye un producto coherente, en el que  el texto y las ilustraciones se complementan con armonía. La ilustradora, Julia  Díaz, hizo a su vez un trabajo exhaustivo dibujando a la protagonista a partir  de fotos que ella misma tomó a la niña que haría de modelo.            En una de las páginas finales aparece  un retrato de Fischer, de Díaz y de María Caracolito. Esta ilustración, que en  el caso de la dibujante se convierte en autorretrato, sirve para transformar a  los dos autores en personajes.  
    El último día, decidimos salir juntos los tres, y  aquí estamos enviándoles un saludo cariñoso y deseando que el libro les guste  mucho. ¡Que sean felices y coman perdices!” 
                Este juego del mise  en abyme, permite a Fischer, y en este caso a Díaz, sugerir una reflexión  sobre el concepto de realidad y de literatura (arte). En los años sesenta se  actualizó la antigua tendencia estética por la cual el autor utiliza su propia  obra para promocionarse y las fronteras de la libertad expresiva se ensanchan.  Ya no sólo existe el autor creando una ficción, sino que éste puede ser la  ficción misma. A este respecto comenta Arnold Hauser,  
    El alejamiento del autor con respecto a sus  personajes, su punto de vista estrictamente intelectualista frente al mundo, su  reserva en sus relaciones con el lector, en suma, su contención clasicista  aristocrática cesan al mismo tiempo que comienza a imponerse el liberalismo  económico. El principio de la libre competencia y el derecho a la iniciativa  personal tienen su paralelo en la tendencia de su autor a expresar sus  sentimientos subjetivos, a poner en vigor su propia personalidad (1962, II: 62) 
                Las ilustraciones a lápiz y acuarela, interactúan  con el texto principalmente por ampliación (las imágenes incrementan el significado  de las palabras o las palabras expanden lo transmitido por el las imágenes) y  por complementariedad (cuando las imágenes y las palabras hacen contribuciones  independientes al hilo argumental). Así, encontramos una lógica interna de las  ilustraciones que, en un caso representativo, incluyen la dimensión temporal,  mostrando cómo una gota de pintura cae del pincel de María Caracolito, entre  una página y otra. De esta manera, la ilustración, que se torna dinámica,  contribuye a la descripción psicológica del personaje sugiriendo la lentitud,  marcada lingüísticamente en el título por la palabra “Caracolito”. 
            La escritura de este libro llevó a  Fischer un año de investigación y entrevistas con expertos en el tema, como lo  atestigua la nutrida lista de agradecimientos, que por primera vez, aparece en  un libro de este autor.  
    Aviso  a los lectores adultos
      
    María Caracolito no es más que un libro de escenas, que narra momentos  de la vida de una niña diferente. Para escribirlo, me he informado ampliamente  y he tratado de crear un personaje representativo.  
  Esto no significa que esta niña pueda ser considerada un prototipo, ni  que este libro tenga la intención de aportar conocimientos sobre el tema. 
  La única fuerza que me mueve al publicar estas páginas es el deseo de  que las personas comunes, especialmente los niños, tengan un encuentro  afectuoso y emocional con María Caracolito y su realidad. Quien conoce puede  amar; quien ama, acepta al otro como es. ¿Adónde llegará María Caracolito, si  confiamos en ella de “verdad” y se lo hacemos sentir? 
  Yo espero todo de los niños, sean diferentes o comunes; por eso les he  dedicado mi vida. Para mí hay uno sólo niño posible: el que tiene futuro  abierto. La niñez es eterna, pero nadie debe habitarla para siempre. Los niños  tienen que crecer. 
                En el prólogo, el  autor argentino es prudente. Por primera vez, Fischer, que siempre se muestra  seguro en sus opiniones sobre los niños, necesita justificarse ante el posible  ataque de los expertos. Sin embargo, después de los descargos pertinentes,  retoma su estilo con una serie de afirmaciones que nos permiten delinear su  manera de entender la infancia y que se basan en los siguientes presupuestos: 
  -Existen niños. La  distinción entre discapacitados o comunes aparece a posteriori y no es productiva,  salvo para determinados ámbitos como el médico, el administrativo, etc. 
  -La infancia es evolución. El niño tiene vocación de  crecimiento. Se trata de una etapa efímera por definición.  
  -La infancia existe  como abstracción que se concreta en cada uno de los niños que la vive. La niñez  trasciende la discapacidad y las experiencias que tienen lugar en ella son siempre  decisivas. 
      -La escuela es (o debe ser) alimento para el  desarrollo. El espacio privilegiado de la infancia.  
      María  Caracolito narra la historia de una niña que crece arropada  por el amor de su familia. La discapacidad no es el tema central del relato,  como podría parecer en una primera lectura, sino el afán de superación y la  búsqueda de la identidad. María es quien es y vive de acuerdo a esas  circunstancias, al igual que todos los seres humanos. Es la sociedad la  discapacitada, la que no es capaz de proveerles a los niños lo que estos  necesitan para su desarrollo. El libro no se ocupa especialmente de las  imposibilidades o minusvalías de María. Todo lo contrario; las dificultades son  vencidas con esfuerzo, pero con eficacia, debido a la resolución y al carácter  de la niña y a su familia que busca siempre una nueva opción. Fischer recurre a  un personaje discapacitado porque éste le permite mostrar con claridad y  dramatismo cómo la sociedad falla en su manera de conceptualizar y por tanto de  tratar a la infancia. En palabras del autor: “Los niños minusválidos  delatan el estado de la sociedad que los rodea. Son termómetros exactos que  dejan claro qué valores maneja el hombre y qué idea tiene de sí mismo” (2007). 
¿Cómo  organiza su vida una familia que tiene un hijo con Síndrome de down? ¿Qué  opciones educativas ofrece la sociedad a su hijo? ¿Se le permite compartir la  escuela con los demás niños? La situación que vivía la gente con discapacidad  en la Argentina  de los noventa es bastante diferente a la que existe en la actualidad. En estos  años, ha crecido la concienciación y se ha logrado, por lo menos, superar el  ocultamiento y el rechazo tradicionales hacia el discapacitado. La sociedad  tramita lentamente la relación con una parte de sí misma que le cuesta aceptar.  Ante esta situación Fischer toma un partido claro y explícito a favor de la  integración, mostrando la preocupación de los padres ante la exclusión a la que  es sometida María.  
    Flor en jardín equivocado 
    El primer jardín de infancia al que  fue María Caracolito, resultó un fracaso. 
  Cuando mamá preguntó si María Caracolito podría  ser aceptada como todos los chicos, le dijeron que sí. 
  Luego quiso saber si ayudarían “especialmente” a  la niña cuando tuviera algún problema o necesitara algo que usualmente los  otros chicos no necesitan; también dijeron que sí. 
  Los papás de la niña se aliviaron mucho cuando  recibieron respuestas tan positivas, porque conseguir un lugar para Caracolito  no era algo fácil. 
  Pero la felicidad duró poco. Un día, la mamá  acudió al jardín de infancia en mitad de la mañana, para pagar la cuota que  estaba atrasada; aprovechando un tiempo de espera, cruzó el patio en dirección  al salón de los “gusanitos”, donde se encontró con una triste sorpresa. 
  María Caracolito estaba completamente sola en el  fondo del salón, con los deditos en la nariz y cara de aburrimiento, mientras  la maestra y los chicos jugaban el juego de “ponerle la cola al burro” en la  pizarra. 
  María Caracolito   acudía al jardín como los demás chicos, tenía la oportunidad de  participar en todas las actividades, pero eso no era suficiente; nadie la  ayudaba a superar las dificultades que aparecían. Si le costaba trabajo  entender un juego, quedaba excluida. En poco tiempo, una niebla la aisló de sus  compañeros. Estaba desprotegida. 
—No quiero que mi hija permanezca en este sitio  —dijo la mamá— y tomándola de la mano se la llevó a su casa. 
María Caracolito es una bella y delicada flor  diferente a todas. Su mamá, sin querer, la había puesto en un jardín  equivocado. 
Una lástima, porque hubiera sido mucho mejor no  tener que irse, cuando ya habían comenzado las clases. El cielo de otoño estaba  oscuro; inmensas nubes grises ocultaban el sol.  
             Fischer señala aquí la diferencia que existe entre  tolerar e incluir. Tolerar significa permitir que el niño discapacitado esté  presente en el aula e incluir, encontrar maneras de conseguir que ése niño se  desarrolle junto a sus compañeros. En general las sociedades occidentales  tienden a ocultar aquello que delata sus posibles debilidades. Se intenta  disimular la existencia de los discapacitados (o de los locos) de la misma  manera que se pretende encubrir el paso de los años.   
    María Caracolito 
      camina lento, 
      como un barco de vela 
      con poco viento. 
      María Caracolito 
      habla cerrado; 
      ya aparecerá la llave 
      del candado. 
      Como pétalo que cae 
      de una rosa, 
      asoma su lengüita 
      silenciosa. 
      Bailan, juegan, 
      pintan un garabato. 
      Todos en un instante. 
      Ella en un rato. 
      Los ojos tras las lentes 
      de cristal, 
      son botones de nácar 
      en su ojal. 
      María Caracolito 
      camina y no vuela. 
      Tal vez le crezcan alas 
      en la escuela. 
            Fischer  entiende la educación como una apertura al mundo. La escuela pública, que  siempre ha defendido, es la que debe proveer de un espacio en el que tengan  cabida alumnos de la más variada condición. Asistir a la escuela  enriquece a María, pero también a sus compañeros que aprenden a convivir con  personas con capacidades diferentes a las suyas y a entender que los logros  requieren esfuerzos, ya que todo discapacitado está obligado a superarse día a  día. El autor promueve una educación abierta, destinada a comprender la  inmensidad de la vida, en contraposición a una educación orientada al logro de  ciertos objetivos, como son el liderazgo, el éxito personal o la  competitividad. Así lo expresa en: 
    El caracol 
    ¿Será que el caracol  
      camina lento?... 
      Mientras pasea 
      consigue su alimento. 
      A la noche recorre 
      todo el huerto. 
      Antes de salir el sol 
      ya está cubierto. 
      Tiene su vida 
      bien organizada; agua, hojas, sombra, 
      no le falta nada. 
      Es como es. 
      Caparazón en espiral. 
      No tiene pies. 
      Adonde quiere llega igual. 
………………………….. 
¿Será que el caracol 
      camina lento? 
      Vive, tiene hijos 
      y encuentra su sustento. 
      Hace todo muy bien. 
      Sin ansiedad ni prisa. 
¿No será que su tiempo 
      es otro tiempo? 
      El reloj nuestro es un ciclón. 
      El de él es brisa. 
    El libro marca a través de breves pinceladas, cómo la  presencia de María modifica la vida de su familia que, junto a ella, aprende a vivir  con una intensidad insospechada. Las posiciones ideológicas ante el problema  están claras. Fischer reproduce discursos prototípicos de padres y madres a  favor y en contra de la integración.  
  En la entrevista que llevamos a cabo a Fischer, éste hace algunas  reflexiones sobre la relación que existe entre Síndrome de down e infancia.  
    Las personas con Síndrome de down siempre me han  conmovido. Tal vez porque prolongan una caprichosa niñez, un espacio de  ensoñación que parece no variar con el tiempo. Suelen ser golosos, obstinados, imaginativos,  traviesos, alegres, detallistas y febriles en su búsqueda de afecto. Pueden  organizar el mundo de acuerdo a su mirada singular y sostenerlo así por años.  En ese sentido son la flor y nata de lo literario (2007). 
    Las personas que padecen este trastorno genético poseen características de  comportamiento que coinciden con las comúnmente asociadas a la niñez. De alguna  manera, su síndrome los convierte en niños eternos. Y este es precisamente, el  lugar que las sociedades avanzadas reservan a los individuos con discapacidad  mental. Sin embargo, Fischer apuesta por el crecimiento, confía en la  posibilidad que tienen de adquirir autonomía y en el desarrollo de todas sus  potencialidades. Deja clara su postura en el capítulo “Despedida”: “Los años  nuevos llegan para cumplir los deseos y el tiempo transcurre para que los niños  se puedan volver grandes.” Montobbio coincide con Fischer cuando afirma: 
    La obstinada prohibición social y cultural de acceder al  mundo de los adultos, que se manifiesta (inconscientemente) hacia todas las  personas con discapacidad mental, y en particular en el caso de las personas  Down, hace que ante tal perspectiva se conviertan en la evidencia misma de una  prohibición de crecer de la que somos todos altamente cómplices. De todos los  jóvenes con discapacidad que, pudiendo convertirse en hombres, permanecen  retenidos en una infancia sin fin (1995:1).  
    En la misma línea de pensamiento, pero referida específicamente a la  literatura, Isabelle Jan comenta que muchos de los libros para niños fracasan  por la tendencia a presentar una infancia eterna: 
    La cualidad de niños [de sus personajes] no está nunca en  peligro. De la misma manera que no son cuestionadas la seguridad y satisfacción  que van asociadas a ese estado. Para ellos, no sólo no se trata de crecer, sino  que incluso parece que no van a tener nunca esa posibilidad. Así parece  conjurado, aparentemente, el deseo de cualquier niño de convertirse en adulto,  deseo que se acompaña de temor y angustia (Citado por Colomer 1998:55)  
                Decíamos  anteriormente que este libro pone el acento en la superación de las  dificultades, más que en las dificultades mismas. María va configurando y  descubriendo su personalidad, sus gustos y habilidades, al igual que los otros  niños. La temática de la superación queda reflejada en el siguiente texto en el  que Fischer combina su conocimiento de la psicología infantil con una gran  carga simbólica.  
    Convalecencia  
    A María Caracolito la han tenido que operar. 
  No le dolió nada, porque la durmieron y cuando se  despertó, ya había pasado todo. 
  Eso sí, estará internada una semana para ponerse  bien. 
—Tendrás que tener paciencia María Caracolito —le  decía la mamá— en unos días te sacarán todos los tubitos. 
      La maestra la fue a visitar. 
      María Caracolito le pidió algo inesperado. 
— ¿Me podrías dibujar en la cama, con todos los  tubitos y las vendas que tengo puestas?... 
— ¡Claro que sí! —dijo la señorita y tomó un  papel y lápices que había en la mesa de luz. 
La dibujó minuciosamente, con su camisón rosa,  los tubitos que tenía en los brazos, la venda que tapaba la herida, una  manguera muy delgada que pasaba por su nariz, y finalmente se llevó el dibujo,  después de prometer a María Caracolito que la llamaría por teléfono a menudo. 
Dos días después, la niña le pidió que borrara  del dibujo el tubito que pasaba por la nariz, porque ya se lo habían quitado. 
Al otro día, tuvo que borrar con una goma la  sonda con suero de los brazos. 
    El  último día de estadía en el sanatorio, la maestra fue a visitarla llevando el  dibujo, y antes de irse, borraron la venda, la cama, y dibujaron una niña feliz  que atravesaba la puerta camino a su casa.  
    5.4.1. El tiempo y la infancia  
    Porque es bueno que el tiempo que pasa no nos  parezca nunca que nos desgasta y nos pierde, sino que nos perfecciona. Es bueno  que el tiempo sea una construcción. Así voy yo de fiesta en fiesta de  aniversario en aniversario, de vendimia en vendimia al igual que cuando era  pequeño, iba desde el salón al jardín, del jardín a mi cuarto... y cada paso  significaba algo.  
  Antoine de Saint Exupéry 
                El tiempo transcurre  objetivamente y es medido y fraccionado por el reloj. El tiempo transcurre  subjetivamente y es percibido por cada persona de manera diferente. La  noción de tiempo es uno de los conceptos más difíciles de comprender para los  niños pequeños. Si se hace un análisis  detenido de las descripciones de Piaget respecto de las diferentes capacidades  de aprendizaje de los chicos, se puede ver que las nociones de espacio y tiempo  surgen y se desarrollan lentamente, de manera confusa. Una tarde dedicada al juego puede ser temporalmente infinita, pues los  niños viven el presente sin tener en cuenta el antes y el después. Solamente se  ocupan del tiempo cuando lo relacionan con el crecimiento, los cumpleaños y la  posibilidad de independencia. 
            En María Caracolito la lentitud es signo de la discapacidad. Lo que distingue a María de los demás  niños es el ritmo pausado con el que aprende, las horas que le lleva resolver  una actividad. A lo largo del libro, Fischer utiliza diferentes aproximaciones  para transmitir los conceptos de rapidez y lentitud. “María Caracolito camina y  no vuela”; “es un barco de vela con poco viento”, “un instante-un rato”;  “tardará un tiempo”; “ciclón-brisa”; “sus compañeros parecen flechas en el  aire”; “María Caracolito ¿serás la última en terminar?”“¿Por qué estarán tan  apurados los grandes?” se pregunta el narrador, poniendo en palabras la  sensación de los más pequeños que viven con angustia la aceleración a la que se  ven sometidos. Cuando un niño comienza a ser consciente del tiempo y le  preocupa cómo ganarlo, cómo gastarlo, cómo optimizarlo, es señal de que de que  poco a poco, abandona la niñez. 
    5.4.2. Últimos capítulos  
    “Busqueda” es un poema escrito en primera persona que funciona  como voz colectiva de la discapacidad.  
    Estoy acostumbrado al esfuerzo. 
  Maduro como fruta en cada desafío. 
  En la escuela aprendí. 
  Me han enseñado, 
      que no es diferente 
      el que busca lo mismo. 
                La escuela reaparece una vez más, como panacea de la  integración y garantía de una niñez bien aprovechada.             En los dos últimos versos resuena la teoría budista  denominada “itai doshin” que afirma que la diferencia entre los seres humanos  se diluye cuando los objetivos que se comparten son los mismos. Así lo explica  Nichiren: “Ser inseparables como los peces y el agua en que nadan, podría  entenderse como el espíritu de atesorarnos unos a otros, conscientes de que  somos seres irremplazables, y tratar de estimular a cada uno para que  despliegue lo mejor de sí mismo” (1999:23). 
            El capítulo “Despedida” da  a los lectores las últimas noticias esperanzadoras sobre Caracolito: “Hace  gimnasia, juega al ordenador, cuida sus pertenencias, nada en la piscina,  cocina cosas sencillas.” Todavía no puede acudir a la escuela primaria, pero  “sólo allí logrará crecer verdaderamente, porque aparecerán desafíos ciertos”.  “¡Estoy seguro de que lo logrará!” Fischer está convencido de que los libros  para niños deben tener siempre un final feliz, porque los pequeños se identifican  con los personajes positivos que triunfan, después de realizar grandes hazañas.  Si no fuera así, les produciría desánimo y la amarga sensación de que el futuro  puede ser injusto y trágico (1998). 
            Tres ideas se repiten una  y otra vez a lo largo del libro: el esfuerzo que deben realizar los niños con Síndrome  de down para lograr sus metas; la importancia de la escuela en su crecimiento y  el transcurso del tiempo que naturalmente los transformará en adultos. María  Caracolito trata todo el abanico de valores: físico-vitales, relacionados  con la salud y el cuidado de las personas, afectivos psicológicos como son la  adaptación social, o la capacidad de amar y ser amado; valores socio-culturales  en relación a la igualdad y a la educación e ideo-racionales y anímico espirituales  que  señalan el derecho a la dignidad y  felicidad.  
    5.5. El libro de los chicos valientes (1997) 
                Por séptima vez, Fischer escoge la palabra “libro” como título.  Sin embargo, esta es la primera en la cual el posesivo “libro de” no se refiere  a una característica del texto, sino de sus receptores. Atento siempre al  refuerzo positivo, que va tan bien al carácter infantil, Fischer dedica su  texto a un lector valeroso que no se amilana ante las propuestas de “miedo,  magia y misterio” que se anuncian en la portada. 
            La edición de Ameghino  cuenta con las ilustraciones de Julia Díaz y la diagramación de Juan Alaimes, que  también se había encargado de María Caracolito. Los dibujos están  realizados en técnica mixta (témpera y tinta china con pluma) e  incorporan el estampado. La portada recurre  nuevamente a la puesta en abismo: un niño lee El libro de los chicos  valientes. Se produce así una estructura de cajas chinas en la que el libro  real contiene a otro, dibujado. Como veremos enseguida, la elección de esta  portada no es casual, sino que retoma gráficamente el tipo de relación entre  ficción y realidad que Fischer propone.  
    “Como todos los chicos y chicas se sienten valientes, he  elegido este título para que se identifiquen con él”, afirma Fischer desde el prólogo,  que es todo un ejercicio de pedagogía literaria. 
    Cuando yo era niño, leía libros de suspenso. Me  resultaba muy interesante conocer las razones secretas por las cuales ocurrían  las cosas, aparentemente inexplicables. Como la lectura es un acto silencioso,  todos los sonidos de la casa se escuchan con nitidez mientras uno lee.  
  Si además leemos en horas de la noche, la  imaginación (que ya trabaja bastante con las palabras) será obligada a hacer  horas “extra” por culpa de los crujidos de los muebles viejos, la vibración de  las cañerías, los aullidos lejanos de los perros... y el ruido de nuestro  estómago vacío que espera la hora de cenar. 
                Fischer comienza estableciendo un paralelismo entre su  infancia y la de los lectores. No es la primera vez que lo hace. Recordemos las  alusiones de Buenos Airesitos,  por ejemplo. El regocijo que producen los relatos de misterio en los niños,  parece ser una de las características representativas y atemporales del gusto  literario infantil. Estos cuentos están ideados como parodias del  suspense y del terror. Su carácter paródico reside en utilizar las leyes y  recursos del género, pero con unos objetivos diferentes. Mientras la literatura  fantástica intenta socavar los límites de la realidad poniendo el acento en un  mundo paralelo, Fischer se vale de esa fuerza expresiva para demostrar que la  realidad es el punto de partida de la fantasía.  
  El prólogo presenta una concepción de la lectura que  recuerda al cuento “Continuidad de los parques” de Julio Cortázar, en el que se  instaura una correspondencia o trasvase entre la ficción y la realidad, de  manera que el protagonista lee lo que está sucediendo en ese mismo momento a su  alrededor. El acto de lectura, basado principalmente en lo lingüístico,  extiende sus dominios al entorno, que comienza a ser descifrado como un texto  más, bajo el estado de ánimo engendrado por la literatura.  
  Desde el prólogo, Fischer  convoca la tradición literaria del “fantasy”, encuadra en ella sus relatos y  anuncia la irrupción de la realidad como luz que siempre disipará las  tinieblas. Sin embargo, los cuentos legitiman una mirada sorprendida del  mundo que, como dirían los formalistas rusos, desautomatiza la percepción  ordinaria. La realidad es bienvenida, pero con matices y aspectos que le dan  tintes mágicos. En su obra, Fischer parte siempre de la vida  diaria y desde allí desarrolla una pedagogía de la imaginación, enseñando a sus  lectores a poner en marcha esa facultad. Sus textos no presentan un mundo  fantástico cerrado, sino que sugieren un camino de búsqueda personal de  percepciones. Fischer apuesta por una literatura que integre al niño en  su entorno, permitiéndole enriquecer, profundizar y valorar aquello que lo  rodea. Si bien es cierto que la imaginación tiene una función catártica y nos  permite evadirnos, al menos momentáneamente, también nos da la posibilidad de  abordar la realidad desde una nueva perspectiva. En ese sentido, como impulsora  del cambio, es que Fischer convoca a la imaginación.  
  El prólogo concluye con la siguiente afirmación:  “El que lee escucha”. Es decir, entiende la lectura como un acto de naturaleza  auditiva.  De acuerdo con esto, Alberto Sucasas afirma que leer implica someterse a la  palabra ajena, cargarse de la alteridad, pensar al ritmo del otro. Escuchar el  texto significa aflojar las barreras intelectuales dejando que éste nos invada,  para, en una segunda instancia, interpretar lo que recibimos. La lectura  necesita tiempo y paciencia, porque   “leer es adoptar un gesto hospitalario” (2001:30). El “fantasy” con sus  variedades: “sobrenatural”, “fantástico propiamente dicho” o “extraño” es un  género que existe en virtud de los efectos que produce en el lector, del cual  se espera una actitud acorde y cooperante con las leyes de este tipo de  literatura.  
            La mayoría de los relatos  del libro narran sucesos extraños, según la catalogación realizada por Todorov  (1982), en donde el misterio al que se enfrenta el protagonista se resuelve,  generalmente, de manera racional. Los dos cuentos que se escapan de la  clasificación de “extraños” son “El limonero fiel”  y “El cascabel de plata”. “El limonero fiel”  es el único cuento que entraría dentro de la categoría de lo sobrenatural. Un  árbol bombardea con limones a unos ladrones que quieren robar en la casa de su  pequeño amigo. Los personajes humanos no se dan cuenta de lo sucedido, que se  convierte en un secreto entre el árbol y el lector.  
“El cascabel  de plata” está basado en la leyenda urbana que afirma que en las alcantarillas  de Nueva York había grandes caimanes durante los años ochenta.  La  narración está estructurada a partir de la sucesión de casualidades tan  inverosímiles que prácticamente la transforman en un relato fantástico.  
    La serpiente negra 
    Alejo estaba viviendo una  semana agitada. Aquella mañana, una paloma se había metido en su oficina por la  ventana entreabierta, atontada por el calor. Cayó como un paracaidista sobre el  escritorio y se posó justo sobre las hojas del libro titulado: “Como vencer el  miedo” que nuestro amigo estaba leyendo. 
  Era un texto que se había  puesto de onda entre los miedosos de Buenos Aires, sociedad temblorosa a la  cual Alejo pertenecía. 
  Muy entrada la noche,  mientras su esposa dormía profundamente, Alejo se despertó con deseos de ir al  baño.  
  En la oscuridad estiró los  pies descalzos hasta enganchar la chinela derecha primero, y la izquierda  después. Se incorporó y caminó unos pocos pasos en la oscuridad.  
  El baño tenía una amplia  ventana que daba al cartel luminoso de la vereda de enfrente. Este permanecía  encendido toda la noche. La luz intermitente lo alumbraba con tenues fogonazos. 
  Alejo estaba parado junto al  inodoro, cuando vio la serpiente que se movía a sus pies. Era laga y negra.  Prácticamente tocaba su talón. Alejo comenzó a sudar. Lentamente giró sobre sí  mismo para evitar la mordedura. 
      El enorme reptil hizo lo  mismo, y con un movimiento envolvente y perezoso, rodeo completamente su pie. 
 Jugándose el todo por el todo, Alejo pisó la  cabeza del bicho con el pie izquierdo, mientras levantaba el pie derecho para  liberarse del asqueroso peso.  
-¿Qué pasa querido?  –balbuceó su mujer semidormida. 
-¡Hay una serpiente negra en  el baño! –contestó casi llorando. 
Al amanecer, luego de una  noche perdida, llamaron al vecino que era policía y siempre los sacaba de  apuros. 
El buen hombre trajo su  pistola cargada y entró al baño, decidido a todo. Quedó sorprendido con lo que  vio: a los pies del inodoro “yacía” una larga y negra media de Alejo. 
-Vas a tener que ir a un  psicólogo –repitió su esposa. 
-No, voy a comprarme  zoquetes cortos –respondió Alejo, preocupado porque le pareció ver una sombra  detrás del ropero. 
                Este  cuento se ajusta perfectamente a las características del relato “extraño”.  Durante unos párrafos, el lector y el protagonista creen que Alejo ha sido  atacado por una serpiente. El argumento se resuelve cuando el policía  (encarnación de la racionalidad) descubre que sólo se trataba de un calcetín.  En principio, los niños se sienten identificados con Alejo, pero la exageración  de su temor provoca enseguida la risa y desvela lo estúpido de la situación. 
            “Era  un texto que se había puesto de onda entre los miedosos de Buenos Aires,  sociedad temblorosa a la cual Alejo pertenecía.” Es la primera vez que Fischer  es tan ácido en su visión de la idiosincrasia argentina. El protagonista del  cuento es dominado por una inseguridad y una aprensión que prácticamente lo  inmovilizan: la caricatura de un argentino de clase media eternamente  preocupado. La sugerencia final de la esposa: “Vas a tener que ir a un  psicólogo” resume el sonsonete típicamente porteño, que los niños han escuchado  más de una vez. Tan desproporcionado es el miedo de Alejo como la “pistola  cargada” que esgrime el vecino policía. Miedo, policías y psicólogos forman una  de las tríadas más populares de la   Argentina, que Fischer satiriza.  
            “El  galeón zombi” narra la historia (basada en un hecho real) de un barco que hace  muchos años transportaba sal. Una tormenta hizo que se hundiera. La sal, al  mojarse, aumentó varias veces su peso. Los marineros abandonaron la nave,  pensando que ya no tenía salvación. Sin embargo, la sal se fue disolviendo y  alivianó el barco hasta que éste volvió a flotar, convertido en un barco  fantasma.  
  El libro de  los chicos valientes se ocupa principalmente de valores  afectivo-psicológicos relacionados con la autoestima, el equilibrio mental y la  paz interior y de valores socioculturales, que tienen que ver con la  transmisión de cultura, el funcionamiento social, la justicia y el respeto. 
     
     
    5.6. La magia de leer. Cuentos triquiñuelas, poesías, obras teatrales,  enigmas, adivinanzas y otros trucos para atrapar lectores perezosos (1997) 
                Este  libro es, junto a Libro loco y Libro de Cabecera, uno de los más  exitosos de Pipo Pescador. Se encuadra dentro del proyecto de animación a la  lectura que Fischer llevó a cabo durante los años noventa y que consistió en la  realización de varias actividades: encuentros con los niños en las escuelas,  una obra de teatro (también titulada La magia de leer ) y un disco. 
            Se trata  de un volumen dedicado, casi por completo, a la exploración de la materia  lingüística y de sus posibilidades lúdicas. Esto incluye la utilización del grafismo  de las letras como ilustración, buscando destacar tanto el significado como el  significante de los signos lingüísticos. Si en Canciones de oro, Fischer trabajaba con la expresión  corporal como respuesta a los estímulos musicales y poéticos, aquí apela a la  competencia lectora de su público, tanto infantil como adulto. Los textos  muestran el ingenio y la capacidad creativa del autor, que se une a la  tradición de escritura limitada propuesta por Oulipo, y del receptor, al que se  le proponen continuos desafíos intelectuales y creativos.  
            En este  libro Fischer escribe un prólogo para los adultos y otro para los niños,  poniendo en evidencia una de las precisiones que hacíamos al comienzo de este  trabajo, sobre el doble destinatario típico de la Literatura infantil. En  el “Comentario para los adultos”, el autor explica a los padres cuál ha sido su  intención pedagógica al escribir este libro, haciendo explícita referencia a la  situación en que se encuentran los niños con respecto a la lectura a finales  del siglo XX.  
    Los  niños de hoy casi no leen, rescatan, sin embargo, algunas destrezas del idioma  que celebran y repiten naturalmente: los colmos, las adivinanzas, los chistes…  Creo que esto ocurre porque en este tipo de obras, el idioma se vuelve breve,  impactante, efectivo; ¿no es esa la calidad de comunicación de esta época? Un  editor español pedía textos cortos, en lo posible resueltos en forma de  diálogo, con mínimas descripciones. 
                Fischer  se da cuenta de que debe modificar su forma de dirigirse a los niños, pues  éstos han cambiado al ritmo de los tiempos. Todo cambia, incluido el lenguaje y  los textos, que adquieren características propias del código visual.  
  España es tomada como  referente en cuanto a tendencias literarias infantiles. Los editores españoles,  tal como señalamos anteriormente, ocupan en el mercado editorial argentino un  lugar preponderante y dictan las reglas de estilo. Procurando seguir estos  designios, Fischer abandona el tono lírico de sus primeros libros y se entrega  a un lenguaje coloquial y apresurado, que él identifica con lo nuevo.  
  Las obras de teatro obedecen a  la necesidad de los niños de “una búsqueda de proyección de la personalidad, de  la cual no se libra nadie” y las lecturas patrióticas “son un humilde aporte  para las maestras, que siempre me dicen que hay poco material sobre el tema.”  El autor manifiesta entonces su deseo de producir una obra útil, que responda a  las necesidades sociales del momento y con la que los niños se sientan  reconocidos. Por tanto, concluye: “Estoy seguro de que, frente al niño, el  lector adulto podrá elegir la mejor manera de transitar La magia de leer para sacarle provecho.” De manera que el libro se  transforma en herramienta para la educación, desplegando una serie de valores  que Fischer considera importante transmitir. El autor se dirige a los adultos  en un tono cercano, de camaradería, trayendo a colación su diálogo con los  maestros para dejar claro que escribe a pedido del público y que su obra es  oportuna.  
  En el prólogo para los niños  retoma el modo comunicativo poético y lleno de máximas y enseñanzas que había  desplegado en Libro de Cabecera.  
    Es  importante leer letra por letra, palabra por palabra, sin apurones y miradas al  vuelo que nos roben montañas, puentes o árboles del paraíso. […] La literatura  salvará al mundo y os chicos lectores serán los héroes de la guerra de la  inteligencia, que es una guerra buena. Los enemigos son: el aburrimiento, la  vulgaridad, la falta de palabras y la ansiedad. Suena la campana, el viaje  comienza y el mundo se pone cómodo para disfrutar de la lectura. 
                No nos detendremos en el  análisis de la sección de juegos lingüísticos, porque es la menos literaria y  no resulta demasiado relevante para nuestro análisis. Iremos  directamente a los capítulos dedicados a la  poesía, el teatro y el cómic. 
    5.6.1. Las poesías 
                Los  temas de las poesías son variados: el ecologismo, las bibliotecas, los libros y  algunas tareas cotidianas. También, y fiel a su costumbre de traspasar cultura  a los niños, narra en verso la tradición barcelonesa de colocar huevos en los  chorros de las fuentes, para hacerlos bailar. Las poesías son, sin duda, lo  mejor del libro. En ellas encontramos la esencia del mensaje fischeriano;  constituyen el espacio menos contaminado por la urgencia de modernidad que el  autor imprime a otros géneros, como el teatro por ejemplo y que lo llevan a  perder calidad literaria, en pos de un código comunicativo que no domina. 
            Llama la  atención la poesía “Zoológico” en la que expresa su rechazo a uno de los paseos  más populares entre los niños porteños. 
    Negro  destino. Reja de hierro. 
  León  que hace vida de perro. 
      Grande  es la mano del elefante 
      Y  su recinto un pequeño guante. 
      Los  monos cambian sus payasadas  
      Por  dañinas galletas azucaradas. 
      Aguas  oscuras para los patos. 
      Nadar  redondo en garabatos. 
      Las  focas tienen mucho calor 
      Las  quema el aire, las hiere el sol. 
      El  zoológico un triste cuento 
      Escrito  con las garras en el cemento. 
      El  verde pañuelo de la ciudad 
      En  donde llora la libertad. 
                El  jardín zoológico, situado en uno de los barrios más céntricos de la ciudad,  pertenecía, en un principio, a un parque fundado por Sarmiento en tierras del  caudillo Juan Manuel de Rosas (1793-1877). Su primer director fue Eduardo Holmberg,  científico y escritor que diseñó su planta, tal como es en la actualidad. Este  jardín ha sido declarado Monumento Histórico Nacional y posee uno de los  conjuntos arquitectónicos más importantes del país. Cada animal está alojado en  un edificio que es reproducción de algún monumento famoso. Así, encontramos  templos indostánicos, pagodas chinas o templos greco-romanos, como el de Vesta,  que antiguamente se utilizaba para nursery.  
  Fischer demuestra nostalgia  por una Argentina que ya no existe e intenta que los niños conozcan las  antiguas costumbres en un intento de que resurja el interés por la historia y  todo aquello que nos identifica. En el zoológico, sepultados bajo pinturas plásticas  de colores estridentes y de chiringuitos dedicados a vender golosinas, se halla  una parte importante del patrimonio arquitectónico del país, destinado a  desaparecer poco a poco.  
  Otro de los temas recurrentes  en la poética de este autor es el cuarto de baño. Ha escrito poemas sobre la  ducha, los azulejos y los grifos. Este espacio es uno de los más  representativos de la manera que tiene Fischer de mirar la realidad con ojos  extrañados, de imaginar que los espacios en los que habitualmente vive se  transforman, por su  voluntad, en mundos  misteriosos.  
    Mi  baño es una nube, 
  Una  orquesta de pájaros 
      Tocando  la trompeta  
      en  caños niquelados. 
      Mi  baño es una ola  
      Que  castiga azulejos,  
      Tormenta  del Caribe 
      Que  empaña los espejos. 
……………………….. 
      Animales  feroces 
      De  jabón perfumado 
      Babean  en mis manos 
      Y  en mi cuello mojado. 
      En  el mundo del baño 
      Continentes  lustrados 
      Con  ríos zigzagueantes 
      Y  mares embrujados. 
                                   [De “Mi  baño”] 
    El tema del agua aparece  también en “El buzo”, en el que se recrea el fondo marino a través de  comparaciones con la tierra o el cielo. Mediante este procedimiento, crea  imágenes surrealistas  y nuevas  categorías como “los pájaros peces”.  
    ¡Qué  bosque tan frío 
      De  flores mojadas! 
      Los  pájaros peces  
      con  plumas de escamas 
      volando  muy alto, 
      en  largas bandadas. 
………………….. 
      En  el suelo estrellas  
      Y  en los nidos de agua 
      Huevos  de pescado 
      Con  yema de plata. 
      El  buzo se hunde  
      En  las hondonadas 
      Y  encuentra la noche 
      En  plena mañana. 
                La  naturaleza retorna con la fuerza que había tenido en la colección “Libros de  colores” de los años setenta. La oscuridad, la madera o el árbol surgen con un  lirismo que, por momentos, desentona con otras secciones del libro más ácidas y  sociales.  
                Pasear a la noche  
            Como  hace la luna. 
            Volar  por las sombras  
      Como ave nocturna. 
    Llevar encendida 
      Una linterna. 
      Vivir la experiencia 
      De ser luciérnaga 
                                  [De “Oscuridad”] 
    5.6.2. El teatro 
                     
      La primera obra es una parodia  del momento en el que Colón va a solicitar fondos a la los Reyes Católicos para  viajar a Las Indias. La idea es trasladar la actualidad Argentina con su crisis  económica en primer plano, a la   España de 1492. Así, Fischer reproduce con un lenguaje  coloquial y frases hechas, las discusiones por dinero  o hace alusión a la desastrosa situación de  los fondos de pensiones. 
    Colón:-  (Se acerca y le besa la mano) Majestad, necesito plata parta ir a descubrir  nuevos continentes. 
  Reina:-  A mí no me vengas a pedigüeñar, porque no tengo un peso partido por la mitad. 
  Colón:-Le  pediré a mi abuela. 
      Reina:-No  te va a dar porque es jubilada. 
      Rey:-  Y le deben dos meses. 
    Continuando con el tema  histórico, en este caso patriótico, que Fischer juzga apropiado para  representar en los colegios, la siguiente obra transcurre en la época de la Revolución de Mayo,  cuando se declaró la Independencia. Los  personajes son: el matrimonio de españoles, doña Pancracia, la negrita esclava,  el vendedor de velas, la niña de la casa, Begonia y el cura Castaño. Tenemos  aquí una muestra de la sociedad de aquel momento y del sentir de las familias  patricias ante la inminente independencia del país.  
    Don  Blas:-¿Tomará usted un jerez? 
  Padre  Castaño:-No gracias. Prefiero una taza de manzanilla. Los acontecimientos de  hoy me han revuelto el estómago. La gente ya no tiene vergüenza como antes.  ¿Sabían ustedes que el público frente al Cabildo gritaba: “El pueblo quiere  saber de lo que se trata”¿No es increíble? 
                Fischer  reproduce la famosa frase que, desde La Plaza de Mayo, la gente gritaba hacia los  balcones de El Cabildo en donde se estaba decidiendo el futuro. La negrita  esclava y el vendedor de velas se casan y se van a vivir “en una casita  pequeña, cerca de la Iglesia  de San Pedro Telmo”, uno de los barrios más típicos de la ciudad. Con afán  pedagógico, Fischer quiere acercar la historia a los más pequeños. Como  habíamos comentado en el análisis de Buenos  Airesitos, el autor se suma a la tradición que, desde Sarmiento, acerca el  patriotismo a las escuelas. En la actualidad el culto a la bandera argentina,  que se iza a la entrada y a la salida del colegio, pretende mantener encendido  el espíritu nacional desde la infancia. Siguiendo este designio sarmientino,  Fischer crea dentro del libro una sección especial titulada: “Lecturas  patrióticas y efemérides” que incluye un poema a la bandera, otro al cruce de  los Andes, un cuento sobre el 25 de mayo de 1810 y una última estampa sobre el  Buenos Aires colonial.  
  Especial  interés (por su arraigo en la tradición literaria argentina) tiene la versión  de una entrada cómica del circo criollo que Fischer propone a los niños como  número teatral.  
    Una vez vi en el circo un  número muy divertido. Fue hace muchos años, cuando yo era chico. Trabajaban dos  artistas: uno vestido de payaso y otro llamado Porotito que llevaba ropa  formal, pero se le notaba a la legua que era más payaso que el primero. El  payaso armaba una mesa tijera en medio de la pista y se sentaba a escribir en  un pequeño banquito que tenía adherido a las asentaderas. Sobre la mesa había  papel blanco, lápiz, una botellita de vino rojo y una empanada. Porotito  comenzaba a dictarle al payaso una carta de amor destinada a su novia Beba.  
      -Querida Beba (el que  escribe bebe un trago) ¡cuánto te extraño!, coma (el que  escribe come un bocado. La escena se desarrolla hasta el final repitiendo el  juego de comer y beber) ¡cuánto te recuerdo!...Mi mamá me hizo una empanada  riquísima, coma y he decidido enviártela por correo para que la pruebes. Punto. (Cuando el que escribe escucha la palabra “punto”, hace el gesto de tomar la  empanada, pero reflexiona y la deja). 
……………………………………………………………………………………. 
    Al terminar el dictado, el enamorado se dirigirá  hacia la mesa para tomar la carta, la empanada y el vino. Al percatarse de lo  que ha pasado, se pondrá furioso, hará añicos la carta y perseguirá al payaso  mientras le grita: 
  -¡Sinvergüenza! ¡Ahora no  puedo mandar nada! ¡Te tomaste el vino y te comiste la empanada! 
  Cae el telón. 
                En  otro de los libretos teatrales Fischer recuerda al famoso Chasman y su muñeco  Chirolita, que se convirtieron en uno de los referentes del humor político de  los años setenta. No olvida tampoco los radioteatros que tanto éxito tuvieron  en los cincuenta, hasta que fueron desbancados por la televisión.  
    5.6.3. Cómics 
    La última  sección del libro contiene historietas protagonizados por “Pipo Pescador”, una  caricatura de su personaje, que Fischer comenzó a utilizar en los años noventa  y que también presentaba, en forma de muñeco, en las obras teatrales. Esta  versión del personaje apareció cuando Fischer comenzaba ya a sentir que su  aspecto de hombre maduro, no coincidía con la imagen de un Pipo Pescador ágil,  joven y cercano al niño. Una de estas historietas propone un juego para los  días de lluvia. Nos interesa especialmente, porque ejemplifica muy bien cómo  entiende este autor la relación entre imaginación y realidad y en qué consiste  la función pedagógica de su obra.  
    Empezá metiéndote en tu  placard ,  que es una selva impenetrable. Tus ropas son helechos que cuelgan, y los  cinturones raíces voladoras. Los jabones tienen el aroma de las flores  silvestres.  Los zapatos son animales  salvajes. Las botas de lluvia son jirafas, las chinelas, cocodrilos. Y una  corbata vieja de papá...una serpiente.  
  Al regreso de la selva te  hará bien, un descanso en las oscuras grutas que hay debajo de tu  cama...Quedate un rato allí y aprovecha para comer una fruta. Si apagás la luz  es de noche. Si la prendés, es el ardiente sol del desierto. Tu bañera será el  lago secreto dónde irás a nadar...o un pantano de arenas movedizas...¡tené  cuidado! Podés pasarla muy bien el resto de la tarde... ¿Seguís jugando solo  con la imaginación? ¡Hasta pronto! 
                Al  igual que en Libro de Cabecera, Fischer elige como recurso poético, las  oraciones atributivas. Éstas le permiten enseñar a los niños el mecanismo  básico de la  metáfora para que, animados  por la sencillez de la propuesta, se animen a proseguir el juego.  
            En La magia de leer, el autor hace un  recorrido por distintas tradiciones y géneros literarios con la intención de  mostrar diferentes aspectos y alcances de la lectura. En este sentido,  podríamos decir que su proyecto responde a una perspectiva enciclopédica de la  educación, que combina la tradición ilustrada de la segunda mitad del siglo XIX,  con los espectáculos populares de fuerte raigambre en la clase media. Los  valores que presenta, principalmente los afectivo-psicológicos, los ideo-racionales  y los anímico- espirituales, están dirigidos a un tipo de niño creativo, culto,  desprejuiciado e inmerso en las tradiciones de su país.  
     
        
    6. Conclusiones 
                Comenzamos  esta investigación partiendo de una hipótesis que nos permitía situar la obra  de Enrique Fischer en una línea ideológica sobre la infancia que comenzó en la  segunda mitad del siglo XIX con el proyecto de país puesto en marcha por  Sarmiento, y que tuvo su final, a mediados de 1970, con la dictadura militar.  Trabajar con este presupuesto que, de alguna manera, señala cómo se configura  la identidad argentina a través de la educación, tuvo para nosotros hondas  implicancias, pues significaba develar aspectos y relaciones entre la tradición  y la modernidad que hasta ahora, nos resultaban opacos.  
  En el camino de búsqueda bibliográfica  tuvimos la sensación de que estábamos acompañados, ya que nuestra investigación  entraba a formar parte de los numerosos trabajos que, en los últimos años, pretenden  profundizar desde varias disciplinas, el análisis sobre la infancia. Sin  embargo, son todavía escasos los estudios que conectan la Literatura infantil con  la educación por el arte o los que se dedican exclusivamente a la obra de un determinado  autor. La mayor parte de las investigaciones se centran en la literatura para  niños en el ámbito escolar, pero dejan de lado propuestas editoriales  independientes o fenómenos artísticos que movilizan gran cantidad de público,  como es el caso de Pipo Pescador. Echamos de menos una Historia de la Literatura Infantil   argentina que explique, entre otras  cosas, la importancia de esta literatura en la construcción de la identidad del  país. Nuestro estudio es pionero en el análisis de la obra de Enrique Fischer,  que creemos merece atención, junto a escritores de la talla de Javier  Villafañe, María Elena Walsh y Graciela Montes, entre otros.  
  A lo largo de nuestra investigación hemos  podido comprobar la validez de nuestra hipótesis, llegando a la conclusión de  que Fischer, a través de su obra, expone una ideología de infancia de raíz  sarmientina que se enriquece con las aportaciones de la pedagogía, la  psicología y los movimientos culturales de la segunda mitad del siglo XX. Lo que  permite enlazar el pensamiento ilustrado de finales del XIX con los años  sesenta, es la necesidad de una educación que democratice la infancia y por  tanto la población argentina, con la intención de crear una nación culta y  cosmopolita, en base a un modelo europeo. La obra de Fischer materializa esta  idea de infancia, respondiendo a las necesidades sociales y culturales de su  época. Tiene éxito y lo mantiene, porque la clase media, educada como él en  unos determinados ideales de país, se siente identificada con el proyecto  estético que este autor promueve. Las sucesivas dictaduras militares y la  presencia del peronismo con su lema: “Alpargatas sí, libros no”, fue  erosionando el papel fundamental que se había destinado tradicionalmente a la  cultura. El proceso militar, iniciado en marzo de 1976, supuso un intento de  cercenar aquel proyecto ilustrado que ya estaba desapareciendo debido a la  profundización de las desigualdades sociales.   
  La obra de Fischer es fundamentalmente  pedagógica, pero no se trata de una pedagogía de corte escolar, sino basada en  la concepción de que la infancia es aprendizaje continuo y de que toda  experiencia contribuye al desarrollo. Fischer ofrece a los niños una obra que  aúna diferentes manifestaciones artísticas, convencido de que el arte es en sí  mismo educación. Su intención pedagógica tiene, como pudimos comprobar a través  del análisis, dos objetivos principales, por un lado, formar a los niños  a través del juego, favoreciendo una aproximación poética y lúdica a su  cotidianeidad y, por otro, ayudar a los adultos (padres, madres, maestros) a  compartir esas experiencias y a desarrollar un estilo de comunicación que  favorezca la vivencia plena de la niñez. Los mayores son para Fischer garantes  de la condición infantil y por eso, los incluye como destinatarios cooperantes  y legitimadores de su mensaje. Los padres y las madres están al servicio de los  pequeños y aportan la estructura necesaria para facilitar el crecimiento. La  familia existe en la obra de Fischer casi como abstracción, como reservorio de  afecto, pero no es una estructura rígida ni especialmente determinante. Se  cuenta con su presencia, siempre positiva, pero permanece fuera de foco. Toda  la atención está puesta en el niño y en el despliegue de su personalidad.  
  Enrique  Fischer se dirige a unos destinatarios (niños o adultos) en los que supone  características sociales y culturales parecidas a las propias. El niño que  Fischer imagina pertenece a una clase media progresista y está imbuido en  valores tales como la creatividad, la intelectualidad, el equilibrio, la  introspección, la autoestima y el civismo. Aunque en alguna ocasión Fischer  habla de la naturaleza como “creación”, su obra no promueve una religión en  particular, sino una espiritualidad de tipo humanista, centrada en una relación  de compromiso, respeto y reciprocidad entre el ser humano y el mundo. Sin  embargo, su visión de la infancia es parcial, pues la supone siempre como una  masa homogénea y estable. La pobreza, la exclusión social, la dictadura y las  terribles dificultades por la que atraviesa la sociedad argentina y en  consecuencia la infancia, son casi siempre dulcificadas u omitidas de su obra. Si  bien es cierto que a partir de los años ochenta las alusiones a problemas  económicos y sociales están presentes en un tono crítico, Fischer considera que  los niños deben permanecer al margen de estos conflictos. Así, el conjunto de  su producción sobrevuela lo social, pero nunca penetra a fondo en el tema. A  Fischer le interesa, ante todo, la construcción de la personalidad del niño a  través del enriquecimiento de su sensibilidad artística e intelectual. El  refugio infantil está en la naturaleza y en la cultura, dejando la  socialización con los iguales en un segundo plano. Por eso, la propuesta de  Fischer tiene, ante todo, la forma de un diálogo entre el autor y un  destinatario particular, en el que se enciende la llama de una percepción  poética de la realidad.  
  El conjunto de  referencias a la cultura, sobre todo literaria, pictórica y costumbrista, pone  de manifiesto lo que Fischer considera imprescindible en la educación de un  niño. Por una parte, se ocupa de iniciarlo en el conocimiento de hitos de la  cultura occidental europea y por otro, de mostrarle las particularidades del  lugar en que vive. En este sentido, es un autor que tiene en cuenta siempre la  tradición nacional o regional del niño para el que escribe y procura dársela a  conocer. La casa es el dominio infantil. Es el espacio que Fischer propone como  ámbito de maniobra y experimentación. La casa, como símbolo, a veces se expande  y toma la forma de un parque, del colegio, del barrio o de la ciudad, pero  mantiene esa relación cercana y afectiva en la que el niño se apoya para, desde  allí, explorar. Conocer la casa implica conocerse a sí mismo. Los recorridos,  las costumbres, los objetos que nos rodean son parte de nuestra identidad.  
  La trayectoria  literaria de Fischer, según nuestro análisis, puede dividirse en dos grandes  momentos. En una primera etapa, que coincide con los años sesenta, setenta y ochenta,  se ocupa principalmente del niño en movimiento. Su forma de expresión está  centrada en las canciones que le permiten combinar el trabajo corporal (música,  ritmo) con la aproximación poética a la realidad, a través de las letras. Es la  etapa dominada por la ternura, el idealismo y la estética hippie. Su principal  aporte es el establecimiento de un tipo de espectáculo infantil centrado en la  participación y en la creatividad. Fischer es pionero en este tipo de  comunicación en la que el niño deja de ser espectador pasivo y entra  activamente en la dinámica artística. Si bien este tipo de trabajo se estaba ya  utilizando en el ámbito educativo, era aún desconocido en el espectáculo  infantil.  
  En esta fase  las marcas de oralidad serán predominantes y los libros reproducirán en papel  sus recitales teatrales o televisivos. La segunda fase, de los años noventa a dos  mil, es casi exclusivamente literaria y coincide con la madurez de Fischer, que  se sienta a escribir y propone al niño una interacción con la realidad más  intelectual y mediatizada por los textos. Aquí aparecen tres textos  fundamentales: Buenos Airesitos, Libro  loco y María Caracolito. En esta  segunda etapa incluimos Libro de  Cabecera, que aunque fue escrito en los ochenta responde por su estilo a  este segundo momento. La producción de estos años nos muestra claramente la  evolución literaria de Fischer y nos permite delinear con claridad su ideología  de infancia. Libro de Cabecera es el  libro sarmientino por excelencia; constituye un testimonio de lo que significó  ser niño en los años cincuenta, imbuido por los ideales de la gran nación  argentina. Sin embargo, no es sólo eso, pues actualiza una serie de valores y  fomenta una sensibilidad psicológica, inusuales en la Literatura infantil.  
  Como señalamos  durante el análisis, Libro loco constituye  la contracara del anterior. Se dirige al aspecto más lúdico y humorístico de la  infancia, aparcando el tono melancólico y aforístico. En Libro loco irrumpe la parte más dinámica de Fischer, recuperando el  espíritu de sus canciones. Mientras Libro  de Cabecera es silencioso, recatado, austero y profundo, el niño virtuoso  de la clase, Libro loco, rompe las  normas y se ríe de casi todo, es el niño travieso y respondón. No obstante,  concuerdan en el interés por la cultura, por el conocimiento y por la  percepción creativa y poética de lo que nos rodea.  
  Buenos Airesitos es una propuesta  absolutamente original. En él, Fischer explora la identidad argentina y porteña  brindando a los niños la posibilidad de acceder a su cultura y costumbres. Es  importante señalar que Buenos Aires es el símbolo de la fusión de las diferentes  culturas que conforman el pueblo argentino. Fischer se esfuerza en recuperar  para los más pequeños esas tradiciones que se van perdiendo (recordemos que el  proyecto de Sarmiento implicaba a la inmigración como forjadora del Estado). Esta  visión de Buenos Aires como lugar de aprendizaje coincide con la propuesta que  en estos momentos plantea el proyecto “Ciudades educadoras”, y que se está  llevando a cabo en diversas partes de España, intentando transformar el espacio  cotidiano en cultura viva.  
  María Caracolito exige a su autor y a  los lectores una reflexión aguda sobre la infancia y sus alcances. Comenzábamos  este trabajo con una cita de Fischer perteneciente a este libro, que dice algo  así como que la infancia es eterna, pero no es posible habitarla para siempre.  Hablar de infancia es hablar de sus límites. El niño es un ser cuya destino es  vivir creciendo, más allá de las circunstancias puntuales que lo configuren. Esta  noción de crecimiento aparece en la obra de Fischer una y otra vez, a partir de  la construcción de un paralelismo entre el niño y la naturaleza. La libertad,  simbolizada por las mariposas, las palomas, las pompas de jabón o el vuelo, es  la condición que permite al niño un crecimiento feliz. Dentro de este marco, la  escuela pública es el bien más añorado y garantía de transformación del ser  humano. Fischer entiende que es la sociedad la que debe estar en función de la  educación y no a la inversa. Por eso, María  Caracolito, narra la discapacidad no sólo de una niña, sino de la sociedad  que no cuenta con lo necesario, ni ideológica ni materialmente, para que esta  niña pueda ser quien es.  
  La infancia es  para el autor argentino un reservorio de esperanza. Los niños son el “corazón  de raso blanco”, el futuro abierto. “Yo soy profesor de vuelo” afirma Fischer  en una de sus canciones y ensaya una aproximación a las estrellas, a través de  la literatura.   
    
     
     
    7. Bibliografía 
     
    Hemos dividido  esta sección en dos partes: la primera, incluye todas las ediciones de la obra  infantil de Pipo Pescador organizadas cronológicamente y un artículo de su  autoría sobre la infancia. La segunda, contiene las obras citadas a lo largo  del estudio por orden alfabético. No se incorpora un apartado específico para  los trabajos escritos sobre el autor y su obra ya que se trata de reseñas,  entrevistas y críticas de prensa de tipo menor. La entrevista a Pipo Pescador, realizada  el 2 de noviembre de 2007 por la autora del presente estudio, se presenta en el  Anexo 1.
    7.1. Obra literaria infantil de Pipo Pescador
    -Pipo Pescador (1975) El libro amarillo de Pipo Pescador. La  mañana; El secreto de la tarde; La marcha de la noche. Ilustraciones de  Ayax Barnes.Colección: Los libros de Pipo Pescador. Buenos Aires: Ángel  Estrada y Cía S.A. 
    -“ (1975) El libro azul de  Pipo Pescador. Aventuras con mi silla Patadura, La bailarina Serafina,  Romance del cucharón y de la espumadera, La mona Ramona. Ilustraciones de Julia Díaz, María Presta,  Agi y Renata Schussheim. Colección: Los libros de Pipo Pescador. Buenos Aires:  Ángel Estrada y Cía S.A. 
    - “ (1975) El libro rojo de  Pipo Pescador. Semilla chiquita, Canción de cuna de la flor de lino, Canción  del manzano, Canción de viento y sal, Canción de la alfombra, El profesor de  vuelo. Ilustraciones de Julia Díaz  y Pipo Pescador. Colección: Los libros de Pipo Pescador. Buenos Aires: Ángel  Estrada y Cía S.A. 
    -“ (1975) El libro blanco de  Pipo Pescador. Trabalenguas: Cocotero, Terotera, Garapato, Tejomadeja, Recetas:  Huevos duros con moñitos, Cómo hacer una mariposa, Saque punta a su lápiz,  Artículos del hogar: La licuadora, Las perchas, Los radiotransistores, La  canilla. Ilustraciones de Fasulo,  J.A. Gallo, Agi, Renata  Schussheim y Julia Díaz. Colección: Los libros  de Pipo Pescador. Buenos Aires: Ángel Estrada y Cía S.A. 
    -“   (1985) Canciones de oro. Buenos Aires: Editorial Lagos 
    -“    (1986) Libro de Cabecera.  Buenos Aires. Editorial Abril. 
    -“   (1987)  Atento al cuento. Buenos  Aires: Ediciones El Ateneo. 
    -“ (1990 ) Cuentos para contar  en el ascensor. Ilustraciones de Gustavo Roldán. Buenos Aires: Editorial Bonum 
    -“   (1990) Buenos Airesitos. Ilustraciones de Pipo Pescador.Buenos Aires: Ediciones Paulinas.  2ª ed. Con nuevo diseño, Buenos Aires: El Narrador, 2008. 
    -“ (1992) Libro de Cabecera. Ilustraciones de María Teresa Cibils.Buenos Aires: Beas Ediciones. 
    -“ (1997) Libro de Cabecera. Ilustraciones de Nora Hilb. Buenos Aires:  Espasa. 
    - “ (1997) María Caracolito. Ilustraciones de Julia  Díaz. Diseño: Juan Alaimes. Buenos Aires: Ameghino. 2ª ed. con  nuevo diseño, Ciudad Real: Diputación Provincial, 2008. 3ª ed. con fotos de Paula  Toto, Buenos Aires: El Narrador, 2008.  
    -“   (1997) Libro loco. Te rompe el coco. Ilustraciones: Gustavo  Roldán. Buenos Aires: Espasa Calpe 
    -“   (1997) El libro de los chicos valientes. Ilustraciones Julia  Díaz. Diseño: Juan Alaimes. Buenos Aires: Ameghino 
    -“   (1997) La magia de leer. Buenos Aires: Ameghino. 
    -“ (1998) “La niñez quebrada”. En el periódico: Sobreviviente de  las crisis. Buenos Aires: Ediciones Musaraña. 
    7.2. Bibliografía citada 
    -Añanos, Rosario (1970) “Show Business en  pañales”. Versión digital: 
    
      
    -Bachelard,  Gastón (1991) Poética del espacio. México: Fondo de Cultura Económica. 
    -Barthes,  Roland   (1987) El susurro del  lenguaje: más allá de la palabra y la escritura. Barcelona: Paidós. 
    -Barthes,  Roland (1991) “Dos mitos del joven teatro”. En Mitologías. Buenos Aires.  Siglo XXI. 
    -Baudrillard,  (1993) “La publicidad”. En publicación de la Universidad de Buenos  Aires. Cátedra de Semiología.  
    -Blanco,  Alejandro (2006) Razón y Modernidad. Gino Germani y la sociología en la Argentina. Buenos Aires: Siglo XXI editores. 
    -Benjamin,  Walter (1989) “La literatura infantil, los niños y los jóvenes”. En Escritos. Buenos Aires: Ediciones Nueva  Visión. 
    -“   (1990) Infancia en Berlín hacia 1900. Buenos Aires: Alfaguara. 
    -Bordelois,  Ivonne (2005) El país que nos habla. Buenos Aires: Sudamericana. 
    -Bordieu, Pierre (2000) “La  juventud sólo es una palabra” en Cuestiones de sociología. Madrid:  Istmo. 
    -Caldeiro, Graciela (2005) “La  infancia, una construcción de la modernidad”. Versión digital:  http://educacion.idoneos.com/index.php/119539 
    -Cárdenas,  María Salomé (2005) Mary Mann: la amiga incondicional de Sarmiento. Buenos Aires: Cadan Editorial. 
    -Carli,  Sandra “Infancia, cultura y educación en las décadas del 80 y 90 en Argentina. Versión  digital: www.udesa.edu.ar/files/EscEdu/DT/DT15-Carli.pdf 
    -Caveda, J.L., Martín Moreno, C. y Viciana Garófano,  V. (2004) Las canciones motrices:  Metodología para el desarrollo de las habilidades motrices en Educación  infantil y Primaria a través de la música. Zaragoza: INDE. 
    -Cerrillo, Pedro  C., Larrañaga, Elisa y Yubero, Santiago(2002) Libros, lectores y  mediadores. Cuenca: Universidad de Castilla La Mancha, Servicio de  Publicaciones, D.L.  
    -Colomer,  T. (1998) La formación del lector literario. Narrativa infantil y  juvenil actual. Madrid: Fundación Germán Sánchez Ruipérez. 
    -Cubells  Salas, Francisco (1987) “Literatura y artes plásticas en la educación moral y  estética de las generaciones jóvenes.”  
    -Deleze,  G. y Guattari, F. (1993) ¿Qué es la filosofía? Barcelona: Anagrama, D.L. 
    -Díaz  Rönner, María Adelia “Walsh, María Elena”. En Soriano, Marc (2005) La  literatura para niños y jóvenes. Buenos Aires: Colihue. 
    -Doltó,  F. (2005) La causa de los niños.  Buenos Aires: Paidós. 
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    ANEXO 1 
    Entrevista. 2 de  noviembre de 2007 
    ¿Qué es la niñez? 
          La niñez es un absoluto. Descartes lo dice  como nadie: “hasta los siete años se vive toda una vida, desde entonces sólo un  minuto”. La niñez es un estado de gracia, una manera de mirar el mundo  irrepetible. Es también un momento de almacenamiento, de llenar el cofre  infinito que luego proveerá esperanza el resto de la existencia. La niñez es  también una oportunidad única de mirar la tierra desde abajo, de ver las flores  por encima de la cabeza, las frutas como una constelación de planetas. Es una  época de dolores y placeres intensos, ser el centro del mundo y sentirlo.  
  Para mí la niñez es un espacio que se tiene o no  dependiendo de las condiciones sociales, políticas y económicas. Un niño no lo  es por su edad, sino porque los adultos tienen deseos y posibilidades de  librarle ese espacio mágico, haciéndose cargo de las desprolijidades entre la  realidad y la ensoñación.  
    ¿Por qué dedicaste la mayor parte de tu obra a los niños? 
    Siempre me  conmovió la niñez, aun cuando yo mismo era un niño. Aunque tenía sólo ocho años miraba a mis amigos como si yo no tuviera  la misma edad y pensaba cosas que los entretuvieran. En el garaje de mi casa  hacía títeres con mi prima Raquel e invitaba a mis amigos del barrio.  
  Hay algo en  ese estadio de la vida humana que me toca profundamente. Siento que crear para  los niños es un desafío extraordinario, algo parecido a cantar para los  pájaros. El niño es un público sincero, independiente y sensible.  
    ¿Escribes pensando en los niños? 
    Yo escribo pensando en los niños, aunque soy conciente  de que no hay una literatura específica para niños, sino textos que les pueden  interesar más o menos. Pienso en los niños, porque siento la necesidad de  cuidar el sentido de lo que escribo, la simplicidad y corrección lingüística,  el acento esperanzador en el mensaje y la cuota de locura e irreverencia que  estoy seguro los conmoverá. Sin embargo, mi escritura no recurre a  esquemas que le garanticen genuinidad. A veces me expreso pensando que el  lector es un niño y a veces olvidándolo, porque así creo que debe ser, para que  no reciba una comunicación tan especializada.  
    ¿Qué relación tiene el personaje Pipo Pescador  con la clase media argentina? 
    En cierto modo, Pipo Pescador es una creación de la  clase media argentina, interesada en la cultura, con aspiraciones legítimas de  superación para sus hijos. Es un artista de aspecto pulcro, con un hippismo muy  moderado, contestatario y un poco extravagante, justo en la medida en que asombra,  pero no produce rechazo. La estética y las claves de mi personaje gustaban  sobre todo a un público con un nivel cultural medio y alto. Hoy ya no me parece  que funcione así, porque hay un gran acceso de todos a todo. 
      
    ¿Qué puedes comentarme sobre el hippismo? 
    El hippismo está relacionado con la ropa de Pipo en parte  y también con la temática de la obra: la semilla chiquita, la mariposa, el  volar, el crecer, el liberarse, el romper esquemas, el color, las cintas, la  paloma. Mi obra es una obra apoyada en un ideal previo, algo así como la  concreción de una mirada sobre la niñez que tiene muchos puntos de unión con el  hippismo.  
    ¿Cómo nació “El auto de papá”? 
    Me contrataron  para animar el cumpleaños de un niño que estaba enyesado y yo quería inventar alguna canción que le permitiera jugar  sentado y participar. En el taxi camino a la casa, pensé a grandes rasgos la  idea y luego la terminé frente a los niños, dándole enseguida la melodía final.  “El auto de papá” nace de mis conocimientos de las corrientes  pedagógicas que propiciaban la participación del niño en el juego dramático.  Esa canción es hija directa de las teorías pedagógicas de la época. 
    ¿Qué innovación introduce tu obra? 
    Mi obra es innovadora porque en oposición con la  maravillosa obra de María Elena  Walsh,  no ponía al niño como espectador de la literatura o de la música, sino que lo  incitaba al movimiento y a la creatividad. En realidad mi obra era mi obra y el  movimiento de los niños, algo inseparable. Siempre decíamos que si no había  público, Pipo era como desangelado, como triste, inclusive en televisión mi  trabajo era ligar la espontaneidad de los niños con mis elementos dramáticos.  Fui innovador porque di participación a los niños y los volví protagonistas, no  miraban, hacían. Yo soplaba a la platea y los niños movían los brazos, cantaba  el “Zapapatopato” y los niños zapateaban en sus lugares. Antes de mi obra,  había cosas bellas para ver, títeres para divertirse, pero no había canciones  que incitaran en forma concreta al movimiento. 
  Otra innovación fue hacer recitales musicales para  niños, enlazando una canción con otra dentro de una obra teatral. En Cáscara colorada, ya hay una comedia  musical y en Viva el teatro también.  En general mi género es el de recitales enriquecidos con elementos, al viejo  estilo de los sesenta. 
    ¿Te interesa el folclore infantil? 
    Ignoro cuál es  el folclore infantil. Yo compuse muchísimas canciones de aire folclórico como  candombes, zambas y carnavalitos. La   Walsh lo hizo también. Es propio de artistas argentinos populares  tomar ritmos y estilos de la tierra. Si hay un folclore tradicional para niños,  no lo sé. 
    ¿Tu obra es típicamente argentina? 
    Yo como artista soy un producto típicamente argentino,  universal y local, abierto como un abanico al mundo, pero a la vez prisionero  de mi lenguaje y mis ritos de profunda raigambre. Mi obra es argentina en lo  que refiere a esa cosa mundana y abierta que tiene lo argentino. Es una obra de  corte internacional, con valores y temáticas que pasan las fronteras, no es una  obra costumbrista ni folclórica.  
      
    ¿Por qué escribes María  Caracolito? 
    Quería  escribir desde hacía mucho tiempo un libro sobre un niño con Síndrome de down,  pero no me consideraba preparado. Esperé que pasaran los años, porque creía que  éstos me darían la sabiduría y experiencia necesaria para afrontar el tema.  Escribir la vida de una niña con Síndrome de down es entrar en un territorio de  pureza absoluta. Pureza en los sentimientos esenciales que transmite, pureza en  la total indefensión que delata. María Caracolito es una niña literaria, una  invención de mi imaginación, apenas moderada por datos de la realidad del  Síndrome de down. Es, en honor a la verdad, un ser en estado de gracia, una  niña que se comunica en forma singular con el exterior para enriquecerme como  escritor y enriquecer a los lectores. Los niños minusválidos delatan el estado  de la sociedad que los rodea. Son termómetros exactos que dejan claro qué  valores maneja el hombre y qué idea tiene de sí mismo. 
  Las personas  con Síndrome de down siempre me han conmovido. Tal vez porque prolongan una  caprichosa niñez, un espacio de ensoñación que parece no variar con el tiempo.  Suelen ser golosos, obstinados, imaginativos, traviesos, alegres, detallistas y  febriles en su búsqueda de afecto. Pueden organizar el mundo de acuerdo a su  mirada singular y sostenerlo así por años. En ese sentido son la flor y nata de  lo literario. 
    ¿Qué representa para ti Buenos  Aires? 
    Es la ciudad de mis amores, el universo por  el cual transito cada mañana. Buenos Aires es mi musa, mi amor de la juventud,  mi gloria y también mi oscuridad fundamental. Amo sus calles, su gente, su  nerviosismo y su pesadumbre, sus ritos de vida y de muerte. 
    ¿Cómo ilustraste Buenos  Airesitos? 
    Tuve especial  cuidado en quitar de las fotografías la gente, los coches y cualquier vestigio  temporal. Después pinté los edificios del color que me gustaría que tuvieran,  coloreé el cielo, dibujé más palomas, más árboles. Hice gráficamente, lo mismo  que con el texto: transformé el Buenos Aires real en un Buenos Aires  fantástico, liberado del desencanto. Yo se la presento así a los niños porque  es mi obligación de escritor transferirla a ese género fantástico para que el  niño pueda tener la posibilidad de enriquecer su mirada. La real del Buenos  Aires sucio y caótico ya la tiene. 
    ¿Y el tango? 
    Tengo una influencia de las letras de tangos que hablan sobre Buenos Aires;  que la evalúan, que la adoran. El cantar o hablar sobre Buenos Aires es una  tradición de trovadores. Buenos Airesitos es un tango para niños  
      
    
      
          Armario de la habitación. 
       
     
    
      
        
              Fischer ha criticado un  tipo de literatura infantil basada en la concatenación de hechos y personajes  fantásticos sin ningún argumento sólido que los sustente. La presencia de  conejos voladores, por ejemplo, o monstruos saliendo de un armario, no asegura  el carácter infantil ni literario de un escrito.    
       
      
          Así lo describe Quevedo en  su soneto “Desde la torre”: “vivo en conversación con los difuntos/ y escucho  con mis ojos a los muertos”.  
       
      
          Según cuenta la leyenda, en  Miami se vendían cocodrilos pequeños para que los niños tuvieran como mascota.  Cuando crecían, las familias sin saber que hacer, los tiraban por el inodoro y  los cocodrilos terminaban en el desagüe de las ciudades, en donde crecían  comiendo ratas y otras alimañas.  
       
      
          Es famosa la historia del  “Mary Celeste” que zarpó el 7 de noviembre de 1872 desde Nueva York y tiempo  después apareció flotando sin un solo marinero. Mucho se ha escrito sobre el  tema, pero aún hoy, se desconoce con certeza qué pudo haber pasado.  
       
      
          La magia de leer está basado en Curiosidades literarias y  malabarismos de la lengua de Roberto Vilches Acuña, publicado en Chile por  Editorial Nascimento en 1955.  
       
     
    
      
          La presentación de los  autores (escritor e ilustrador) a través de pequeños textos introductorios, se  hizo popular en España a partir de los años ochenta.  
       
      
      
          La milanesa es el nombre  argentino para la carne empanada y luego frita, que es una comida tradicional.  Se llama “milanesa a caballo” a la milanesa con huevo frito arriba.  
       
      
          El libro es romboidal y  por tanto, siempre sobresale de la biblioteca. 
       
      
          El  más importante de estos juicios es el que entabló (y ganó) contra SADAIC,  asociación argentina equivalente a la   SGAE por no haber defendido sus derechos ante Los Payasos que  utilizaron la canción de “El auto de papá” sin pagar derechos.  
       
      
          Los  chistes basados en la guía telefónica son característicos de Argentina y hasta  hace algunos años,  era común que algunas  personas la aprendieran de memoria. En este caso, Fischer retoma un motivo que  aparece en uno de los chistes de Mafalda, en el que ésta se horroriza ante la  cantidad de “Pérez” que figuran en las páginas blancas.  
       
      
          Fischer escribió un libro  inédito titulado Poemas cuadrados en el que  dedica un poema a cada uno de sus cuadros  preferidos.  
       
      
          Colifato significa loco en  lunfardo. 
       
      
          María Caracolito es  el primero de los libro de Fischer destinado a la discapacidad. En 2008 ha publicado en Buenos  Aires, La campana bajo el agua (Ediciones El Narrador) sobre los niños  sordos. 
       
      
          El libro fue presentado en  el Congreso Internacional de Síndrome Down de Madrid de 1997 y fue declarado de  Interés para la Humanidad  por la UNESCO. 
       
      
          Recordemos la canción  “Semilla chiquita” en  la que Fischer  instaba a los niños a crecer. 
       
      
          En Estados Unidos se realizan cirugías para borrar de las caras los signos  propios del Síndrome de down.  
       
     
    
      
        
              El gobierno de Humberto  Ilia (1900-1983) que duró de 1963   a 1966 destinó una gran parte del Presupuesto Nacional a  la educación pública.   
       
      
          Hasta el año 94 aproximadamente, los colectivos (autobuses) urbanos  expedían boletos. Eran de colores, según el trayecto que se eligiera, y con un  número. Muchos argentinos coleccionaban boletos. Los tenían perfectamente  catalogados y por su numeración. Los más valorizados eran los de número  capicúa, porque se decía que traían buena suerte.   
       
      
          El romance más famoso de  Pipo Pescador es “Romance de Natacha” de marcado tono lírico, que narra la  historia de una semilla que se vuelve flor, gracias al calor que le brinda una  piedra. Esa piedra, diferente de las demás, se enfrenta a las “murmuraciones de  los que nunca hacen nada”.  
       
      
          La mariposa, como vimos, es uno de los animales  fetiche de Pipo Pescador. En cierta forma sustituye a la paloma torcaz de los  primeros años, cuando Pipo adquiere una estética más pop. La dibuja  a menudo en los autógrafos que dedica a sus  admiradores, siempre con colores estridentes.  
       
     
    
      
          Los ritmos criollos son  las antiguas danzas europeas de salón que se mezclaron con las danzas  autóctonas. 
       
      
          Tango de Carlos Petit y  Rodolfo Sciammarella. 
       
      
          “Repertorio de términos  traídos por la inmigración, durante la segunda mitad del siglo pasado [XIX]  asumidos por el pueblo bajo de Buenos Aires, en cuyo discurso se mezclaban con  otros de origen campesino, y quechuismos y lusismos que corrían ya en habla  popular, conformando un léxico que circula en todos los niveles sociales de las  “repúblicas del Plata” (Gobello 1998:9). 
       
      
          Pipo tenía una de dos metros de largo y de  colores brillantes que sostenía de un palo y hacía bailar a su alrededor como  en la gimnasia rítmica. 
       
      
          Las  lentejuelas fueron desde 1976 hasta aproximadamente 1990 un elemento  indispensable en la indumentaria teatral de Pipo Pescador, que coleccionaba  impresionantes chalecos repletos de este material. Muchos de estos chalecos que  diseñaba él mismo hoy forman parte del Museo Magnasco de la ciudad de  Gualeguaychú.  
       
      
          Esta canción también puede  entenderse como metáfora de la relación entre el autor Enrique Fischer y su  personaje Pipo Pescador.  
       
      
          Fischer  recuerda que en su visita a Moscú conoció un teatro edificado especialmente  como teatro infantil, con butacas pequeñas que podían apartarse para dejar  libertad de movimientos. “En el hall de entrada –refiere Fischer- había pianos  y otros instrumentos que los niños se sentaban a tocar, de manera que aquello  parecía una feria musical y no se sabía muy bien cuál era el escenario.” 
       
      
          Esta denominación surge de un  stand que Fischer creó para la   Feria del Libro infantil de Buenos Aires, en el que había  construida una casa con habitaciones de diferentes colores. La casita  simbolizaba la cabeza de los escritores. Tenía tres puertas, una de cada color  según las diferentes formas de llegar a la literatura: “Entrá por la amarilla  si sos pensador, si te gusta que cuatro sean dos más dos/ Si el amor te llama,  si sos sentimental de la puerta rosa te vas a enamorar. / Verde es el camino de  los inventores, de los locos sueltos, de los soñadores.” 
       
     
    
      
        
              El Estado Militar, como  todo estado fascista, exaltaba la masculinidad como valor, frente a la  femineidad, identificada con la ternura y delicadeza y siempre vista como una  amenaza para la integridad.   
       
      
          Este título hace  referencia al poema “La mañana” de El libro amarillo. 
       
      
          Se denomina comúnmente  “bordereaux” a la ganancia obtenida en la taquilla. 
       
      
          Mientras realizaba esta investigación he visto un anuncio en la televisión de  unos discos compactos titulados Cantajuego que hoy, en 2008, plantean  como novedad el mismo tipo de actividad que estamos analizando. Esto muestra,  por un lado la vigencia de la obra de Fischer y por otro, que en algunos campos  como la pedagogía y la psicología están poniéndose de moda en España tendencias  de los años sesenta.  
       
      
          También ha sido traducida  a varios idiomas y utilizada en anuncios publicitarios europeos.  
       
      
          El gobierno de Carlos  Menem, privatizó las autovías principales del país, alegando que el Estado era  incapaz de mantenerlas. 
       
      
          En Argentina muchas  personas que quieren vender su coche de segunda mano, colocan en los anuncios,  al lado de la marca, el siguiente lema: “Joya, nunca taxi”. Esta frase ya forma  parte del acervo popular, pues muchos conductores pintaban sus taxis  desgastados, antes negros y amarillos, de otros colores y pretendían venderlos  como coches con pocos kilómetros. 
       
     
    
      
        
              Ejemplo de esto es El  cuarteto Cedrón, que puso música a varias poesías de Juan Gelman y Astor  Piazzola a Borges.   
       
      
          El color amarillo, absolutamente prohibido en  el mundo del espectáculo porque trae pésimos augurios, es uno de los preferidos  de Fischer que, en una clara rebelión contra lo establecido, utilizó este color  casi como símbolo.  
       
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